La reconquista de Iago Aspas
El delantero del Celta reaparece después de tres meses en precario, marca dos goles y derrama lágrimas de emoción tras guiar una remontada que compromete al Villarreal en la lucha por la permanencia
Todo el márketing de los últimos quince días, los llamamientos a la afición, su recibimiento, la coincidencia del festivo local de la celebración de la Reconquista de Vigo, que conmemora el alzamiento del pueblo ante las tropas napoleónicas para recuperar el control de la ciudad, como alegoría que animase a pensar en un rebrote del equipo o incluso la reaparición del emblema Iago Aspas. Todo pareció irse para el Celta por el desagüe en un cuarto de hora. Fue un espejismo. Nada en el fútbol es real hasta que suenan tres pitidos. Y a veces ni ahí. Los celestes remontaron un partido cuando parecían muertos, dos goles abajo, con un estadio en el que unos pitaban, otros maldecían y la mayoría guardaba un funerario silencio. La derrota suponía que el Villarreal se distanciase en siete puntos en la lucha por la permanencia, la remontada deja al Celta a un punto de los levantinos y con el golaverage a favor. Y en medio, el inevitable Iago Aspas, autor de dos tantos, del que reintegró a su equipo en el partido y del que se lo hizo ganar. Se fue del partido entre lágrimas de emoción. Los héroes también lloran. “He sufrido muchísimo lesionado sin poder ayudar a mis compañeros”, dijo, con los ojos mojados, antes de irse al vestuario.
CELTA, 3 - VILLARREAL, 2
Celta: Rubén Blanco; Hugo Mallo, David Costas, Hoedt, Olaza (Kevin, m. 87); Boufal (Pione Sisto, m. 71), Okay, Lobotka; Brais Méndez; Iago Aspas (Cabral, m. 89) y Maxi Gómez. No utilizados: Sergio Álvarez, Kevin, Jozabed, Boudebouz y Emre Mor.
Villarreal: Sergio Asenjo; Quintillà (Raba, m. 88), Mario Gaspar, Álvaro, Víctor Ruiz, Pedraza; Chukwueze (Fornals, m. 70), Morlanes (Bacca, m. 81), Iborra, Cazorla; y Toko Ekambi y. No utilizados: Andrés Fernández, Bonera, Andrei, Cáseres y Raba.
Árbitro: Gil Manzano. Amonestó a Hugo Mallo, Mario Gaspar, Pedraza y Víctor Ruiz.
Goles: 0-1. m. 10. Toko Ekambi; 0-2. m. 15. Pedraza; 1-2, m. 50, Iago Aspas; 2-2, m. 70, Maxi Gómez; 3-2, m. 85, Iago Aspas, de penalti
Balaídos. 27.000 espectadores
El golpe fue tan duro para el Villarreal que está por ver si no le dañará en el futuro más inmediato, tan cerca como se vio de dejar atrás el descenso se mete de nuevo de lleno en una lucha para la que no estaba preparado cuando se armó el pasado verano. Tampoco el Celta esperaba verse en estas. Pero ahí estaba, una vez más prisionero de su falta de fiereza, de su ausencia de agresividad, prestancia y talento defensivo. El Celta pagó su fragilidad atrás, nada nuevo. Lo que sí pareció insólito fue el estupor con el que recibió los sopapos que le propinó el Villarreal.
Todo lo hizo bien de partida el equipo amarillo. Tapó sus ausencias, que no eran pocas: Miguelón, Funes Mori y Jaume Costa en la zaga, Bruno, Trigueros y Javi Fuego en la medular y Gerard Moreno en el ataque. Ajustó nuevas piezas como el debutante Quintillà, o dos futbolistas con dorsal del filial ya más testados como Morlanes y Chukwueze, sin renunciar al módulo con tres centrales que tan buen resultado le ofrecía en las últimas jornadas. Se tapó para hacer daño, para ser cuchillo ante una defensa de mantequilla, un Celta roto en las transiciones entre ataque y defensa que además disponía de una zaga de cartón.
Chukwueze había dejado una alerta al poco de empezar, una maniobra sin que nadie le encimase. Casi de inmediato, una continuación tras un saque de esquina la solucionó Mario Gaspar con un desmarque en el corazón del área que nadie detectó. Nadie le persiguió en su carrera hacia la línea de fondo para encontrar desde allí un gol sencillo de Toko Ekambi. Se pone el foco sobre los defensas del Celta. Y se pone bien. Pero tampoco les ayudan aquellos que deben poner un filtro ante ellos. Todos se quedaron petrificados poco después en una jugada en la que Pedraza, recibió un cambio de orientación tras un saque de banda presionado a destiempo condujo y entró hasta la cocina por todo el centro tras regatear incluso al portero.
Aquello que debía ser un búnker pareció una verbena. Los dos goles del Villarreal sembraron un espeso silencio en un estadio abarrotado, que reaccionó incluso con silbidos ante los intentos de uno de los pocos futbolistas del equipo que enarboló su bandera en los momentos más duros. Se llama Brais Méndez, es poco más que un niño y es de la casa.
El Celta padeció un calvario porque cada pérdida de balón le dejaba expuesto y la espalda de sus centrales era una autopista. El Villarreal tuvo la sentencia y la dejó pasar. En pasadas jornadas no hubiera encontrado grandes respuestas celestes. Pero Iago Aspas estaba en el campo, no a tope después de tres meses en boxes, pero con otro combustible diferente a sus compañeros. Embocó un libre directo ante el que Asenjo pudo responder mejor, acortó distancias con casi toda la segunda parte por delante, forzó una falta que dio al meta palentino la oportunidad de enmendarse tras acción de estrategia finalizada por Hugo Mallo.
Por un lado amenazaba un jugadorazo como Aspas, por otro la verticalidad del Villarreal. El partido se abrió, lo quiso frenar Calleja con Fornals en el lugar de Chukwueze porque además lo aconsejable era defenderse con el balón en los pies. Pero de inmediato empató Maxi Gómez con un testarazo que advirtió que en el Villarreal también tenía un agujero: tres zagueros en el corazón del área fueron incapaces siquiera de encimar al delantero tras buen centro de Olaza. El Celta se desató porque el empate era un mal menor, pero era justo eso, menor y malo. Y el Villarreal no solo no articuló respuesta sino que cometió un penalti postrero. Víctor Ruiz derribó a Brais Méndez, que nunca dejó de estar en el partido, y Aspas sentenció sin que se le moviese el pulso. Le tembló después porque si para un futbolero nada puede compararse a ser profeta en su tierra, Aspas tiene pinta de que ya está por encima de ese punto: es un reconquistador.
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