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El Celta aprovecha las rebajas del Barcelona

El equipo gallego derrota a un rival abarrotado de suplentes o jugadores del filial y se sitúa al filo de sellar la permanencia

Maxi Gómez y Iago Aspas celebran el primer gol del Celta.
Maxi Gómez y Iago Aspas celebran el primer gol del Celta.OSCAR DEL POZO (AFP)

El Barcelona se descafeinó ante un rival excitado y fue de más a menos ante el Celta, que le superó para situarse muy cerca de salvar una campaña que tuvo cuesta arriba. Ahora, con 40 puntos, 15 de ellos logrados en las últimas ocho jornadas, el equipo gallego afronta el futuro con la esperanza casi cierta de un final feliz a tanta pesadilla. El más inmediato le vuelve la mirada hacia lo que hagan este domingo el Girona y, sobre todo, el Valladolid, que tienen la posibilidad de elevar el listón preciso para quedarse en Primera.

El Barcelona fue un convidado sin apenas voz en la fiesta del Celta. La ambición por completar el triplete con el reto inmediato de la visita a Anfield rebajó la alineación del Barcelona hasta límites inauditos, más todavía cuando nada más echar a rodar la pelota Dembélé volvió a cubrir una estación más de su calvario muscular. El francés sufrió una lesión en los isquiotibiales de la pierna derecha, y este domingo se le harán más pruebas aunque difícilmente pueda llegar al encuentro europeo del martes.

Ninguno de los titulares que designó Valverde en Balaídos tuvo ese rol en el partido de ida contra el Liverpool y tampoco parece que lo vaya a tener en el duelo que definirá el acceso a la final de la Champions; si acaso quizás Arthur cuente para Valverde en Liverpool. En Vigo al menos lo retiró del campo a la hora de partido y le dio el resto de minutos a Arturo Vidal.

En este tipo de ocasiones se les da rienda a futbolistas que parten dispuestos a cumplir el trámite, pero también a alguno que entiende que está ante un escaparate. Y en el Barcelona había género por mostrar, el de Riqui Puig por ejemplo, al que se le empieza a designar como el guardián de un estilo sobre el que se debate. Tanta expectativa despierta el joven Puig en su amanecer futbolístico que existe el peligro de sublimarlo. Y todo lo que sube, baja. En todo caso el chico es una delicia. Durante bastantes minutos orientó el fútbol de su equipo desde el pasadizo del ocho. Luego decayó. El Barcelona comenzó gustoso, con capacidad para trabajar en el campo del Celta. Movió la pelota y al rival, le hizo sufrir. Pero le faltó reprís en los últimos metros porque Boateng no llegó a sintonizar con el partido, Malcom se perdió en caracoleos y los centrocampistas fueron más pasadores que llegadores.

El Celta trató de hacerse fuerte en el repliegue. Como no tenía delante un rival que le plantease balones cruzados al área hasta pareció sólido en defensa y al filo de la media hora empezó a soltarse porque descendió la velocidad de balón del rival, subió líneas y comenzó a recuperar la pelota lejos de su portería. Fue un alivio para el equipo de Fran Escribá, apenas incomodado en los últimos metros por un remate del lateral Wagué, tras robo de Puig. El partido había cambiado al cierre de la primera mitad. El Celta ya parecía acoplado a lo que le pedía el Barcelona. Y regresó del parón con otro tono.

Llegó un gol. Lo marcó Araújo después de que Cillesen sacase en extraordinaria parada un testarazo de Cabral, pero la fiesta local no pasó el filtro del videoarbitraje, que trazó paralelas y delimitó que el pie del central mexicano estaba unos centímetros más adelantado que el de Malcom. Con la tecnología ya nadie está en línea.

El Celta subió su zaga, buscó al rival y tapó los suministros a Aleñá y sobre todo al liviano Puig. El Barcelona había avisado con un intento de Collado, un debutante que fue alternativa al lesionado Dembélé, pero ya se había convertido en sufridor porque cada balón perdido le penalizaba, atento el Celta a las transiciones.

Maxi Gómez falló la primera, pero no la segunda. Y era mucho más complicada de embocar. Fue un golazo que define a un delantero que con apenas 22 años es un cheque al portador para el Celta. Fino, enfocado, adaptado como un guante al fútbol europeo, Maxi no deja de sorprender. Con Aspas cerca es más, obviamente.

Y sin embargo en este partido Aspas no acabó de conectarse. No lo hizo y aún así marcó. Selló la victoria de su equipo con un gol de penalti sobre la hora tras mano de Umtiti, de la que alertaron los árbitros al mando del vídeo. El Barcelona ya había desaparecido, incapaz de impedir que el Celta se defendiese con la pelota. Perdió el alma con el que había iniciado el partido y avanzó hacia el trámite. En definitiva hacia la derrota.

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