Varane quiere la palabra
Ante la ausencia de Ramos, el francés, cuestionado a veces por su aparente debilidad, se dispone a dirigir la zaga en Mánchester mientras gana peso como consejero de jóvenes
La primera vez de Raphael Varane en un rondo del Real Madrid le midió con los galones de Cristiano Ronaldo. “Varane, al centro”, le dijo el portugués. No se arrugó: “Me llamo Rapha”, contestó. “Me salió solo, porque necesitaba decirle: ‘Soy yo’. Pensé que había que hacerlo. Si no, en un lugar como este te pasan por encima. Creo que pensaron: ‘Este chico no se calla”, recuerda el francés en el documental Destino de campeón, de Amazon.
Era el verano de 2011, Varane tenía 18 años, y acababa de aterrizar, desde el Lens, en un vestuario con Kaká, Benzema, Xabi Alonso, Casillas, Marcelo, Ramos y Pepe, bajo la dirección de Jose Mourinho. Era consciente de las dudas que su carácter reservado podía despertar sobre su firmeza. En varios momentos de su carrera, se han registrado intensos debates sobre si era demasiado blando como defensa. Sucedió en el Mundial de Brasil, cuando Hummels se le adelantó, marcó de cabeza y Alemania eliminó a Francia. Su actuación en Rusia acabó con las dudas. En el mismo documental, lo explica Mbappé, compañero de selección: “Tiene una personalidad atípica. Dicen que es discreto, reservado. No, es solo que tiene una personalidad diferente. Es distinto. Es raro porque no piensa como nosotros, no es como nosotros, pero eso lo hace fantástico”.
En sus nueve años en el Madrid ha crecido con naturalidad al lado de Ramos, cuya energía expansiva provoca que ese contraste sea aún más acusado. Durante los partidos, el capitán es un torrente de indicaciones, gritos y silbidos con los que maneja las operaciones de la defensa y de buena parte del resto del equipo. Pero el viernes en Mánchester (21.00, Movistar Liga de Campeones), en el partido decisivo de vuelta de octavos de la Champions contra el City, faltará Ramos, expulsado en la ida (1-2). El mando de la contención en uno de los partidos más comprometidos del curso estará a cargo de este tipo discreto y sigiloso, escoltado por dos novatos en el club, Eder Militão y Ferland Mendy.
El desafío no le inquieta; más bien le motiva. “Cuando ha subido la exigencia, él siempre ha elevado su nivel hasta estar a la altura. Lo hará también esta vez”, dicen desde su entorno. “Y hablará. Con calma y tranquilidad, pero hablará. No va a intentar ser como Ramos, claro, lo hará a su manera”, completan.
En la pelea sobre el césped se manejan con los mismos contrastes. En los nueve cursos que han coincidido en el Madrid, por ejemplo, a Ramos le han enseñado 125 amarillas y 13 rojas en 389 partidos y a Varane, 18 y 2 en 318 encuentros, según datos de Opta. Este curso el sevillano ha cometido 60 faltas por 25 del francés. El capitán ha robado 6,1 balones por partido, y su pareja, 5.
Desde Valdebebas, apuntan también a un liderazgo de volumen bajo: “Rapha es notablemente reservado y su ejemplo no lo muestra; se observa si se es listo y se está atento”, dicen.
Entrenar la zurda
Aunque con el paso del tiempo —tiene 27 años, cuatro Champions y un Mundial—, le ha ido cogiendo el gusto a ayudar a los jóvenes, según cuenta su gente: “Le encanta la táctica. Habla mucho con Mendy, por ejemplo, sobre dónde colocarse, qué tipo de carreras funcionan mejor, y que a veces son distintas a lo que hacía en el Olympique”, dicen.
Varane también ha dedicado tiempo a destripar las exigencias de la posición de Ramos. En Mánchester, el francés se desplazará desde su habitual puesto como central derecho, a la izquierda, para ceder a Militão su sitio, donde el brasileño se siente más cómodo. Por eso, según su gente lleva tiempo empleándose en los entrenamientos en mejorar la salida de balón con la izquierda, y en los partidos intenta enviar al menos un pase largo con la zurda. También ha estudiado qué cambios necesita en su posición corporal para desactivar a los delanteros en esa zona y acudir en mejores condiciones a las disputas aéreas. “Vive su profesión de forma muy intensa. Solo piensa en ello. Le encanta crecer y verse crecer”, dicen en Valdebebas.
Aunque siempre de manera acorde a su carácter controlado. Durante el confinamiento cumplió los encargos físicos de Dupont, pero no se obsesionó por añadir carga a ese trabajo, sino que se centró en recuperar tiempo con su esposa y su hijo de dos años. Dedicó tiempo a los videojuegos, pero no se planteó abrir un canal en Twitch para jugar en público como varios de sus compañeros. De la cuarentena salió más fresco y con la cabeza en el desafío de Mánchester, donde quiere que se le oiga.
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