El Celta canta el ‘Pobre de mí’
Osasuna, que fue mejor, consiguió la victoria con un gol de cabeza en el minuto 91
A falta de Sanfermines, los jugadores de Osasuna se convirtieron en los mozos que corren el encierro, vestidos de blanco, como aquellos, con el pañuelico serigrafiado al cuello, para recordar la universal fiesta popular suspendida por la pandemia, un sucedáneo aparente. Se suponía, ante esa puesta en escena, que serían ellos quienes corrieran perseguidos por los célticos, pero esa no fue la impresión que dio el partido durante sus primeros minutos. Eran los pamplonicas los que tuvieron que ponerse a correr detrás del Celta, que no se podía permitir el lujo de quedarse dormido, para evitar problemas en las últimas jornadas.
Salió el equipo gallego mandón. Tomó Iago Aspas la batuta y dirigió el ataque celeste, jugando alegre, mientras Osasuna intentaba centrarse en el partido. El juego transcurría siempre en terreno local y los célticos la tocaban con gusto, con precisión, con ganas de salir cuanto antes del infierno.
Pareció que lo conseguían en el minuto 10, cuando Aspas recorrió la banda izquierda y centró para que Santi Mina rematara desde cerca y batiera a Herrera. Fue otro gol descafeinado, de la era VAR, porque el juez de línea levantó la bandera y hubo que esperar un par de minutos para que los vigueses lo celebraran. Se adelantaba el equipo visitante, pero tal vez en esos instantes de zozobra, en el que los futbolistas ponen su suerte en manos de los anónimos trazadores de líneas sobre una pantalla de televisión, perdieron la chispa con la que habían saltado al césped y, casi de manera imperceptible, empezaron a correr detrás de los mozos osasunistas. En un cuarto de hora el partido cambió de signo. Osasuna, con su labor ya terminada en LaLiga, y tal vez con esa serenidad de espíritu de tenerlo todo controlado, se hizo con el mando.
Lo sustanció en el minuto 23, en una jugada por la izquierda que comenzó Iñigo Pérez, continuó Estupiñán con un centro magnífico, y culminó Enric Gallego, que cabeceó inapelable, para empatar el partido. Al Celta se le vio muy poco más desde entonces. Sólo en un disparo de Rafinha desde fuera del área, y en un contragolpe que Mina remató fuera. El partido fue de Osasuna hasta el final. Apretó cuando tuvo ocasión, buscó el gol de la victoria mientras el equipo visitante andaba a verlas venir, pero no tuvo premio hasta el descuento, cuando un centro de Oier encontró la coronilla de Arnaiz, que, de espaldas, batió a Ivan Villar y dejó al Celta cantando el “pobre de mí”, con dos jornadas por delante en las que puede pasar de todo.
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