El Barcelona, un barril de pólvora
Bartomeu necesita la Champions, el torneo de Mirotic, De Jong, Griezmann, Neymar y Cindric, un reto tan fascinante como preocupante resulta el riesgo
A la espera de Abrines, el Barça ha completado un equipo de baloncesto de ensueño con Mirotic, Davies y Higgins. También ha fichado a un jugador que marca diferencias en el balonmano: Cindric. Enriqueció la plantilla de fútbol sala con Daniel y en la de hockey patines incorporó a la estrella Helder Nunes. Habrá cola para entrar en el Palau.
A la presentación de De Jong, seguirá la de Griezmann y después ya se verá qué pasa con Neymar y De Ligt, cuyo futuro solo parece conocer Bartomeu. El presidente está al tanto como vicepresidente de cuanto sucede en el mercado, contenta a los cruyffistas, perdona a los arrepentidos, se desvive por satisfacer a Messi y se siente tan a gusto que si quisiera incluso podría permitirse el lujo de reincorporar a Rosell. Habrá traca seguramente en el Camp Nou.
El escaparate deslumbra a los millones de fans del Barça. ¿A quién le preocupa que dimita el cuarto vicepresidente en cuatro años? ¿Es grave que los directivos discutan sobre la política deportiva del club? ¿La precaria situación del mánager Segura alterará la composición de la plantilla si hasta se dio por destituido a Valverde? ¿Qué trascendencia tiene que los técnicos del fútbol base no sepan si van a seguir hasta el 30-J?
No pasó nada cuando se condenó al club por delito fiscal en el caso Neymar. Tampoco hay quejas por la demora del Espai Barça. Ni se presiona por los title rights desde que la junta aspira al mejor contrato de Europa. ¿Qué importancia se da al canje de Cillessen por Neto simplemente para cuadrar las cuentas del ejercicio 2018-2019?
Hay cuitas entre pedagogos y futboleros en La Masia. Los ejecutivos que salen del club alertan sobre la situación financiera y la organización en el Camp Nou. Y se asumió sin rubor que la deuda neta era de 157 millones y no de 500 porque ha cambiado el criterio contable y ahora se aplica el de LaLiga y no el que llevó a la actual directiva a formalizar una acción de responsabilidad contra la anterior junta en 2010.
A falta de carisma, Bartomeu impone una sonrisa que le permite relativizar cualquier problema, imposible diferenciar los errores graves de los banales, distinguir lo importante de lo superfluo, como si todo fuera la misma cosa y diera igual que la manejaran los propagandistas que los críticos del Barça. Un relato único para ser vendido en el mundo con plataformas como Innovation Hub o Masia 360º y asumido en casa con la excusa de que si no sale es por la competencia de los clubes-estado y del poder convincente de Florentino.
LaLiga, el campeonato que habla de Mestre y de Segura, de cuanto sucede aquí, no trasciende; solo le sirvió a Bartomeu para sobrevivir. Ahora necesita la Champions, el torneo de Mirotic, De Jong, Griezmann, Neymar y Cindric, para culminar el mandato hasta 2021. Y la gent blaugrana, complacida o no, tal vez anestesiada o, si se quiere expectante con el club que se dibuja en el futuro cuando manden Xavi, Iniesta, Puyol y Piqué, y ya no esté Messi, parece dispuesta a esperar, a ver si se da el triplete como en 2015. El reto es tan fascinante como preocupante resulta el riesgo. A falta de gestión y también de control social, el Barça se levanta hoy como una de esas grandes casas de payés amenazada de incendio por la maleza, expuesta a arder con una colilla, mientras aguarda la lluvia de los títulos. Bartomeu se sienta en un barril de pólvora en el Palau y el Camp Nou.
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