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De la obra a ser la mejor del mundo en fútbol playa

Carol González, la número uno mundial sobre la arena, es aparejadora, tiene el carnet de autobuses y quiere ser entrenadora

Carol González posa en el campo de fútbol playa de la Federación Andaluza en Málaga.
Carol González posa en el campo de fútbol playa de la Federación Andaluza en Málaga.García-Santos

Hablar de Carol González es hablar de los valores del deporte. Por muy manidas que estén, humildad, sacrificio y superación son las palabras que vienen a la mente al charlar con esta viguesa de 27 años, que este mes recibió en Dubái el galardón de mejor jugadora del mundo de fútbol playa, semanas después de proclamarse campeona del mundo con la selección española en los Juegos Mundiales de Arena disputados en Qatar. Hace cuatro años dio sus primeros pasos en ese deporte y hace seis trabajaba a pie de obra en una empresa de construcción en Galicia. González, con los pies en la tierra tan firmes como en la arena, domina el arte de compaginar: además de practicar el fútbol playa, milita en el Málaga de Segunda División, es aparejadora y tiene el carnet para conducir autobuses.

El fútbol lleva en la vida de Carol González desde que tiene memoria. Hija y hermana de árbitros, en su familia siempre le inculcaron la importancia de practicar un deporte. “Da igual cuál fuera, siempre era mejor que quedarse en casa”, recuerda. Y con ese espíritu bajaba al parque con su hermano y sus amigos para dar patadas al balón, como tantos otros niños y niñas que hoy están en la élite. A los 11 años, esa rapaza a la que los vecinos del barrio animaban cuando jugaba con los chicos se estrenó en el fútbol sala. Seis años más tarde, dio el salto al fútbol 11 con El Olivo, un club vigués cuya sección femenina desapareció hace dos temporadas y que llegó a estar en Primera en 2011. Oiarztun, Huelva, Oviedo y ahora Málaga han sido los destinos de Carol, que disfruta con cada viaje y cada ciudad nueva que conoce.

En 2015, Carol, que hasta entonces sólo había dado unos toques al balón con sus amigos en la playa, fue convocada por la selección gallega. Desde entonces, y hasta colgarse la medalla de oro en Doha, ha hecho lo posible por no dejar de pisar la arena. Esa fue una condición “innegociable” para firmar por el Málaga.

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Allá donde ha ido, la viguesa ha buscado el mar para seguir practicando. En Asturias, la lluvia era casi siempre la única compañera en sus entrenamientos en la playa de Poniente, en Gijón, a la que se desplazaba cada semana desde Oviedo. Allí perfeccionaba su técnica hasta sin portería, hasta que consiguió que un ferretero ovetense le ayudara a fabricarse una de PVC. “El sacrificio, el esfuerzo… merecen la pena, porque el fútbol me ha recompensado”, afirma. Un oro europeo y dos platas completan su palmarés internacional.

Sin embargo, la delantera insiste en que el deporte es una afición para ella, pero se siente afortunada de poder dedicarse a ello. “Aunque no me dé para vivir como los hombres”, apunta. El salario mínimo anual de un futbolista de Segunda División es, por ley, de 77.500 euros; 61.500 más que el sueldo por el que las jugadoras de Primera se fueron a la huelga la pasada jornada. Unas condiciones laborales que, de momento, no afectan a la categoría de Carol, que apoyó el paro de sus compañeras. “Hace diez años ni salíamos en televisión y hoy llenamos estadios. Hay cosas que se están haciendo bien, pero queda mucho camino”, opina. Por si acaso, tiene en la recámara el carnet para conducir autobuses, por recomendación de su padre y su hermano, que trabajan en la empresa de transporte urbano de Vigo, ya retirados del arbitraje.

La nueve del Málaga no ceja en su empeño de seguir dedicando su vida al fútbol pese a la desigualdad laboral. “Estoy estudiando para sacarme el carnet de entrenadora”, revela. Ya practica con niños de tres años. Pero Carol no se fija objetivos más allá de cada entrenamiento o partido. “Mi madre dice que si cuentas los sueños que tienes no se cumplen”, cuenta. Una máxima fundamental en la receta de su éxito. Un día soñó con ser reina de la arena. Y entre lágrimas dedicó ese título a su madre.

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