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Marta Xargay: “Necesito coger aire. No disfrutaba”

La jugadora del Uni Girona y la selección española explica su momentánea retirada del baloncesto con solo 29 años y una exitosa carrera

Marta Xargay, en el Eurobasket de 2019
Marta Xargay, en el Eurobasket de 2019ANDREJ ISAKOVIC (AFP)
Faustino Sáez

“No me gusta mucho la palabra adiós. Soy más de hasta luego o hasta pronto”, cuenta Marta Xargay (Girona, 29 años). La número 10 de la selección española de baloncesto —donde ha formado parte del grupo de leyenda que ha logrado siete medallas consecutivas desde 2013— anunció el miércoles su retirada de las pistas, “al menos hasta enero de 2021”. La decisión, sorprendente por inesperada e inusual en el deporte de primer nivel, responde precisamente al desgaste de la élite, sobre todo al agotamiento mental. “Era como una rueda de la que no podía escapar. Necesitaba coger aire. No lo pasaba bien en la pista y tenía que parar, por el respeto que le tengo a este deporte, para volver a amarlo”, relata Xargay en conversación con EL PAÍS.

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La polivalente jugadora gerundense soñó de niña con dedicarse al baloncesto y, nada más salir del colegio, se lanzó al profesionalismo. Con 17 años debutó en el conjunto de su ciudad, formando parte de la plantilla que ascendió a Liga Femenina 1. Acababa de comenzar una carrera trepidante de la que ahora necesita bajarse. “Me lo tomo como un tiempo muerto un poco largo. Pero ni yo misma sé si es una retirada definitiva”, explica.

Xargay, base, escolta y todoterreno de 1,82m, se hizo grande en Salamanca (2009-2015), donde conquistó la Euroliga de 2011 con el Perfumerías Avenida. Y, tras la llegada de la crisis al baloncesto femenino español, comenzó su periplo como emigrante. Primero en Praga (2015-2018) y después en Rusia, con el Dynamo Kursk (2018-2020). En ese viaje se fraguó un hastío que ha emergido al hacer inventario durante el confinamiento.

“Es un cúmulo de cosas… mucho cansancio acumulado. Llevo sin parar desde los 13 años. Ni en vacaciones descansas mentalmente porque sabes que tienes que estar preparada para la vuelta”, subraya. “Cuando estaba en Rusia nuestros viajes eran una odisea. Teníamos que dormir en un tren para poder llegar a Moscú a tiempo de coger un vuelo a no sé dónde… Tardábamos un día en llegar al destino. Cuando tienes que hacer eso dos veces a la semana durante un año consume. Igual que la soledad”, prosigue, en un relato en el que los problemas logísticos desembocan en un desengaño con la competitividad inmisericorde.

“A veces nos avergonzamos por reconocer que estamos pasando un mal momento. Muchos deportistas pasan momentos duros en sus carreras. Pero parece que es tabú mostrar esa debilidad ante tus compañeras. Estás compitiendo también con ellas y no puedes mostrar esa cara”, narra Xargay. “Es un desgaste que vas aguantando. Pero a mí me ha faltado muchas veces encontrar empatía. Nos volvemos muy egoístas. Está bien ser competitivo, pero no machacar al de al lado, porque a lo mejor lo está pasando mal”, señala.

Un individualismo extremo y afilado en los clubes de primer nivel europeo, pero amortiguado en los veranos con la selección española. “En la selección no pasa. Por eso ganamos. Ahí estamos todas a una. Matas por tu compañera. Somos competitivas, pero nos respetamos. A todas nos gusta tener protagonismo, pero en la selección el objetivo está claro. En los equipos, todo el mundo quiere tener mejores contratos el año siguiente o que se hable más de ella que de la compañera”, expone la 16ª jugadora con más internacionalidades con España (147 partidos).

En enero, Xargay regresó a su casa y fichó por el Uni Girona. Pero ni siquiera el cobijo de los suyos restañó las heridas. “Echo de menos la ilusión, el disfrutar… soltarme la melena. Echo de menos la inocencia de cuando eres joven, el no pensar más allá”, dice, mientras reclama en sucesivas ocasiones “aire”. “Este tiempo de confinamiento me ha servido para reaccionar. En lo que más he pensado es en estar bien conmigo misma. Parece sencillo, pero no es una decisión fácil decir lo dejo. Lo fácil era seguir jugando, lo valiente es esto. Ya veré donde me lleva este camino”, apunta.

El deporte de élite te da “satisfacciones, premios, amigas y muchas alegrías”, confiesa Xargay. “Competir al máximo nivel es un sueño”. Pero, “como en las redes sociales”, solo se enseñan “las fotos bonitas”. Ahora Xargay pretende centrarse en su negocio de moda, en vivir el día a día y en disfrutar de su familia. “Tengo una sobrinita que va a cumplir un año y la voy a agobiar todos los días”, avanza.

En el horizonte, un 2021 con un Eurobasket en Valencia y los Juegos. "No lo tengo claro. A lo mejor me planto en noviembre y digo ‘ya no puedo más, necesito volver’. O llega diciembre y digo ‘así estoy bien’. Lo de enero es un poco la fecha límite por el mercado de fichajes. Pero voy a ir día a día. Veremos. No quiero pensarlo mucho. Si algo he aprendido en este tiempo es que no puedes planificar mucho”, completa. Mientras, el objetivo es “ser feliz”.


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Sobre la firma

Faustino Sáez
Es redactor de deportes del diario EL PAÍS, especializado en baloncesto. Además del seguimiento de ACB y Euroliga, ha cubierto in situ Copas, Final Four, Europeos y Mundiales con las selecciones masculina y femenina. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS.

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