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El “sueño loco” de Gilbert

El belga, de 36 años, gana en Roubaix y está a un triunfo de Van Looy, Merckx y De Vlaeminck, el trío de los cinco 'monumentos'

Carlos Arribas
Philippe Gilbert en un tramo de pavé de la Paris-Roubaix.
Philippe Gilbert en un tramo de pavé de la Paris-Roubaix.CHRISTOPHE PETIT TESSON

La París-Roubaix son 54 kilómetros de pedruscos y de soledad. La ley del pelotón pesa poco en los caminos empedrados de pavés que cada ciclista recorre como puede, puro ejercicio de voluntad y reto. Cada ciclista que sufre, y al mismo tiempo se exalta pues todos soñaron con ser ciclistas para vivir momentos así, pelea por un objetivo, y terminada la carrera, bajo el agua caliente de la ducha del autobús del equipo —las duchas frías, comunales, del velódromo, como cubículos de minero, son reliquias para que hagan fotos los turistas ya—, cada uno se examina. Dos corredores, al menos, terminaron tan felices que no cambiarían ni un minuto de las casi seis horas pasadas expuestos a toda velocidad (casi 44 de media, tremendo) al viento de cara y al polvo de los caminos secos.

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Uno es el ganador, el veterano Philippe Gilbert; el otro es un lituano modesto llamado Evaldas Siskevicius, que terminó noveno. Los dos ganaron su desafío. Mientras Gilbert —uno de la generación de Alejandro Valverde, un belga de casi 37 años que ganó un Mundial por delante de Óscar Freire, hace tanto ya, hace siete años y ya era treintañero— había retado a la historia y sus mitos más grandes, Siskevicius, un rodador asentado en Francia, de 30 años ya, se medía contra sí mismo.

Hace un año justo, el lituano llegó el último, fuera de control, después de innumerables averías y accidentes. Solo por recompensar su pundonor, el camión escoba no le obligó a abandonar y el velódromo mantuvo sus puertas abiertas, ya casi anocheciendo. Este domingo, el mismo lituano, entró en el pelotón de los más importantes, los que habían intentado, sin éxito, cazar al grupo en el que Gilbert construyó su victoria.

Iguala a Kelly

Con su victoria en Roubaix, un territorio al que hasta hace pocos años era alérgico, el valón Gilbert iguala a Sean Kelly, el irlandés que en los años 80 ganó cuatro de los cinco monumentos del ciclismo. A Kelly (tres Lombardía, dos Liejas, dos San Remo y dos Roubaix), la faltó un Tour de Flandes para unirse a Eddy Merckx, Rick van Looy y Roger de Vlaeminck, los tres dioses de las clásicas que construyeron su rivalidad en los años 60 y 70, los únicos tres que han ganado los cinco monumentos.

A Gilbert, que comenzó como ciclista tipo Valverde, un puncheur con dinamita en los repechos, un corredor típico de Lieja (2011) y Lombardía (2009 y 2010), y que con su triunfo en Flandes (2017) mostró ya registro para todos los terrenos, solo le falta la San Remo, un objetivo al que no renuncia.

“Es un sueño un poco loco que alimento desde hace 10 años”, dijo Gilbert, que hace dos semanas abandonó enfermo el Tour de Flandes. Sus aceleraciones después de la mina de Arenberg, la recta temida, seleccionaron el sexteto que se formó en Mons en Pévèle, otro tramo cinco estrellas (con Lampaert, Van Aert, Politt, Sagan y Vanmarcke). Después, fue el único que aguantó al alemán Politt en su ataque tras el Carrefour de l'Arbre, y le batió fácil en el sprint en el velódromo.

Participaron cuatro españoles y terminaron dos, el joven asturiano Iván García Cortina, que enseñó su maillot hasta que no pudo más (41º, a 10m 19s), y el veterano navarro Imanol Erviti, el espejo en el que se miran todos los que quieren desafiar al pavés (73º, a 15m 47s).

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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