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Ruth Beitia: “Cuando vi ganar a Cacho supe que yo iría a unos Juegos”

La única atleta española campeona olímpica vivió su momento mágico a los 13 años, cuando el soriano logró el oro en los 1.500m de Barcelona 92

Carlos Arribas
Fermín Cacho entra victorioso en la meta en la final de 1.500 metros de los Juegos Olímpicos de Barcelona, el 8 de agosto de 1992.
Fermín Cacho entra victorioso en la meta en la final de 1.500 metros de los Juegos Olímpicos de Barcelona, el 8 de agosto de 1992.RICARDO GUTIERREZ

La competición de salto de altura es una burbuja en mitad del estadio, de la noche chillona, y Ruth Beitia es una burbuja dentro de la burbuja que solo rompe con un tercer nulo en una altura o con un salto limpio y definitivo. Durante la competición, bien puede estallar una bomba o acabarse el mundo, que nada les perturba. O bien puede Usain Bolt pasar a su lado, frenando en la curva después de dejar el récord del mundo de los 200m en 19,19s, la marca atlética más alucinante que su generación ha contemplado. Millones de personas paralizadas y solo años después fue Beitia consciente de que la historia se había escrito, y ella, tan cerca que casi podía haber olido el sudor del jamaicano, ni se había enterado.

“Fue en el Mundial de 2009, en Berlín”, recuerda Beitia, la única atleta española campeona olímpica. Fue el 20 de agosto a las 20.35, anocheciendo un verano tórrido. “Y, ahora, mirando hacia atrás, veo que fue una sensación superchula, que yo fuera capaz de concentrarme tanto”.

Beitia acabó cuarta aquel Mundial, eliminada con 1,99m al no poder con 2,02m. Salió entonces de su burbuja, pero no de la del salto de altura. Primero disfrutó del duelo feroz por la victoria entre la alemana Ariane Friedrich, la rusa Anna Chicherova y la vencedora final, la croata Blanka Vlasic, la única que superó 2,04m. “Y luego fui testigo de su intento de saltar 2,10m, que habría sido récord mundial, y habría sido lo más, estar al lado mientras se bate un récord de tu especialidad, de tu pasión, pero Vlasic no pudo”.

Durante sus 15 años en la elite del atletismo mundial, desde que saltó por primera vez dos metros, en 2003, ninguna saltadora pudo batir los 2,09m que la búlgara Stefka Kostadinova fijó como récord en 1987, y aún sigue. “Vlasic logró ese verano saltar 2,08, es la que más se acercó, y en 2017 también participé en un par de competiciones en las que Kuchina [Mariya Lasitskene después, de casada], también intentó 2,10m. Habría sido lo más”.

Lo más, lo más, fue para Beitia ella misma en Río, otro 20 de agosto, como Berlín, siete años más tarde y noche cerrada que ella percibe más oscura, con sus gafas de sol atómicas, más en su burbuja que nunca. “Después de Río, cantidad de gente me dice que estuvieron en la grada, abajo, justo donde estaba mi entrenador, Ramón Torralbo, enfrente del saltadero y yo no me acuerdo de haber visto a nadie. Solo veía a Ramón, que se levantaba y me hacía gestos, y solo me acerqué a hablar con Toñi [Martos], mi psicóloga, y después de saltar a la primera 1,97m, para decirle que, uff, que si se acordaba de que la víspera, en los ejercicios de visualización, solo había podido con 1,97m a la segunda…”.

Si ese 20 de agosto lo hubiera hecho a la segunda también, ahora no sería campeona olímpica, sino medallista de plata detrás de la búlgara Mirela Demireva. “Y tampoco sería campeona olímpica, seguro, si no hubiera vivido Barcelona 92 y, sobre todo, la victoria de Fermín Cacho en los 1.500 metros”.

En 1992, Ruth Beitia tiene 13 años y vive en una pista de atletismo, respira atletismo y los Juegos de Barcelona, la transformación que vive España ese 92, la pasión, la forma en que se vive Barcelona 92, la alegría colectiva que parece que no tiene límites, la ilusión, la emocionan. “Necesitábamos todos, de verdad, saber cómo eran unos Juegos. Soy la quinta atleta de la familia”, dice la saltadora, que nació en Santander el 1 de abril de 1979. “Me he criado en una pista y no me perdí ni un minuto de Barcelona 92, y, claro, vi cómo Cacho ganó el oro en los 1.500 metros [3m 40,12s], la prueba reina del atletismo siempre para todos los españoles… Y, sí, fue un momento mágico, de esos que te dan vueltas y te cambian, y nada más verlo ya estaba convencida de que yo iba a estar en unos Juegos”.

Beitia participó no en unos Juegos, sino en cuatro (del 2004 al 2016), y antes de ser campeona olímpica terminó dos veces cuarta, y con el tiempo conoció a Cacho, el único español campeón olímpico en una pista de atletismo. Cacho es el ejemplo. Un chaval de pueblo, de Ágreda (Soria), nacido justo 10 años antes que Beitia que empieza a correr en la escuela y por las calles de su pueblo y que se hace campeón entrenando en el robledal de Valonsadero con Enrique Pascual, toda una historia que se puede intentar imitar. “Y lo mejor”, dice Beitia, que le imitó tanto que llegó a ser también campeona olímpica 24 años después, “es que, con el tiempo, te das cuentas de que Cacho, un campeón olímpico, es una persona normal y corriente, un amigo”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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