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Un derbi vasco a pecho descubierto

Athletic y Real chocarán en Sevilla tras vivir épocas de hermanamiento y varios conflictos por el traspaso de jugadores

Jon Rivas
Córdoba, Raúl García e Iñigo celebran el gol de Yuri al Granada.
Córdoba, Raúl García e Iñigo celebran el gol de Yuri al Granada.JON NAZCA (REUTERS)

Será la primera final entre los dos grandes emblemas del fútbol vasco. Salvo la de 1910, con una Real disfrazada con otro nombre (Vasconia), nunca antes el equipo donostiarra y el Athletic se habían jugado el título en un mano a mano, a pecho descubierto. Por primera vez en la centenaria historia del título copero, habrá un derbi vasco con un gran vencedor y un rival humillado, en una de esas citas que se cuentan de padres a hijos.

En la última etapa prodigiosa de los dos equipos, la de los años ochenta, hubo dos enfrentamientos –en 1982 y en 1984–, en los que el último partido de Liga entre ambos decidía el vencedor del campeonato, pero ni el Athletic se empleó a fondo en Atocha el año que la Real ganó su segunda Liga consecutiva, ni el equipo txuriurdin le puso demasiado empeño en San Mamés, dos años más tarde. Ambos partidos acabaron 2-1, y pese a las protestas generales de los protagonistas, todavía ahora, acerca del rendimiento que ofrecieron, el consenso general en aquella época turbulenta en la calle propiciaba el hermanamiento, aunque no hubiera un acuerdo tácito. De hecho, los futbolistas de aquellas plantillas impresionantes se reunieron más de una vez a comer juntos en el restaurante Talaipe de Getaria.

Se llevaban bien, simplemente, aunque años después se enrareció el ambiente, cuando la Real empezó a acusar la voracidad de su vecino, más poderoso económicamente. El pago de la cláusula de rescisión de Joseba Etxeberria en 1995, por 500 millones de pesetas, fue el gran agravio que en Donostia no han perdonado todavía. Las heridas se reabrieron con Iñigo Martínez hace año y medio, con el caso Zubiaurre por medio de ambos sucesos. Que la Real decidiera cambiar gratuitamente a sus aficionados las camisetas estampadas con el nombre de Iñigo Martínez no fue un gesto baladí. Del primer conflicto ha pasado ya más de un siglo. Fue en noviembre de 1909. Por culpa de un fuera de juego en un partido jugado en Ondarreta. Marcó Mac Guinnes para San Sebastián y los bilbaínos protestaron el tanto. Se produjo una fuerte bronca. Según los cronistas «algunos del público se condujeron muy incorrectamente»

“Lástima grande que no hubieran sabido combinarse mejor los delanteros. Entonces no se hubieran dejado llevar la Copa”. El periódico donostiarra La Constancia, –diario íntegro fuerista–, se lamentaba así tras el partido Vasconia-Athletic, jugado el 20 de marzo de 1910, hace 110 años, la primera y última vez que bilbaínos y donostiarras (bajo el nombre de Vasconia) se encontraron en una final de Copa.

La Real había nacido poco antes y según los estatutos de la competición, no podía disputar con ese nombre el título por no tener la antigüedad suficiente, pero como el torneo se celebraba en San Sebastián porque el anterior ganador fue el Club Ciclista, la Real jugó bajo el nombre de Vasconia, un club más antiguo. Y perdió, con un gol de Remigio Iza en el minuto 56 a pase del inglés Burns. Era la primera final que el Athletic jugaba vestido de rojo y blanco, y la primera trifulca. Según las crónicas de la prensa vizcaína, “los bilbaínos presentes en el campo se volvían locos de alegría. Habían logrado su ilusión, vencer al club donostiarra, pero su ánimo no se pudo calmar hasta que concluyó el match”. Hubo incidentes, ruidosas protestas y al final se intentó, “por unos cuantos cafres”, agredir a los triunfadores lanzándoles piedras.

Fue una final curiosa. El campeonato provocó un cisma porque Athletic, Vasconia y Real Madrid se negaron a disputarlo en la capital, sede hasta entonces de todas las finales. Más de un siglo después, los dos finalistas habrían estado encantados de jugar el partido en Madrid, por la distancia y el aforo. No hay más antecedentes de finales entre el Athletic y la Real, aunque sí dos más entre un equipo vizcaíno y otro guipuzcoano. En 1913, el Racing de Irún le ganó al Athletic (1-0) y en 1927, el Real Unión al Arenas de Getxo (1-0).

“Me gustaría jugar contra el Athletic, sería bonito para Euskadi”, apuntó el miércoles Imanol Alguacil, tras ganar en Miranda y asegurarse una plaza por la disputa del título. Se cumplieron los deseos del entrenador nacido en Orio, donde reside, a cinco kilómetros de Zarautz –apenas les separa un pequeño puerto de montaña por la N-634–, el lugar en el que vive Gaizka Garitano, técnico del Athletic, que se afincó allí cuando era jugador realista. Sus hijos van al mismo instituto en Orio y son amigos.

La final entre los dos equipos vascos provocará un impresionante desplazamiento hasta Sevilla. El lleno está garantizado. Se prevé que las dos aficiones agoten las entradas que reciban por parte de la Federación Española. En principio, el organismo federativo planea dedicar la mayor parte de las localidades de La Cartuja (aforo de 60.000 espectadores) a ambos clubes, alrededor de 21.000 por equipo, aunque reservará otras 15.000 a sus patrocinadores y federaciones territoriales. En ese nicho intentarán rascar también los seguidores de ambos clubes que se queden sin localidad en el reparto. El Athletic lo tendrá más complicado a la hora de adjudicarlas. Tiene 43.555 socios por 35.000 de la Real Sociedad, que ha llegado a su máximo de abonados después de la ampliación y remodelación de Anoeta.

El desplazamiento también será un problema. De hecho, una gran parte de los seguidores realistas que viajen en avión deberán hacerlo vía Bilbao para volar. Entre Donostia y Sevilla hay 916 kilómetros, 55 más que desde la capital vizcaína, pero la ausencia de trenes de alta velocidad complica el desplazamiento, que en la mayoría de los casos tendrá que ser por carretera o por vía aérea, y el aeropuerto de Hondarribia no parece ser capaz de absorber todo el tráfico.

En Sevilla hay alrededor de 23.000 plazas hoteleras, y después de los resultados de Athletic y Real Sociedad en el partido de ida, los precios de los hoteles en Sevilla se incrementaron exponencialmente. Muchos aficionados de ambos equipos comenzaron entonces a reservar habitaciones. Algunos ya lo habían hecho antes, y en algunos casos, esas reservas a precios razonables les fueron rechazadas días más tarde, al incrementarse los precios. De hecho, las oficinas del consumidor en Bilbao y Donostia han recibido varias denuncias al respecto.

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