Ettore Messina y Sergio Rodríguez: “El baloncesto es de los jugadores”
El entrenador y el metrónomo del Olimpia Milán pasaron por Madrid la semana pasada para medirse al Real en la Euroliga y reflexionaron sobre sus carreras y el presente y futuro del baloncesto
Dos referentes en su oficio. Dos marcas registradas con la pizarra y sobre el parqué. Ettore Messina (Catania, 60 años) y Sergio Rodríguez (Tenerife, 33), entrenador y metrónomo respectivamente del Olimpia Milán, pasaron la semana pasada por Madrid para medirse al Real en la Euroliga y abrieron un hueco en su estresante agenda de viajes y partidos para reflexionar sobre sus carreras y el presente y futuro del baloncesto. El técnico, con más de tres décadas en los banquillos, cuatro Euroligas en su palmarés y el hito en su currículo de ser el primer entrenador europeo en dirigir un partido en la NBA, en 2014 con los Spurs. El Chacho, campeón del mundo y bicampeón de Europa, con 16 temporadas de recorrido en todas las latitudes y un indeleble espíritu fantasista endurecido en la persecución de sueños. Dos pasiones reunidas junto al Duomo.
Pregunta. ¿Cómo ha sido su reencuentro nueve años después? ¿Cómo se ven uno a otro?
Ettore Messina. Estamos luchando y disfrutando. Cuando envejecemos no sé si nos hacemos mejores pero, sin duda, hemos visto más cosas y nos lo tomamos todo con más tranquilidad. Sergio es un jugador que transmite ilusión al club y a los aficionados, es creativo, entregado, comunicativo… Tiene mucha confianza en su talento, en su habilidad para manejar al equipo y controlar el tiempo del partido.
Sergio Rodríguez. Después de haber estado en los Spurs y en el CSKA necesitábamos una propuesta especial y el Olimpia era un proyecto ilusionante, porque es un club histórico con ganas de ganar y de hacerse importante. Hay hambre de títulos y Milán es un lugar magnifico para vivir. A Ettore le veo más o menos igual, porque la calidad y el talento siempre están ahí. Es uno de los mejores de la historia del baloncesto europeo y ha enriquecido su experiencia con todo lo que ha absorbido de la NBA, pero se ha encontrado con una Euroliga diferente, con mucha más carga de partidos y viajes, con otro sistema de competición… y eso hay que manejarlo de una manera diferente.
P. ¿Qué recuerdan de aquel 2010 en el Madrid?
S. R. Sufrimos mucho pero eso nos curtió, sin duda. Éramos un equipo muy joven. Yo tenía 24 años, Sergi [Llull] 23, incluso Felipe tenía solo 29. Mi salto de calidad fue cuando me di cuenta de que tenía que poner mucho más de lo que estaba poniendo y eso quizá lo vi al llegar al Madrid con Ettore. Ahí me di cuenta de todo lo que necesitaba. Tenía que tirar mucho mejor de tres, tener más potencia en las piernas, más trabajo físico… La primera Final Four que jugamos en Barcelona fue muy valiosa porque fue un shock para todos. Nos dimos cuenta del nivel de competitividad y dureza que había que tener. Entender eso fue clave para el futuro y para todo lo que vino después.
E. M. Me alegra esa visión. No fue un buen momento para mí ni en lo personal y ni en lo profesional. No está escrito en ningún sitio que esa Final Four fuera mía, fue de los jugadores. Pero en una época muy poco feliz para mí me alegré muchísimo de aquel logro. Esos chicos en dos o tres años lo ganaron todo y después han tenido unas carreras espectaculares.
P. ¿Ha cambiado mucho la Euroliga en estos años?
E. M. Sí. He encontrado una competición y un calendario durísimos. Espero que en algún momento se sienten todos los estamentos para solucionar el tema político, y que hablen con los jugadores y entrenadores. No tiene ningún sentido que clubes que invierten millones de euros no puedan hacer una pretemporada seria con al menos 15 o 20 días de trabajo, para estar preparados física, técnica y mentalmente. Es una locura y si no lo solucionamos los jugadores cada vez tendrán más problemas. Llegan fundidos. La única manera de defenderse es armar plantillas de 15 jugadores donde la diferencia entre el jugador ocho y el 13 sea mínima, pero eso solo lo pueden hacer los grandes presupuestos.
S. R. La NBA son muchos partidos pero en menos meses, hay margen para la recuperación y el trabajo de mejora individual. Aquí, además, nos solemos olvidar de la cabeza y hay momentos en los que también dice basta. Es lo que me pasó a mí este verano [cuando renunció a disputar el Mundial con España]. Fue una temporada muy intensa, de mucha presión… Y, al final, o paras, o explotas. Es una pena que tengamos que llegar a ese punto. Estamos representados por estamentos muy importantes que deberían estar capacitados para ponerse de acuerdo…Esta cantidad de partidos hace que al final se pierda un poco el valor de cada uno. A todos nos encanta jugar al máximo nivel y ganar, pero el ritmo podría ser diferente.
