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La Copa de la Reina Sofía

La primera edición se jugó en 1981, toda en un fin de semana, con escaso público y una organización muy ‘amateur’

Las jugadoras del equipo gallego del Karbo celebran el título de la Copa de la Reina de 1981
Las jugadoras del equipo gallego del Karbo celebran el título de la Copa de la Reina de 1981

La espléndida final de chicas del pasado sábado en Granada, con la reina Letizia entregando la Copa, tiene un lejano precedente que permite medir el tremendo salto vivido estos años. Fue a finales de junio de 1981, a los pocos meses de que por fin fuera legalizadoel fútbol femenino. Un grupo de entusiastas puso en marcha la primera Copa de la Reina Sofía tras solicitar y conseguir de esta la utilización de su nombre.

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El ayuntamiento de Tarragona se hizo cargo de la organización con un presupuesto de un millón de pesetas. El adalid fue Agustí Mallol, uno de los precursores del fútbol femenino. Convocó a 16 equipos, procedentes de cualquier parte de España. Se jugó en cuatro liguillas, y luego se enfrentó a las cuatro campeonas en semifinales y final. Campos de Tercera, salvo la final, que se disputó en el campo del Nàstic. La arbitró Crespo Aurré, de Primera.

Por supuesto, todo puramente amateur. Viajes en autobús desde cualquier parte, todas alojadas en la Universidad Laboral. Y un desarrollo relámpago: empezó el viernes 26 a las 9.00 y la final se jugó el domingo 28. José Mañana, entrenador, delegado, utilero y alma máter del Karbo, que salió campeón, recuerda que eran partidos a dos tiempos de media hora; salvo la final, de dos tiempos de 40 minutos, como eran los juveniles entonces. Cada equipo jugó dos partidos viernes y sábado.

La historia del Karbo resume esa época. Era de A Coruña y su nombre responde a los apellidos del matrimonio Ramón Carrasco y Mari Carmen Borrego, que tenían un colegio en la ciudad gallega y decidieron estimular el fútbol entre chicas. Al cabo de un tiempo, consiguieron que el Depor les medio acogiera y para entonces ya se llamaban Karbo Deportivo de La Coruña. Allí concurrieron otros equipos que jugaban bajo la bandera de un club mayor y otros de nombres lejanos a las tradicionales marcas futbolísticas. El grupo de Salou lo compusieron Barcelona, Sabadell y Granollers. El de Vilaseca, Arvebol de Cardona, Ricard Las Palmas, Valladolid y Español; el de Torredembarra, Las Palmas, Bilbao, Catalunya y San Adrià; y el de Torreforta, Punta del Este de Tarragona, CIDE Mallorca, Ciudad Condal y Karbo. Falló el Pontevedra, única baja de última hora.

Llovió mucho y fue un fracaso de público, con lo que Mallol no cubrió el presupuesto, pero no lo lamentó. Solo hubo bastante público en la final, por una feliz circunstancia casual que me relata con gracia Lis Franco, autora de los dos goles que dieron la victoria (2-1) a las suyas en la final: “Mi familia veraneaba en Torredembarra desde que yo era niña. Éramos una familia muy grande, con muchos tíos y primos, y éramos populares allí, porque mi padre fue jugador de fútbol conocido. Así que cuando llegó la final, la mitad de Torredembarra fue a verme y les di la alegría de marcar los dos goles”.

El padre de Lis fue el delantero centro de la delantera más célebre de la historia del Depor: Corcuera, Oswaldo, Franco, Moll y Tino, de la que los primeros cuatro eran sudamericanos, y el último, un canterano de la casa. Aún recita con orgullo aquel cinco que bautizó como Orquesta Canaro el periodista Ponte Patiño, evocando la entonces celebérrima orquesta de Francisco Canarozzo, un uruguayo-argentino que llevó el jazz a Argentina y extendió el tango por Europa.

“Yo nací en Caracas porque mi padre entonces estaba de seleccionador en Venezuela, pero mi vida es A Coruña, claro. Recuerdo aquello, era otro tiempo. Viajamos en autobús, salimos a medianoche, durmiendo en el asiento, nos amaneció en Zaragoza. Recuerdo que estábamos deseando llegar allí para pillar autopista, ¡y nada más entrar se averió el autobús! Fue todo muy fatigoso, pero muy divertido”, explica Franco.

—¿Y la final?

—“Fuimos pasando partidos con cierta facilidad, pero la final impresionaba. Más a mí, por toda la gente que vino. Ellas se adelantaron, pero había llovido mucho, el campo estaba embarrado, y claro, ellas canarias y nosotras gallegas… Le dimos la vuelta con dos goles míos y fue el acabose”.

Regresaron en tren, otro viaje interminable, pero les recibió una multitud que les compensó del viaje y la fatiga. El Karbo sería cuatro veces más campeón de España, en torneos ya de carácter oficial. Con el tiempo se disolvió por falta de fondos, como les fue pasando a casi todos los equipos de la época. José Mañana lo recuerda así: “Empezó a entrar el profesionalismo, nos fuimos metiendo en unos gastos imposibles, y muchos tuvimos que cerrar”.

Lis estudió Derecho y ahora es periodista muy conocida en A Coruña, aparte de dirigir un club de pádel. El sábado le emocionó la final de Granada. ¡Todo tan diferente! “No sentí envidia. Sentí una gran satisfacción”.

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