Los cabreos de Obradovic
Hay perfiles nacidos para desarrollarse en un entorno de alto rendimiento caiga quien caiga
Anda el Fenerbahçe con siete derrotas y tres victorias en la Euroliga y con Zeljko Obradovic muy cabreado con sus jugadores. Ha llegado a acusarlos de haberlo abandonado cuando lo había dado “todo por ellos”. En un tiempo muerto envió a Datome a lugares irreproducibles; también a Alí Muhammed, un clarísimo invento suyo; un buen jugador norteamericano (su nombre original es Bobby Dixon), cuya carrera como estrella europea jamás hubiera tenido el mismo recorrido de no haberse topado con el entrenador serbio en el camino.
Hay algo de justicia poética en esta pérdida de papeles del mito de vez en cuando. Nos devuelve un baloncesto profesional sin seres superiores. Y toda pérdida de control tiene su zona cero. Estábamos en la sexta jornada de competición, el Fenerbahçe dominaba su partido frente al Zalgiris Kaunas en Estambul, cuando un rarísimo cruce masivo de cables en las tres últimas posesiones nos dejó la imagen de un Zeljko incapaz de arreglar el entuerto.
Teorías hay para todos los gustos. Algunas sostienen que los entrenadores poco pueden hacer para cambiar realmente esos momentos. Que la llave la tiene siempre el jugador. ¿Hubiera sido igual de brillante la carrera del entrenador Obradovic, sin aquel milagro en forma de triple ganador de toda una Copa de Europa que le puso en bandeja su jugador Djordjevic? Es evidente que no. La suerte siempre desempeña un papel. Pero también es evidente que hay perfiles nacidos para desarrollarse en un entorno de alto rendimiento caiga quien caiga.
Me topé hace meses con una teoría sobre liderazgo que no aparece (todavía) en los libros de texto. Sostiene que existe un recurso que puede sonar esotérico y sin embargo es altamente efectivo para alguien que quiera liderar; la absoluta incapacidad para sentir la vergüenza ajena. Que nada que otros puedan decir o siquiera pensar en realidad nos incumba. La teoría debe colorearse más, pero pienso mucho en ella cada vez que veo a Zeljko en un tiempo muerto delante de sus jugadores, o manejándose con sus colegas o con la prensa antes o después de los partidos.
La carrera como entrenador de Obradovic sin aquel triple de Djordjevic claramente no hubiera sido la misma, pero probablemente a Zeljko le hubiera dado igual. Este tipo de líderes no pierde un solo minuto en lo que pudo haber sido y no fue, o en lo que otros les aconsejan que sea. El Obradovic que se sintió la semana pasada abandonado por sus jugadores, será exactamente el mismo que dentro de unas semanas les declare su amor eterno. O les mande definitivamente a sus casas. Lo que tenga que ser, será. El proyecto de Zeljko como entrenador no depende de un triple, de un partido o de los nueve títulos que ya acumula de la Euroliga.
He comentado en alguna carta anterior la reflexión que me hizo un entrenador de primer nivel sobre su diferencia básica de enfoque de la profesión con respecto a Zeljko. “Cuando entreno a un jugador —me decía el técnico—, tiendo a pensar en cómo le podría ayudar a mejorar, y eso me limita mucho como entrenador profesional. Sería más inteligente por mi parte enfocarme en lo que ese jugador podría hacer para ayudarme a mí a ganar”. No se les ocurra descartar todavía al Fenerbahçe de la Euroliga. Pero les anticipo que a Obradovic no le importara lo más mínimo que lo hagan.
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