P. A ese ritmo, la exigencia es además constante en la élite.
E. M. Esa es la gran diferencia con la NBA. El ritmo es muy parecido, pero el sentido de drama aquí está en cada partido, de Liga y de Euroliga. Allí trabajan sobre 80 partidos e incluso perdiendo cinco seguidos sigues con opciones de todo. Aquí son dos clasificaciones distintas de 34 jornadas, si pierdes cinco es un desastre absoluto. El valor de cada posesión aquí es mucho más alto que en un partido medio de la NBA. En EE UU viven el deporte más tranquilamente, pero los latinos no sabemos vivirlo sin tensión.
S. R. La presión que se tiene en el baloncesto europeo no se puede comparar con la NBA. Allí hay permiso para fallar en determinados momentos y después jugártelo todo en unas eliminatorias durísimas. Aquí te estás jugando un puesto en el playoff desde octubre y una cagada en noviembre te puede penalizar en abril para clasificarte o para tener una posición determinada. Después disputas una eliminatoria durísima de cuartos y, al final, te juegas todo el año en un fin de semana. Si no ganas parece un fracaso y hay muchos aspirantes. Esa exigencia requiere un alto porcentaje de concentración durante 10 meses.
P. ¿Cómo se defienden de ese calendario?
E. M. Los equipos invierten cada vez más recursos en fisioterapeutas, expertos en recuperación… El descanso es parte del entrenamiento. No puedes entrenar a gente cansada. Yo, por mis años, he entrenado jugadores cansados y mis seis años en la NBA me han abierto la mente en eso. Tienen razón ellos. No se puede añadir cansancio al cansancio porque llega un momento en el que se rompe todo. Hay que aumentar las sesiones de vídeo, individuales y colectivas, entrenar sin contacto físico o con contacto muy limitado… Necesitas entrenar más la cabeza de los jugadores y que los jugadores entrenen más con la cabeza que con las piernas. El entrenador, cada vez más, es un coordinador de expertos en distintas áreas de la medicina y el deporte. Es muy interesante vivirlo.
S. R. Con el tiempo vas aprendiendo lo que te viene bien, vas conociendo tu cuerpo, para saber cuándo parar o hacer un entrenamiento diferente… Y en eso tenemos mucha suerte porque Ettore lo entiende y sabe cómo organizarnos. Pero en semanas de cuatro partidos en siete días hay que saber alimentarse y descansar muy bien y saber pasar página de partido a partido para focalizar el siguiente. Vamos atropellados por los partidos. Solo podemos preparar la competición. El paso por la NBA se nota en la mejora técnica de los jugadores y en longevidad de las carreras. Tenemos unas facilidades médicas buenísimas, pero mentalmente la exigencia es brutal. Por eso, es muy importante identificar los momentos y, por eso, los grandes equipos ganan, porque saben apretar en el momento justo.
P. ¿Hay tiempo para disfrutar en mitad de esa vorágine?
E. M. Yo disfruto mucho del día a día, del entrenamiento, las reuniones, corregir, hablar, enfadarse… arreglar cosas, superar dificultades, buscar la unión como grupo. Pero de los partidos no disfruto nunca. Desde hace treinta y pico años vivo cada partido como un examen y así no se puede disfrutar para nada. Hay algo de masoquismo. Por eso en Milán pedí ser entrenador y presidente. Así puedo echar al entrenador cuando quiera (risas).
S. R. Diariamente intento recordar a los compañeros que disfruten, porque al final nos olvidamos muchas veces de que esto es un juego. Cuando entras en esta rutina y más con tanta presión es complicado aislar la esencia. Por eso hay que recordarlo constantemente. Valorar lo que tienes y la suerte de hacer lo que te gusta te ayuda a superar los momentos malos y a lograr los objetivos. Al principio hay una ilusión tremenda por cualquier cosa que te pasa. Por pisar un pabellón, por salir a jugar, por enfrentarte a un ídolo de pequeño… Y ahora igual, sigo teniendo los mismos nervios al comienzo de cada partido, sigo con ilusión por preparar las cosas bien, por seguir ganando. Aunque sea diferente, el nivel de disfrute es igual.
P. ¿Cómo se equilibran el rigor táctico y la libertad al talento?
E. M. Se equilibran a través de la relación entre los jugadores y el entrenador. El éxito es llegar a ver el juego de la misma manera, con las mismas gafas. No es un tema de dibujar sistemas en una pizarra sino de relaciones humanas. El entrenador siente cuando su mensaje llega, esa es la satisfacción más grande porque se cierra el círculo. El equipo es de los jugadores, el baloncesto es de los jugadores. Los entrenadores a veces acertamos en el cuándo hablar y qué decir, pero somos más decisivos en la preparación que en el propio partido. Durante el juego, muchas veces, hay que dejarles tranquilos y esperar que hagan lo que saben hacer.
