_
_
_
_
PISTA LIBRE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La grandeza o el caos esperan al fútbol

No se sabe si habrá recursos, inteligencia y medidas adecuadas para reponerse en un territorio donde se adivina una casuística de fricciones legales que puede dividirlo y paralizarlo

El presidente de la Juventus, Andrea Agnelli, en marzo de 2016 en Múnich.
El presidente de la Juventus, Andrea Agnelli, en marzo de 2016 en Múnich.Alexander Hassenstein (Getty)
Santiago Segurola

Una de las características más acusadas del efecto Covid-19 es su feroz ofensiva contra las certezas de este tiempo. La globalidad y las innovaciones tecnológicas crearon un marco de seguridad que se ha derrumbado en menos de cuatro meses. La cercana recesión económica tuvo efectos desastrosos, pero no cambió el modelo. En muchos aspectos, profundizó en sus defectos. Por decepcionante que fuera, se estableció una ruta. Nos parecía que los oráculos de la política y la economía tenían sentido. Daban la impresión de saber algo, pero ¿quién sabe algo ahora? ¿Quién se atreve a hablar de certezas? ¿Cómo y con qué seguridad se articula un futuro medianamente razonable, cuando la mitad del planeta está paralizado y en reclusión forzada? Nada se escapa a una realidad desoladora. Tampoco el fútbol.

Andrea Agnelli, presidente de la Juve y de la Asociación de Clubes Europeos, organismo que siempre parece más atento a cuidar de los intereses de la élite que los del grueso de equipos asociados, ha declarado que el fútbol se enfrenta al momento más peligroso de su historia. Si la historia se remite a la corta distancia —aproximadamente 25 años— entre la irrupción del fútbol como gran fenómeno mercantil y el guantazo que acaba de recibir, Agnelli tiene toda la razón.

MÁS INFORMACIÓN
El fútbol agranda el vacío

Esta crisis supera ampliamente el efecto de las dos guerras mundiales, por trágicos que fueran aquellos momentos. El fútbol salió indemne de esos conflictos. Cuando regresó a escena, era el mismo personaje de siempre. No había nada que cambiar. Su estructura era tan feudal como sencilla: lo gestionaban unos pocos y su dinero procedía directamente de la afluencia a los estadios. No dependía de televisiones, ni de patrocinadores. No existían más organismos que las federaciones y los jugadores estaban tan huérfanos de derechos que ni siquiera se les consideraba trabajadores. En el caso español no podían cambiar de equipo cuando finalizaban sus contratos. Eran esclavos de sus clubes. No hace tanto de eso.

Mantener esa estructura simple y vertical era fácil. La vocación del fútbol no radicaba en el beneficio económico. Ni era un negocio, ni lo pretendía. ¿Qué es el fútbol ahora? En el mejor de los casos un fabuloso entretenimiento universal, propiciado por unos gestores que distribuyen y venden una mercancía de primerísima calidad: la inagotable pasión de los seguidores.

A diferencia de los viejos tiempos, el escenario actual es de una complejidad laberíntica. El entramado lo articulan empresas, potentados, organizaciones nacionales y supranacionales, televisiones, patrocinadores, sindicatos de jugadores y, de una manera más o menos velada, los gobiernos. Al aficionado se le reserva un papel, el de consumidor, indispensable para la buena salud del negocio, pero irrelevante en las decisiones. Desde esta perspectiva, el fútbol no es una actividad diferente de la del resto del panorama mercantil, pero con alguna ventaja: su crecimiento ha sido exponencial.

La Covid-19 lo ha dejado tan desorientado y con tanta incertidumbre como a los demás. Nadie estaba preparado para este golpazo. Tampoco se sabe si habrá recursos, inteligencia y medidas adecuadas para reponerse en un territorio donde se adivina una casuística de fricciones legales que puede dividir y paralizar el fútbol.

Es un momento que producirá víctimas y que probablemente no se distinguirá por su justicia, pero que multiplicará su gravedad si no hay dirigentes capaces de sortear el shock y establecer con rapidez un eficaz libro de ruta para los próximos meses. Algo es seguro: este enorme drama servirá para medir la estatura real de unos dirigentes que han vivido con más comodidad que angustia las vicisitudes del negocio. Esto es otra cosa, un desafío brutal que requerirá tanta grandeza como ingenio en la respuesta. O eso, o el tenebroso paisaje que dibuja Agnelli.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_