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La contrarreloj premia a Enric Mas y castiga al Movistar

El equipo de Landa y Nairo pierde más de lo que esperaba en los 27 kilómetros de Bruselas, donde el Jumbo se consolida

Carlos Arribas
El equipo Jumbo Visma, durante la crono.
El equipo Jumbo Visma, durante la crono.Christophe Ena (AP)

Las contrarrelojes por equipos hacen del ciclista el engranaje de una máquina que quiere atravesar el aire como una cuchilla de afeitar y del escalador un ser que rezonga y sufre como un pájaro con las alas heridas.

Terminan y se encierran en el autobús o regresan cabizbajos al rodillo de enfriamiento, y suspiran aliviados porque han sobrevivido, pero en la cabeza les queda siempre algo que les molesta, y no saben cómo echarlo fuera. Con la facilidad que tiene para parecer indiferente (sin serlo), Landa relativiza la historia con frases del tipo, bueno, ya lo hemos pasado, no ha sido tan duro, nos hemos organizado bien, no hemos perdido mucho… Con la facilidad que tiene para sentirse agraviado como todos aquellos que se creen cargados de razones, Nairo da la vuelta a la historia y lamenta haber perdido más de lo esperado, añadiendo después un “pero ya sabíamos que iba a ser así…”

El equipo de ambos, el Movistar, fue justamente uno de los peores entre aquellos que tienen corredores que piensan que pueden ganar el Tour. Terminó el 17º de 22 (solo mejor, entre los grandes, que el Trek de Porte y el Ag2r de Bardet), con lo que salen de Bélgica a 45s de Egan Bernal y Geraint Thomas (Ineos), la referencia de una general liderada aún por el holandés Teunissen después de que su Jumbo demostrara a sus vecinos y al mundo por qué Holanda es tanto el país de los tulipanes como de los grandes rodadores que la gozan peleando con el viento en los diques sin fin. A Pinot le tienen ya a 33s, a Nibali a 29s, a Adam Yates a 24s, y a Fuglsang, renqueante tras la caída, a 24s.

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Enric Mas, el mejor español, está a 1s solo de Bernal y, novato aprendiz como quiere sentirse, no le gusta. Querría haber estado por delante y pensaba que era el puesto que le correspondía teniendo en cuenta que a su equipo, el Deceuninck, tan belga como los mejillones con papafritas, le habría encantado ganar en su pueblo. Terminó su trabajo antes de los Jumbo desbocados y Mas se desesperó porque se habían quedado a 1s del Ineos. Sin tiempo para reflexionar apenas exageró tremendista con eso de más vale perder por 10 que por uno, porque entonces piensas que tus errores son los culpables de la derrota y hasta afirmó haber cometido un par de errores a rueda entre sus compañeros gigantescos. “Pero no diré cuáles, por supuesto. Ya he hablado mucho”, dijo. Después el Jumbo pasó como una bala, 21s menos, y le devolvió la calma al escalador que más encarna las esperanzas españolas.

“Tampoco ha estado tan mal la prueba, teniendo en cuenta la desigualdad de los perfiles del equipo”, dice Eusebio Unzue de su Movistar, y habla de los escaladores, claro, que todo lo frenan.

Rodadores y escaladores

Los sabios de los ordenadores, los que programan las maquinarias, dicen que es cuestión de vatios. Y los vatios, añaden, como todo el mundo sabe, es la medida del talento. Y muchos les creen y repiten sus discursos sobre la diferencia entre vatios absolutos, los de las bestias como Tony Martin (del avasallador Jumbo) o el Stefan Küng del Groupama que se mete a Thibaut Pinot en el bolsillo, a los que parece no costarles trabajo rodar a más de 57 por hora, y vatios relativos, los de los escaladores, pobrecitos. Los rodadores disfrutan ganándole al viento y terminan con el subidón anímico que les depara haber liberado toda su energía, y las endorfinas y la adrenalina les recompensan.

Los escaladores asienten, no quieren polémicas, pero saben que no es así, no es así. Mas, Landa, Nairo, el silente Bernal, saben que la razón del malestar cercano a la náusea que sufren durante la prueba cronometrada encasquetados entre culones por los bulevares anchos y arbolados de la capital de Europa, y los tubulares rozándose a 60, y la cabra brincando en todos los baches, no tiene nada que ver con el miedo, aunque lo parezca, sino que nace solo de su sed de libertad. Es contrario a la naturaleza de un ciclista, mantienen, hacerse máquina entre brutos similares. Uno se hace ciclista, ellos se hacen ciclistas, para huir de la masa, para lanzarse solos en las montañas, mirar para atrás y no ver a nadie, mirar adelante para ver la carretera que se empina, y vuelan.

Sus primeras montañas, lo saben, llegarán antes de lo que se piensan los rodadores que la gozan en Bélgica.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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