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Nadal y Federer, reencuentro en París

El número dos arrolla a Nishikori (6-1, 6-1 y 6-3, en 1h 51m) y el suizo se deshace de Wawrinka (7-6, 4-6, 7-6 y 6-4, en 3h 35m) para citarse en las semifinales del grande galo, donde no se medían desde 2011

Alejandro Ciriza
Nishikori y Nadal hablan con el supervisor antes de la suspensión, este martes en París.
Nishikori y Nadal hablan con el supervisor antes de la suspensión, este martes en París.THOMAS SAMSON (AFP)

Viéndole el gesto, torcido y a disgusto todo el rato, Kei Nishikori seguramente le daría una y mil vueltas a la cabeza, y pensaría una y otra vez mientras recibía los proyectiles: ¿Por qué diablos me enredé ayer? ¿Quién me mandaría haberme metido en el lío con Benoit Paire, con esa inoportuna y hasta cierto punto incomprensible pechada de cuatro horas? Y el sobreesfuerzo tuvo peaje: Rafael Nadal, fresco como una lechuga y ya en la estación de las semifinales, le infligió un severísimo castigo de inicio a fin. 6-1, 6-1 y 6-3, en 1h 51m. Es decir, avanzan los días parisinos y la vida sigue exactamente igual, porque el mallorquín sigue ganando vuelo y aterriza de momento en la penúltima parada del torneo, punto que históricamente siempre ha superado.

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Ahí espera el viernes Le Magnifique Roger Federer, que a sus 37 años, cerca de los 38, continúa reescribiendo la historia y sorprendiendo. Después de tres cursos sin pisar la arcilla, el suizo se deshizo de Stan Wawrinka (7-6, 4-6, 7-6 y 6-4, en 3h 35m) y se reencontrará con el rival que históricamente más daño le ha hecho (23-15 en los cruces hasta ahora), aunque en los últimos tiempos domina: ha ganado los cinco últimos enfrentamientos; eso sí, todos ellos sobre rápida. En arena, Nadal manda holgadamente (13-2), y los antecedentes en Roland Garros reflejan un 5-0 a su favor. La última vez que se toparon en el Bois de Boulogne fue en la final de 2011.

Está Nadal donde quería y como quería, haciéndose grande, inmenso para el rival, y ganando su bola revoluciones para intimidar a aquellos que progresan por las otras ramas del cuadro. Se portó este muy bien con él, como si fuera su mejor amigo, y le deparó hace dos semanas un trazado amable que el balear va comiéndose a mordiscos, con gratitud. Llega Nadal a la penúltima ronda sin apenas manchas en la camiseta, con solo un par de lapsus bien resueltos (por ponerle algún pero) y con la sensación de que todavía puede activar el turbo y dar uno, dos o tres acelerones si la situación así lo exige. Que no hasta ahora.

En la grada de la pista central, los bocadillos de media tarde desprendían el olorcillo a queso francés, mientras el cableado aéreo que cruza de un lado a otro el complejo emitía el extraño sonido que acompaña a los periodistas en la tribuna alta: parecen ranas croando, pero no lo son. Luego se sumaron al ambiente los truenos amenazantes y la oscuridad, porque la luz se fue apagando. Se venía venir la tormenta sobre París, tal vez el agua y en consecuencia los retrasos y esas esperas tan angustiosas para el tenista, de modo que Nadal puso la directa desde el primer parcial y fue arañándole breaks al japonés, siete en total, para cerrar lo antes posible y retirarse al hotel.

Volvió el agua... y una hora de suspensión

Nishikori, mientras, estaba hecho un cromo y tenía que ser atendido del hombro derecho cuando había perdido ya los dos primeros sets. A la fatiga –llegaba con cuatro horas más que Nadal en pista– se añadía el que no tocaba la pelota limpia y, por si fuera poco, en el único instante que su juego ganó algo de vidilla, en el tercero ya, el cielo se volvió en su contra cuando el reloj marcaba las 17.25, 1h 41m de partido: se encapotó y se ennegreció, los truenos fueron elevando la voz y los relámpagos se sumaron la fiesta meteorológica.

Apareció entonces el supervisor de la organización y aunque se llevase una reprimenda del aficionado en forma de silbidos, ordenó la suspensión. Jugadores al vestuario, tromba de agua durante un cuarto de hora y paraguas, lonas sobre la arena; el ritual de toda la vida en Roland Garros, como si el viejo francés quisiera recuperar las costumbres de siempre, porque a lo largo de esta edición el tiempo se había portado muy bien y había respetado, y no se había decretado ninguna interrupción a causa de las nubes. El próximo año no ocurrirá, al menos en la pista principal: habrá cubierta retráctil.

Lógicamente, en paralelo, ocurría lo mismo en la Suzanne Lenglen, mientras se batían Roger Federer y Stan Wawrinka (7-6, 4-6, 7-6 y 3-3 a favor del primero, en el instante de la detención). Y a eso de las 18.40, cuando había pasado una hora y cuarto, y ya había escampado, se reinició la marcha y la acción continuó en uno y otro lado. En la central, Nadal siguió atormentando a Nishikori (tardó 10 minutos en cerrar) y batiendo las alas con fuerza para sobrevolar las semifinales del major parisino. Allí espera él, sin rasguños significativos en la armadura y después de cinco partidos en los que ha cedido únicamente un set. Imperial, ya diluvie, granice o nieve en París.

RESULTADOS. MARTES 4

CUADRO MASCULINO: Rafael Nadal, 6-1, 6-1 y 6-3 a Kei Nishikori; Roger Federer, 7-6, 4-6, 7-6 y 6-4 a Stan Wawrinka.

CUADRO FEMENINO: Johanna Konta, 6-1 y 6-4 a Sloane Stephens.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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