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La cuenta atrás de Sergi Vidal

El alero, ‘temporero’ en Manresa con un futuro incierto, apura a los 38 años su último curso en la ACB después de dos décadas y 640 partidos en la élite

Faustino Sáez
Sergi Vidal
Sergi Vidalacbphoto

Seis días después de cumplir 20 años de carrera se quedó en el paro, pero apenas tardó 72 horas en firmar otro contrato temporal para estirar su viaje de resiliencia en la élite del baloncesto español. Sergi Vidal (Badalona, 38 años) vive estos días entre el presente inaprensible, el balance inevitable y la cuenta atrás irreversible. “No es una frase hecha. Disfruto cada día porque, a estas alturas, ya no sé cuándo será la última vez que voy a pisar una pista”, cuenta el alero en una charla con EL PAÍS vísperas de su debut este fin de semana con el Manresa. “Me cuesta decir un sí rotundo, pero casi seguro será mi última temporada y ojalá pueda jugarla entera”, afirma con incertidumbre.

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Pujante canterano del Joventut, capitán del histórico Baskonia campeón de Liga y Copa, damnificado del Madrid de Messina, y pieza de referencia en Gipuzkoa, Unicaja y de nuevo en la Penya, a Vidal se le trastocó la hoja de ruta hace dos años. “Me hubiera gustado acabar en Badalona, en mi casa, pero la realidad es que, después de cuatro años, dejé de contar para el entrenador y para el club. Mi idea no era retirarme aun, así que busqué opciones”. Apareció la del Breogán, en una aventura que acabó en calvario. “Al final de temporada me rompí el menisco, no pude ayudar al equipo a lograr el objetivo de la permanencia y, a partir de ahí, vino la operación y un trabajo durísimo durante el verano para poder volver a jugar al menos una temporada más”, explica Vidal.

Sergi Vidal, con el Manresa
Sergi Vidal, con el Manresaacbphoto

Su día a día se convirtió en una lucha personal y profesional. Una lucha contra el tiempo. “Me dieron unos plazos de cinco meses de rehabilitación, pero a los cuatro ya estaba entrenando. No tuve un día de vacaciones. Era clave ese trabajo para poder jugar esta temporada. Aun así, por plazos, llegaba justo para empezar la pretemporada y los equipos tuvieron dudas de mi estado…”. Con todas las plantillas cerradas, en agosto se incorporó al Manresa para apoyar al equipo catalán en la preparación veraniega. A finales de septiembre, el Fuenlabrada le ofreció un contrato de un mes para paliar su plaga de lesiones. “Es mucho más fácil tener una estabilidad y un contrato al menos de una temporada, pero es lo que me toca. Duele porque sé que todavía puedo ayudar y aportar mi experiencia; pero llega un momento en el que los clubes empiezan a mirar más el carnet que el nombre o la carrera... y las puertas se van cerrando”. Se cerró la del Fuenlabrada y, de nuevo como temporero de lujo, se abrieron las del Manresa que, poniendo en valor su trabajo en verano, le ofreció otro contrato parcial para cubrir la baja de Pere Tomás. “No sé que pasará cuando se recupere dentro de unas semanas. De momento, disfruto de estar en un equipo peleón, como yo”, reconoce Vidal.

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Héroe de las ventanas que desembocaron en el título Mundial, espera con anhelo su réplica de la medalla, y tercer jugador en activo con más partidos en la ACB (640), solo por detrás de Felipe Reyes (802) y Fran Vázquez (644), Vidal repasa con mirada nostálgica, resabiada y orgullosa una carrera que ha vivido con la mandíbula apretada. “Nunca me he dado mucha tregua ni me he permitido levantar el pie del acelerador. El más duro conmigo siempre he sido yo”. Carácter Baskonia con la clara influencia de Ivanovic. “Dusko marcó mi mentalidad y mi manera de jugar, sin duda. Como he sobrevivido hablo bien de él. Pau Ribas comparó trabajar con él con subir el Tourmalet, yo lo compararía con el ejército. No he estado, pero cuando veo películas me veo ahí reflejado. Como en Titanes… cuando salían a correr por las montañas… la realidad supera a la ficción. Hay cosas que no son de contarlas sino de sentirlas”, relata. “Yo he sido de los que no ha pensado mucho en sí mismo y luego arrastras consecuencias para toda tu vida, por haber hecho el animal. Se juega muchas veces con dolor”, analiza ya sin cuentas pendientes. “El mayor orgullo es sentir el cariño y el reconocimiento en las canchas en las que he jugado. Siempre he intentado transmitir cosas, en la pista o desde el banquillo y la gente valora el compromiso. He tratado de no poner nunca malas caras por mucha mierda que llevara dentro y de estar preparado para aprovechar cada oportunidad. Si echo la vista a tras no puedo quejarme. He podido ganar títulos, he vivido momentos brutales, he jugado en la selección, he conocido personas increíbles... No tengo espinitas clavadas”.

Y, a estas alturas, ¿por qué pelea Sergi Vidal? “Cuando empiezas, la exigencia es por demostrar, por hacerte un nombre; luego, por mantenerte; después por ganar, por cumplir retos... Yo ya no peleo por eso. Juego para disfrutar, para ayudar a mi equipo y, especialmente a los jóvenes. Hay muchísimas cosas que no saben que se van a encontrar”. Entre sus planes de futuro, asesorar a esos jóvenes en la gestión de sus careras, atender una empresa de eventos deportivos y otro negocio de tiendas de frutos secos. Mientras tanto y como último deseo despedirse de alguna de sus canchas emblemáticas. “Sobre todo en Vitoria. El Baskonia es el club más especial para mí. Allí pasé 9 años, prácticamente la mitad de mi carrera. Mi crecimiento personal y mi madurez llegaron allí. No sé cuando jugamos en el Buesa, pero me gustaría despedirme de su afición”. Sin saberlo, estaba mandando una carta a los Reyes Magos. El Baskonia-Manresa se juega el 5 de enero. Ese es el primer hito en la peleada cuenta atrás de Sergi Vidal.

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Sobre la firma

Faustino Sáez
Es redactor de deportes del diario EL PAÍS, especializado en baloncesto. Además del seguimiento de ACB y Euroliga, ha cubierto in situ Copas, Final Four, Europeos y Mundiales con las selecciones masculina y femenina. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS.

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