La paradoja del baloncesto en Japón: se suspende, se reanuda y se vuelve a suspender
El país logró contener la pandemia y reanudar sus ligas tras solo tres semanas de parón, pero la huida de los jugadores estadounidenses, por miedo al cierre de fronteras, fuerza un nuevo aplazamiento
El lunes 17 de febrero, con 66 diagnosticados de coronavirus y un muerto en el país, Japón decretó el cierre de colegios, universidades y museos, prohibió las reuniones multitudinarias y suspendió todos los eventos deportivos. La cancelación de la liga española de baloncesto, por ejemplo, llegó el jueves 12 de marzo, con 2.277 contagiados y 55 fallecidos en España. “Aquí se tomaron primero medidas drásticas y después progresivas, al contrario que en España y el resto de Europa”, explica Luis Guil desde la ciudad de Tosu, cerca de Fukuoka. El entrenador sevillano, ayudante de Sergio Scariolo en la selección española, es desde septiembre el técnico del Saga Ballooners, la franquicia baloncestística del Sagan Tosu, el equipo en el que se retiró Fernando Torres, y desde allí cuenta su experiencia en tiempos de pandemia. “La contundente reacción, desde el minuto uno, permitió paradójicamente seguir haciendo una vida prácticamente normal. No ha habido confinamientos”, prosigue el técnico que, pendiente de su familia en Madrid, padece también la incertidumbre del calendario deportivo internacional.
Japón logró controlar la situación en tiempo récord y, después de tan solo tres semanas de parón, el pasado fin de semana reanudó, a puerta cerrada, la liga de baloncesto en todas sus categorías y el resto de competiciones. Pero, a pesar del éxito, la situación mundial ha abocado al país a una nueva suspensión. “Viendo la experiencia en la jornada de reanudación, los responsables comenzaron a debatir sobre la continuidad o no de la competición. No por la seguridad sanitaria, que ya se ha alcanzado, sino porque la fuga masiva de extranjeros devalúa y adultera el torneo”, relata Guil, mientras se entera de la decisión de la liga de establecer un nuevo aplazamiento de la competición hasta el 4 de abril. “Me acabo de enterar también”, contesta al teléfono el internacional Sebas Sáiz, jugador del Sun Rockers Shibuya, desde su casa en Kashiba, un barrio cercano a Tokio. “Los estadounidenses fundamentalmente están viendo cómo cierran las fronteras y muchos no quieren que les pille aquí. El nivel de esta liga lo marcan los extranjeros. Cuando se niegan a jugar y se marchan, los equipos se ven muy afectados. Eso ha tenido mucho peso en esta decisión”, añade el pívot a la vez que cavila sobre un calendario convertido en jeroglífico.
“Aquí la final estaba programada para el 3 de mayo y, si empezamos el 4 de abril, tendríamos que jugar 20 partidos y el todo el playoff en un mes. ¡No sé cómo se va a poder hacer. A ver qué se inventan!”, desarrolla Sáiz. La liga en China (CBA), la primera del mundo en parar, allá por finales de enero coincidiendo con el Año Nuevo chino, decretó hace tres días la vuelta de sus jugadores extranjeros con la previsión de reanudar la competición a comienzos de abril y, en Japón, estimaban estar jugando con público dentro de 15 días. Una vuelta a la normalidad, en el caso japonés, alcanzada en pocas semanas, por la anticipación de las autoridades y a través de la idiosincrasia y la responsabilidad social de los ciudadanos. Las medidas que se empezaron a poner en marcha en Europa desde comienzos de mes, ya en plena alerta sanitaria, son las que se habían implementado estos días en Japón en el regreso a la actividad. “En la reanudación del campeonato a puerta cerrada, todas las personas ajenas al juego debían ir con mascarilla, todos tenían que limpiarse las manos antes de entrar a las instalaciones y a todos se les tomaba la temperatura”, recalca Guil.
Al comienzo de la pandemia, Japón era el tercer país del mundo con más contagios después de China y Corea del Sur; hoy en día, apenas mes y medio después, ocupa el noveno puesto con 825 casos y 27 muertos. A pesar del control alcanzado, Japón no ha podido escapar al caos y la incertidumbre en Europa y EE UU. Un dilema internacional con los Juegos cada vez más cerca. “Aquí ya se hace vida normal y están intentando todo para mantener los Juegos. Pero vendría gente de cientos de países y miles de deportistas a una ciudad de 35 millones de habitantes como Tokio. Si no se controla a nivel mundial da igual que aquí esté controlado”, sentencia Guil. “Queda poco tiempo. Lo veo complicado con tantas ligas paradas y tanta incertidumbre. Pero por Japón no va quedar”, cierra Sáiz. Una resistencia que se tambalea después de que uno de los dos vicepresidentes del Comité Olímpico Japonés, Kozo Tashima, anunciara haber dado positivo. El 26 de marzo está prevista la salida de la llama olímpica de la región de Fukushima.
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