S. R. La improvisación es importantísima en este juego. El entrenador que improvisa marca la diferencia. Eso hay que potenciarlo. Es una virtud del entrenador el ver cosas en determinado momento y poder cambiarlas sobre la marcha, aunque las haya preparado a conciencia. Es un plus importante. Los jugadores son los que juegan y el entrenador puede ayudar. En EE UU están más acostumbrados a eso. Los entrenadores que lo van asimilando y cuidan la parte mental del jugador van siendo mejores y los que no se van quedando un poco atrás.
P. ¿Con el paso de los años crece la comprensión mutua entre entrenadores y jugadores?
E. M. Es como tu primer hijo y el segundo. A pesar de la diferencia de edad lo entiendes mejor. Lástima por el primero que ha sufrido tus errores como padre, pero es la vida. Año tras año, entiendes mejor todo lo que les pasa por la cabeza. Es como lo que cuenta Popovich de Manu [Ginóbili]. Manu le volvía loco, pero Pop entendió que tenía que dejarle hacer sus cosas.
S. R. La mejor manera de vivir el baloncesto es como jugador, sin duda. Estas en la pista y puedes hacer cosas, tienes impacto sobre lo que pasa. Pero cuando llegas a una edad es difícil seguir jugando, pero el cuerpo y la mente me pedirán seguir unido al baloncesto. Antes no me veía como entrenador; ahora quizá sí. Pero cuando disfrutas tanto haciendo una cosa es difícil encontrar algo que te guste igual. Me fijo en Steve Kerr, por esa manera de entender el talento, de llevar al equipo y de dejar a la gente desarrollar su instinto. Seguiré relacionado con el baloncesto porque me gusta, disfruto mucho y sé… Después habrá que elegir, porque la vida del entrenador es compleja y no siempre depende de uno.
P. ¿Cómo analizan el fenómeno Doncic?
E. M. Lo que está haciendo es increíble. Estoy de acuerdo con los que le comparan con Larry Bird. De Bird decían que no tenía físico, que no era explosivo, que incluso estaba gordito en alguna época… Este igual, no tiene cambio de velocidad dicen, pero luego te mete el hombro contra el pecho y va. Y, sobre todo, tiene una personalidad irreal. Cuando has vivido dos Euroligas a altísimo nivel, como Doncic, has visto mucho baloncesto y mucha vida. Pasar esas experiencias te hace muy duro. Eso no es una temporada en el colegio ni un Duke-North Carolina. Aquí vives la exigencia de un Barça-Madrid o una Final Four y al llegar allí todo te parece una fiesta.
S. R. Lo que hace es tremendo para cualquier jugador, y más para un chico de 20 años. Es un fenómeno único y hay que disfrutarlo como aficionado. Engancha porque le ves disfrutar con lo que hace. Tiene mucho ganado porque es muy maduro y los años en el Madrid le sirvieron para aprender cómo manejar la presión. Su último año en Madrid, con la lesión de Sergi [Llull] tuvo que asumir muchísimo peso en el equipo y fue dominador de principio a fin siendo mvp de la Final Four. Eso le ha curtido hasta dominar en la NBA. No se sabe su techo. Lleva solo año y medio allí.
P. ¿Hacia dónde evoluciona el baloncesto y la NBA como precursora?
S. R. Es obvio que el baloncesto se está convirtiendo en un deporte muy físico. Cada vez es más difícil jugar, entrar a canasta, hay gente muy potente, pero la esencia del juego se mantiene. Las esencias siempre están por encima de las tendencias. El talento acaba abriéndose paso siempre. En la NBA, todo se ha focalizado en las superestrellas y en los contratos de los rookies, que han ganado mucha repercusión, presión y minutos. Estamos en una sociedad de consumo rápido y ellos son únicos en los highlights. Tienen mucha calidad y cantidad, todos los días puedes ver baloncesto y lo saben explotar muy bien.
E. M. La Euroliga y la NBA son dos entidades y dos mundos distintos y no tiene sentido compararlos. Son dos mundos distintos, En ambos se disfruta muchísimo. Aquí el producto en la cancha es muy bueno, cada año mejor y allí hay una estructura mundial, es la liga más importante del mundo. No se puede pensar en ser la nba europea, pero sí tener el orgullo de ser una gran liga europea. Allí es más fácil que cada año haya un campeón distinto y nuevos finalistas. Aquí, por temas de presupuestos, casi siempre son los mismos cinco o seis equipos los que pelean por el título. Después hay que velar por el juego. Si un equipo malo quiere jugar como los Warriors y tirar mucho de tres al final será un desastre. No vale lo mismo para todos. En cuanto al muro de que un entrenador europeo vaya allí como primer técnico, creo que alguien lo romperá pronto, dentro de un año, de dos o de cinco. Pero creo que antes llegará el hito de ver a una mujer al frente de un banquillo. El mundo nba está más abierto e interesado en la idea de tener una entrenadora mujer, pero también pasará para un entrenador europeo internacional. Aquí pasa lo mismo ¿Cuántos entrenadores americanos entrenan en Europa más allá de Pitino?
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