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El ‘momento Bannister’ del maratón

Los protagonistas de la carrera apelan al espíritu del primer atleta que bajó de cuatro minutos en la milla

Eliud Kipchoge, tras batir el récord en Viena.Vídeo: Ronald Zak (AP) / EPV
Carlos Arribas

En la ciudad de Freud triunfa Eliud Kipchoge, un granjero keniano de respuestas cortas e ideas claras que, seguramente, nunca se habría tumbado en su diván y que, en la rueda de prensa posterior a su viaje a la luna del maratón, pregunta en alto a los periodistas: ¿cuántos tenéis más de 65 años? Levantan el brazo tres, cuatro, una gota mínima entre las decenas presentes. “Vosotros”, dice, “sois los únicos de aquí que estabais vivos cuando Bannister bajó de los cuatro minutos en la milla, y, sin embargo, todos sabemos quién fue Bannister. Y yo también espero que dentro de 65 años todos hablen de mí igual, porque yo también he entrado en la historia”.

Bannister alcanzó en 1954 el primer Everest del atletismo, y, pese a las diferencias estéticas -Bannister, un neurólogo, afiló los clavos de sus zapatillas en el torno del laboratorio de Londres en el que investigaba, colgó la bata, se comió un sándwich y tomó un tren en Paddington para Oxford, donde le esperaban sus liebres y la pista; Kipchoge ha sido la piedra angular de un costoso proyecto-, el fundamento era el mismo: un atleta y un objetivo único en una carrera especial, una contrarreloj. Bannister fue, junto al australiano John Landy y el norteamericano Wes Santee, uno de los tres atletas de la posguerra que en tres continentes diferentes compitieron por ser el primero que superaba una barrera que se creía imposible. Lo hicieron como había ascendido el Everest Hillary un año antes, para saber qué había ahí.

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Con la misma curiosidad de explorador emprendió Kipchoge el camino de las dos horas del maratón, una distancia que, pese a las apariencias, nunca se corrió en los Juegos Olímpicos de la antigüedad y que vive en el siglo XXI un apogeo único. Para dar un toque griego a los Juegos de Atenas de 1896, el barón Pierre de Coubertin instituyó una carrera de fondo que recordara al soldado Filípides, el heraldo que a pie corrió hasta Atenas, a unos 40 kilómetros, para anunciar la victoria del ejército griego en Maratón, en el año 490 antes de Cristo. En los Juegos de Londres de 1908 se fijó la distancia estándar de 42,195 kilómetros (las 26 millas y 218 yardas que van desde el palacio de Windsor, de donde partió, hasta la llegada frente al palco real en el estadio olímpico) y, a la vez que se multiplicaban las maratones profesionales por todo un mundo (Boston, Londres) fascinado por la distancia que ponía a prueba la capacidad de resistencia humana, comenzó la lucha contra el tiempo.

En 110 años de récords oficiales, los reconocidos por la federación internacional de atletismo, desde las 2h 55m 18s de Johnny Hayes en Londres, hasta las 2h 1m 39s de Kipchoge en 2018, la plusmarca mundial de maratón se ha mejorado en casi 54 minutos. El récord descendió a grandes mordiscos al comienzo (solo se necesitaron 17 años para bajar de las 2h 30m), coincidiendo con la primera popularización de la prueba. Precisó de 38 años para bajar de las 2h 15m (2h 14m 28s, Leonard Edelen, en 1963) y solo cuatro más, Derek Clayton, en 1967, para superar la barrera de las 2h 10m. Y, pese a que en aquella década, gracias a la figura del etíope Abebe Bikila, doble campeón olímpico en 1960 y 1964, que le dio su aura mística a la carrera, se produjo el gran boom de la distancia en Estados Unidos y Europa occidental, y prendió la llama en África, el récord del maratón entró en su gran meseta. Para reducir el récord cinco minutos se precisó de 36 años más (2003, Paul Tergat, 2h 4m 55s) y en los últimos 15 años solo ha bajado tres minutos, pese a todas las mejoras en entrenamientos, preparación, nutrición y zapatillas.

Según las normas de la IAAF, la asociación internacional de atletismo, que prohíben liebres que se releven, la frontera de las dos horas aún está lejana. Según ha podido comprobar el mundo, Kipchoge la ha franqueado. Ha corrido en menos de dos horas y no ha perecido en el intento. Ha culminado el momento Bannister del maratón. Una victoria del espíritu, según la liebre Bernard Lagat. “El espíritu es el de que no hay barreras. Es lo que hemos demostrado, el espíritu de Roger Bannister”. Y Henrik, el mayor de los hermanos Ingebrigtsen, remacha: “Esperábamos desde hace mucho este momento Bannister del maratón. Este será el primero de muchos maratones por debajo de dos horas. Eliud simplemente ha demostrado que es posible”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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