Ruanda combate la pobreza pagando fútbol de lujo

La Copa Cecafa, el torneo de selecciones más antiguo de África, celebrado desde 1926 y ahora bajo el manto de la FIFA, empieza mañana en Uganda con una ausencia anunciada en las últimas semanas: alegando dificultades financieras, Ruanda decidió no participar, después de haberse ausentado ya de la versión sub-17 del torneo y de la Challenge Cup femenina absoluta. Ruanda faltará mañana en Tanzania después de haber brillado solo tres días antes en el Parque de los Príncipes a lomos de Neymar y Mbappé. La noche del miércoles en París los jugadores del PSG estrenaron patrocinador en la espalda de la ropa de calentamiento: “Visit Rwanda [Visite Ruanda]”, la misma leyenda que aparece en la manga izquierda de las camisetas del Arsenal desde hace un año.

Después de cerrar en mayo de 2018 un acuerdo con el club londinense por el que paga unos 35 millones de euros en tres años, el pequeño país del corazón de África presentó el miércoles un pacto similar con el rutilante conjunto parisino que alinea a los dos futbolistas más caros de la historia. A través de su Consejo de Desarrollo (RDB), Ruanda pagará al PSG entre ocho y diez millones de euros, según publicó Le Figaro, por una alianza de tres años que el RDB considera “una oportunidad única de experimentar la impresionante belleza, cultura creativa, ambiente innovador y productos modernos y distintivos” del país.

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Además de en las camisetas de calentamiento, el mensaje se mostró varias veces durante el partido del miércoles contra el Nantes en los monitores de publicidad, y se verá en la manga de la equipación utilizada por el equipo femenino durante sus partidos. Aparte de eso, varios jugadores de la primera plantilla masculina y leyendas viajarán a Ruanda para algún evento.

El acuerdo con el PSG se ha recibido en Francia de manera mucho más pacífica que el del Arsenal en Inglaterra. Varios parlamentarios británicos —también alguno holandés— criticaron que un país al que enviaban ayuda para el desarrollo, y donde el 17% del presupuesto depende todavía de contribuciones externas —el 80% hace una década— dedicara fondos a lo que entendían que era financiar uno de los clubes de fútbol más ricos del mundo. Con 12,5 millones de habitantes, Ruanda aparece en el puesto 158 de 188 en el índice de desarrollo humano de la ONU, aunque mantiene un crecimiento anual del 5% y ha mejorado mucho en seguridad, mortalidad infantil y escolarización.

Siempre pobres

Les respondió la consejera delegada del RDB, Clare Akamanzi, abogada ruandesa nacida en 1979 de padres refugiados en Uganda, con un máster en Administración Pública en Harvard: “Quien critica nuestro acuerdo con el Arsenal argumentando que Ruanda es pobre o receptor de ayuda, o desea que Ruanda sea perpetuamente pobre o no entienden que en cualquier negocio los gastos de marketing son un componente clave de los desembolsos de la empresa”, escribió en Twitter. Y siguió: “Para los que preguntan si los fondos de promoción del turismo deberían haberse usado para agua o electricidad, dejen que se lo explique: las infraestructuras son importadas. El turismo es nuestra fuente número 1 de divisas. Cuando más gana Ruanda del turismo, más podemos invertir en nuestra gente”.

Otra tanda de las críticas británicas apuntaron a Paul Kagame, presidente ruandés desde 2000, el militar que acabó con el genocidio de 1994, reelegido en 2017 con casi el 99% de los votos en las primeras elecciones en las que la oposición logró sitio en el parlamento: dos partidos lograron dos escaños cada uno. Apenas se han oído voces críticas con el acuerdo en Francia, que vive con cierto sentimiento de culpa por su papel durante el genocidio en el que, sin apenas armas de fuego, los hutus mataron, con machetes y martillos, a 800.000 tutsis.

En julio de 2017, el periodista Patrick de Saint-Exupéry publicó en su revista XXI que el Gobierno francés había rearmado a los solados y milicianos hutus autores del genocidio. Sus revelaciones fueron el origen de la comisión de investigación creada hace unos meses por el presidente francés, Emmanuel Macron, para aclarar los hechos y abrir archivos.

“En los últimos 25 años Ruanda ha pasado de ser una nación conocida por la tragedia a un lugar vibrante con creatividad e innovación”, explicó Akamanzi el miércoles sobre el último movimiento de su país en esa dirección. Con el Arsenal y el PSG lo hace a través del fútbol, una vía con la que se encuentra con Qatar, propietario del club parisino, pequeño, pero rico emirato que genera recelos por sus simpatías islamistas y su relación con Irán. En un contexto de soledad en la región optó ya hace años por la diplomacia deportiva, en la que el brillo de Neymar y Mbappé, y sobre todo el Mundial de fútbol de 2022, conforman la cúspide de su despliegue de “poder blando”.

Los frutos de las inversiones en la industria del fútbol y su impacto global han animado movimientos recientes de su vecino Arabia Saudí, que, además del Dakar y otros eventos, se ha llevado tres ediciones de la nueva Supercopa española por 120 millones de euros pese a las críticas internacionales por sus violaciones de los derechos humanos.

La más modesta iniciativa ruandesa con el Arsenal provocó resultados inmediatos, según Akamanzi: una encuesta realizada antes del patrocinio entre 20.000 aficionados del club inglés en 30 países encontró que el 71% no veía Ruanda como una opción turística; un año después, el 51% decía que la campaña había aumentado las posibilidades de que lo pensaran.

El acuerdo con el PSG también prevé que a partir de la próxima temporada el Parque de los Príncipes sirva de manera exclusiva café y té ruandeses.