La grandeza de la Penya

Una entidad deportiva ha de ser realmente especial para mantenerse como tal en la era de la inmediatez y la fama efímera. Poner el alma a resguardo durante décadas, sobrevivir a los vaivenes de diferentes generaciones y modas, llegar al presente respetando la historia, sumando los rasgos de contemporaneidad pertinentes y mantenerse reconocible es, a día de hoy, un pequeño milagro. También puede ayudar ser campeón de Europa desde una localidad que no es capital de provincia y que está a 20 minutos en coche de una gran ciudad.

Como el Joventut de Badalona, por ejemplo. Fundado el 30 de marzo de 1930 como Penya Spirit of Badalona, su historia podría haber sido muy distinta de haber triunfado la primera práctica deportiva pública que desarrollaron sus fundadores: un encuentro de polo en bicicleta. Después, el fútbol, el ping pong, el boxeo... y, por fin, el baloncesto. Y hasta hoy. “Som el bressol del basquetbol...” (somos la cuna del baloncesto), canta la afición verdinegra. 89 años, una Copa de Europa, cuatro ligas domésticas y varios títulos más después, la penya, con épocas mejores y peores, continúa siendo uno de los pocos equipos que siempre ha militado en la máxima categoría del baloncesto en España. Es, además, un referente en el trabajo con la cantera: nombres como Josep Maria Margall, Ricky Rubio, Rudy Fernández, Jordi Villacampa o los hermanos Jofresa ilustran los últimos 50 años del baloncesto español.

En Historias del Joventut (JC) Santi Escribano recoge 101 historias del mítico club catalán. Un paseo por una trayectoria singular, que va desde el azar en forma de saldo que decidió el color de las camisetas a la colaboración con la ONG badalonesa Open Arms, pasando por la rivalidad con el Barcelona o la época en la que había lista de espera para hacerse socio del club. Un libro para entender por qué el Joventut y Badalona tienen un lugar propio en la historia del baloncesto.