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Aleñá, una cocción lenta pero segura

El volante del Barça, fiable cuando juega y con opciones de medirse este martes al Villarreal por la carga de partidos, seguirá el próximo año

Jordi Quixano
Aleñá marca gol al Villarreal, en un duelo de esta temporada.
Aleñá marca gol al Villarreal, en un duelo de esta temporada.getty images

Cuando restaban tres encuentros para acabar la temporada pasada, la dirección deportiva del Barça le confirmó que al fin tendría un dorsal con el primer equipo. Nadie le borraba la sonrisa de la cara a Carles Aleñá (Mataró, Barcelona; 21 años), por más que la alegría le duró poco más que un suspiro porque en el último duelo del curso se rompió el tendón del bíceps femoral del muslo derecho con la obligación de pasar por el quirófano y perderse la pretemporada con el equipo de Valverde. “No me lo podía creer, fue uno de los días más duros que recuerdo”, expone el centrocampista zurdo. Desde el club se lo tomaron con más calma porque la cocción final de Aleñá, tan rápida en sus inicios, debía hacerse a fuego lento.

Al regresar de las vacaciones, Aleñá entró en el despacho del director deportivo, Pep Segura, donde también le aguardaban el secretario técnico, Éric Abidal, y su segundo, Ramon Planes. “Se le sugirió que quizá podía volver al filial para coger ritmo y aceptó de inmediato porque entendía la situación”, cuentan desde la Ciudad Deportiva; “pero se le dejó muy claro que a todos los efectos era jugador del primer equipo”. Mientras tanto, recibió una llamada de Valverde para decirle que no le buscarían una salida. “Entre querer ser profesional y querer ser del Barça hay un salto grande. Pero tiene metido entre ceja y ceja que quiere vestir esta camiseta”, dicen desde el Camp Nou.

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Aleñá debutó con el equipo en un partido copero de hace dos cursos ante el Hércules y descifró el encuentro con un gol desde fuera del área. “Me lo hubiese comido en el primer tiempo”, entonó Luis Enrique, que pocos días después agregó: “Debe mejorar en el juego de posición porque recibir en zonas fáciles del campo lo hago hasta yo a mi edad”. Críticas que Aleñá se tomó bien —“cuando le señalas un problema, se esfuerza el doble en arreglarlo, como sus deficiencias defensivas, su pierna mala e incluso su coordinación cuando dio el estirón”, explica uno de sus entrenadores en la cantera— como también la condena en LaLiga, pues pasó siete partidos en el banco hasta que tuvo su primera oportunidad. “Así entendió lo que cuesta llegar”, apuntan desde el club. “Pero tiene un gran entorno y eso se nota”, apostillan, en referencia a su padre, Francesc, que también jugó en las categorías inferiores del Barça y llegó a Segunda con el Xerez y el Lleida.

Aunque de niño comenzó de extremo —le gustaba que le llamaran Rivaldo—, con los años reculó a volante. “El míster apunta a perfiles como Vidal y Rakitic, lo que le dificulta su asentamiento. Pero está preparado porque tiene una gran capacidad asociativa, llegada y una pierna izquierda privilegiada”, opina un técnico de la casa. “Para ser su primer año, con cuatro meses lesionado, su progresión es muy buena y así lo cree el entrenador y el área deportiva. Ha encajado muy fácil en la manera de jugar del equipo”, agregan desde el Camp Nou. “Sabe que jugar en el Barça está muy caro y si le dan 10 minutos, los coge como si fueran los más importantes de su carrera”, añaden desde el club, donde dan por descontada su continuidad en el primer equipo el año que viene, conformes con los 724 minutos que ha disputado, solo por delante de Vermaelen, Cillessen, Malcom y Miranda.

Puede que este martes ante el Villarreal tenga otra oportunidad, cargado de partidos como anda el Barça —se medirá al Atlético y al Manchester el 6 y 10 de abril— y fiable como se ha mostrado cuando ha entrado en las rotaciones. Es su cocción en la élite, lenta pero segura.

Un caso único en la cantera

Aleñá fichó con los benjamines del Barça con ocho primaveras, un año antes de lo que le tocaba y un caso único porque le quería el Espanyol de prebenjamines y Albert Benaiges, entonces director de la escuela, decidió hacer una excepción tras verle jugar por primera vez.

Un salto de categoría que nunca deshizo porque siempre quemó etapas más rápido de lo que le tocaba. “No parecía ser más pequeño porque siempre ha sido el líder de sus equipos”, cuenta un técnico de la casa; “es al único chico de menos de 15 años que cuando las cosas no iban bien, no se callaba en el vestuario ni asentía sino que siempre daba una opinión constructiva. Y lo mejor de todo es que los demás le escuchaban”. Así lo ve su amigo Marc Cucurella, compañero desde cadetes aunque ahora jugador del Eibar: “Incluso en el filial fue el líder, le sobra carácter”.

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