Rodrygo y Vinicius ganan oficio
Con goles de los jóvenes extremos brasileños, el Madrid se lleva en Brujas un partido sin brillo con el que enlaza diez encuentros sin perder por primera vez en dos años
El Madrid atornilló en Brujas una vuelta más su vieja versión de aquella solidez de cuando dominaba en el primer ciclo de Zidane. Sin fluir, se llevó el partido en el Jan Breyden impulsado por una versión rara de sus extremos brasileños, que marcaron sin aparecer apenas. Vinicius no regateó y Rodrygo casi no bailó con nadie. Y, sin embargo, por primera vez en dos años los blancos enlazaron su décimo partido sin perder, y, como hacía tiempo que no se veía, se llevaron un encuentro en el que nada se jugaban.
Y eso que el Real empezó gripado, tropezándose en los bordes sin pulir de las piezas sustituidas en un engranaje que llegó a fluir de maravilla en el partido contra el PSG en el Bernabéu, sobre todo hasta que se lesionó Hazard. Pero en el comienzo en Brujas se había desvanecido hasta el vuelo que, después de la caída del belga, cogió Vinicius contra el Espanyol. Impulsado por aquel despegue, el brasileño se lanzó como un desesperado a por lo primero que rondó sus dominios, un balón que avanzaba hacia Kossounou, en la línea de fondo. Vinicius iba tarde, pero voraz, y se llevó un córner. Al defensa costamarfileño no le arrancó nada más en todo el primer tiempo. Si acaso una falta en una carrera que agitó al público. El duelo dejó escenas insólitas: Vinicius renunciando a arrancar, aguardando si aparecía Mendy a ayudarle a sacudirse la sombra del marcaje. También trató de acompañarle Jovic, pero el serbio, duro en la faja, vivo en buscar aire para la pelota, no tiene la conversación de Benzema. Quién la tiene.
El panorama por la otra banda no pintaba mejor. Rodrygo deambulaba tirando desmarques a la nada. Al Madrid no le fluía el balón en el centro, con Isco impreciso, a ratos retórico, y Modric sin socios. En ese embudo se atascaban, mordidos por Vormer y Balanta, sin ver resquicios hacia las bandas. Tampoco a partir de los laterales. Odriozola, como el resto, maniobraba un instante más tarde que los belgas. Así que fueron ellos los que dieron el primer susto, con un remate a bocajarro de Tau que Areola se quitó de encima con los pies.
Los avisos del Madrid no nacieron del juego, sino de dos robos muy arriba de Casemiro, que sigue jugándolo todo, un último partido de fase de grupos sin incertidumbre para la competición y un 5-0 al Leganés hasta el final. Sí se tomaron un respiro, con la vista en el Valencia y el clásico, Courtois, Carvajal, Benzema y Valverde. Bale y Nacho también retrasaron el regreso de sus lesiones. Pero Casemiro siempre está. Sigue siendo quien mantiene la llama, sople el viento de donde sople. De la primera pelota que rebañó arriba, Vinicius sacó un pase que dejó solo a Jovic, pero su remate se estrelló contra Mignolet. De la segunda, Isco extrajo un disparo que se fue por poco.
La laboriosidad a trompicones del partido del Madrid era casi una empresa de minería. Dejó pocos destellos, como el balón al espacio con el que Modric inició la jugada del primer tanto. El lateral, a campo abierto, la puso atrás y Rodrygo, conchabado con el gol —cuatro en ocho remates en la Champions—, voleó con precisión clínica a la base del poste.
Apretado por un Brujas que aún miraba de reojo al Parque de los Príncipes, por si el Galatasaray le birlaba el tercer puesto que llevaba a la Europa League, el Madrid respiró. Fue algo fugaz: lo que tardó Militão en desperdiciar un pase ante Bonaventure, la pesadilla belga en el Bernabéu. Enseguida empató Vanaken y regresó la bruma, de la que salió el Madrid por la misma ruta por la que se alivió en el primer tiempo: a partir de Casemiro.
El brasileño lanzó una rosca que subió como un globo y cayó como una piedra sobre el área del Brujas, donde Jovic, toda la noche cazador de causas perdidas, se la domesticó a Rodrygo. Se enredó entre los defensas y el portero, y acabó taconeando sin querer un pase que no dejó escapar Vinicius. El brasileño encontró el gol, tan esquivo con él, en los últimos instantes de una actuación rarísima en la que apenas exhibió su repertorio de regates, engaños y fugas a la carrera. Negado al principio por Kossonou, esperó acontecimientos como si también tuviera el registro de francotirador.
Entonces ya compareció la caballería, precedida por un energético Brahim, dispuesto a todo con todos. Benzema y Valverde terminaron de dar aire al equipo, que cerró la cita con Modric marcando el gol que siempre marca Kroos. En una noche recia, el Madrid trazó de nuevo la línea recta de la solidez.
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