El caso de todos los casos: Arthur
El brasileño, sin compromiso con el club ni complicidad con el equipo, es el paradigma de cómo funciona el Barça
Hay casos y casos, ninguno tan paradigmático como el de Arthur Melo, el futbolista brasileño del Barça que se ha declarado en rebeldía antes de recibir al Nápoles. El centrocampista de 23 años, fichado en 2018 del Gremio por unos 30 millones de euros, no se presentó a la sesión de control del lunes, se niega a jugar más con el equipo azulgrana y negocia la rescisión de su contrato con la directiva que preside Josep Maria Bartomeu. Arthur se siente ninguneado por el entrenador y menospreciado por la junta después de ser canjeado contra su voluntad por Miralem Pjanic.
El intercambio firmado por el Barcelona y la Juventus, saldado con 12 millones a favor del club catalán –72 frente a 60—, permitió cuadrar a 30 de junio las cuentas de la temporada 2019-2020. Apremiado por las deudas, el consejo barcelonista puso en el escaparate a tres cuartas partes de su plantilla y al final solamente pudo vender al que estaba considerado como el sustituto natural de Xavi Hernández. La lista de fracasados en el intento de llenar el vacío dejado por Xavi, Andrés Iniesta y Neymar Junior no tiene fin en el Camp Nou.
La operación cuestiona nuevamente la política deportiva azulgrana, especialmente errática desde 2015, y, al mismo tiempo, expresa el desgobierno que vive el Barça: los futbolistas hacen y deshacen en un vestuario consentido y atomizado mientras el presidente no encuentra ni siquiera una hoja de ruta razonable para alcanzar las elecciones de 2021. Los estropicios se suceden al igual que las derrotas en un momento de máximo apuro económico en los clubes por la covid-19. El contexto favorece precisamente permutas como la de Arthur.
La duda está en la respuesta de los jugadores cuando la práctica adquiere un carácter mercantil como se ha visto con el brasileño del Barça. A Arthur se le insta a jugar de azulgrana hasta el final de temporada a pesar de saber que fue traspasado a la Juve. El brasileño se borró después de constatar que solo ha sido alineado cuatro minutos en un partido maldito ante el Celta. El técnico ya no espera nada de Arthur y el jugador se quiere olvidar cuanto antes del Camp Nou. Nada que ver con Pjanic: el bosnio es feliz por ganar la Liga con la Juve y se desvive por jugar en el Barcelona.
La situación es especialmente comprometedora para Setién. Únicamente cuenta con 16 futbolistas para el exigente partido del día 8 por las sanciones de Busquets y Arturo Vidal. El equipo se jugará el pase a los cuartos de la Champions con solo cuatro centrocampistas: De Jong, Rakitic, Riqui Puig y Sergi Roberto. El entrenador difícilmente podrá disponer del recurso de Arthur. No ha sabido o no pudo recuperar para la causa a un interior que se venció antes y después de anunciarse su pase a Italia. El último gesto que se le recuerda es un bostezo en el partido ante Osasuna.
Inventario de reproches
El inventario de reproches que se le hacen a Arthur es ahora tan largo como la propaganda que recibió a su llegada al Camp Nou. Hay quien recuerda su viaje a París para asistir al aniversario de Neymar en vigilias de un Madrid-Barça. También fue denunciado por practicar snowboard en Grandvalira. No ha tenido cuidado con sus salidas recreativas y también ha encadenado lesiones varias, una muy larga en el pubis y la última en un tobillo, sospechosa porque fue denunciada por el entrenador cuando se le preguntó por la ausencia del brasileño antes de viajar a Vitoria.
A veces le faltó profesionalidad y en ocasiones no tuvo continuidad, poco dado al protagonismo si se exceptúa su actuación en Wembley en el partido contra el Tottenham. Al igual que a su compatriota Coutinho, le pudo la melancolía en la cancha, no se hizo respetar ni le respetaron, síntoma de cómo viven hoy en el vestuario aquellos fichajes que no se han integrado o no forman parte del núcleo duro del equipo, figuras que se vencen sin que nadie les corrija ante la falta de liderazgo y ambición, todos resguardados en el paraguas de Messi.
Arthur no tuvo compromiso con el club ni complicidad con el equipo, tampoco sintonía con el entrenador, falto de cualquier vínculo manifiesto con el FC Barcelona, incluso en vigilias de la fase final de la Liga de Campeones. Un rol excesivamente conformista e incluso pasivo, muy extendido por la falta de autoridad y de jerarquía en el Camp Nou. Los futbolistas ya no se rebelan porque no juegan sino porque no les dejan seguir viviendo sin molestar a nadie como ha sido el caso de Arthur, el caso de todos los casos durante la pandemia, paradigma de cómo funciona el Barça.
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