El baloncesto late de nuevo en Valladolid
La personalidad de Mike Hansen y Lalo García selló una profunda amistad. Tras la muerte de Lalo, Mike refundó el club, que es líder en la Leb y llena el Pisuerga
Cuando Mike Hansen y Lalo García se conocieron en Valladolid a mediados de los noventa, con 24-25 años, ambos eran simplemente dos buenos profesionales de baloncesto que venían de entornos muy distintos. Mike, hijo de un militar estadounidense casado con una española, había estudiado en Madrid y también en Estados Unidos; había sido compañero de Shaquille O’Neal en la Universidad de Louisiana, y medalla de bronce en un Europeo de baloncesto con nuestra selección, en 1990. Lalo, en cambio, sólo había vivido en su ciudad de nacimiento, y a esa edad ya ejercía de capitán del equipo desde hacía varias temporadas. El tiro a canasta de Mike, su técnica de bote y de pase eran de una estética insuperable. Lalo era sobre todo pura potencia y determinación. A Mike le gustaba hablar en inglés con los americanos del equipo para comentar las historias de planetas entonces muy lejanos, como la NBA o la Liga de fútbol americano (NFL). Lalo exigía a los extranjeros —algunos de ellos mitos de nuestro deporte, como Arvidas Sabonis y Óscar Schmidt— pruebas casi diarias de castellanía, empezando por el idioma y acabando por enfrentarse a un lechazo con el vino de la tierra tras las victorias de prestigio, que eran muchas entonces.
Los aficionados más veteranos que lean esta carta saben lo que Pucela ha significado para el baloncesto español. Aquel Club Baloncesto Valladolid, que jamás podrá quitarse —lamentablemente— el apelativo de El Forum, participó entre 1983 y 2014 en todas las ediciones de la Liga ACB, salvo en una. Por allí, además de los mencionados Sabonis y Óscar, habían dejado huella nombres como Nate Davis o Carmelo Cabrera. Jugó un año Pablo Laso, e incluso disfrutaron unos meses de Juanito Corbalán, entre tantos otros gigantes de nuestro deporte. Al equipo lo entrenaron desde seleccionadores, como Mario Pesquera o Javier Imbroda, hasta referentes como Wayne Brabender.
Tras su encuentro en Valladolid, Mike siguió su carrera siempre fuera y Lalo jamás salió de la ciudad. Pero la personalidad de ambos había resultado tan complementaria que selló una amistad muy profunda, incluso en la distancia.
En 2006, cuando estalló la estafa de Fórum Filatélico, Lalo llevaba ya varios años retirado. Su camiseta era la única que colgaba del techo del pabellón, en honor al gran capitán, al jugador que jamás se fue. Le habían hecho director deportivo y después presidente de un club que tenía las horas contadas y estaba abocado a la desaparición. Mike volvió en esa época a Valladolid, para establecer allí su vida familiar, siendo principal testigo del sufrimiento personal y profesional de su amigo, y de la lenta agonía de un proyecto de baloncesto que desapareció para siempre en 2014, un año antes del trágico fallecimiento de Lalo con apenas 44 años.
El pasado viernes, un equipo de la categoría Leb Oro, fundado hace apenas tres años con el nombre de Club Baloncesto Ciudad de Valladolid, ganó su partido frente a Cáceres, con más de 4.000 personas presentes en el viejo polideportivo Pisuerga, y es el sorprendente líder de la competición con 11 victorias y tan solo 3 derrotas. En caso de terminar así la Liga, las ardillas de Valladolid, obtendrían una plaza directa para jugar en la Liga ACB el próximo año. El fundador y presidente del equipo es, adivinen, por supuesto Mike Hansen, que debe compatibilizar su empeño, todavía lejos de poder remunerarse, con su labor profesional... efectivamente como profesor de inglés. A la escuela que han creado para formar a los futuros jugadores le han puesto el nombre de Lalo García. “Se cometerán errores y habrá aciertos”, dice la web, “pero lo importante es devolver el baloncesto de Valladolid al lugar que se merece”. La amistad incondicional, bien vale un club de baloncesto. ¡Feliz Navidad!
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