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Ilimitado Messi

Tras 14 temporadas en la élite, La Pulga no deja de sorprender con su repertorio infinito en cualquier sistema, ejerce como líder del vestuario y es aclamado hasta en campos rivales

Messi celebra el cuarto gol del Barcelona ante el Betis.
Messi celebra el cuarto gol del Barcelona ante el Betis. Raúl Caro (EFE)

No fue en su estreno en el Barcelona (en un amistoso ante el Oporto el 15 de noviembre de 2003), tampoco en su debú oficial (ante el Espanyol el 16 de octubre 2004) ni siquiera el día que festejó su primer gol como azulgrana (contra el Albacete el 1 de mayo de 2005). La primera ovación de la afición azulgrana a Messi le cayó el 25 de agosto de 2005 en el Trofeo Gamper ante la Juve. “¿De dónde ha salido ese pequeño diablo?”, cuestionó Fabio Capello, por entonces en la Vecchia Signora. “Messi, Messi, Messi”, contestó el Camp Nou. Ni habían pasado dos años desde su primera aparición en Primera, apenas había jugado un puñado de partidos y el Camp Nou se rendía ante La Pulga. Con Argentina, en cambio, la espera fue mucho (pero mucho) más larga. La relación entre el 10 y la hinchada albiceleste ha sido de desencuentros, ciclotímica y discontinúa, nunca tan simbiótica como en septiembre de 2016, cuando el rosarino regresó a la selección ante Uruguay en Mendoza, tras el chasco de la Copa América de Estados Unidos.

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Rendido el Camp Nou, conquistada Argentina, Messi expande su territorio. Este domingo, el Benito Villamarín no pudo evitar reconocer la exhibición del argentino. “Messi, Messi, Messi”, retumbó la chancha del Betis, para sorpresa del argentino. “No recuerdo que la afición de un rival me haya ovacionado”, confesó el capitán azulgrana, tras firmar su hat-trick número 33 en LaLiga. Fue un reconocimiento catártico, sincero, sobre todo genuino para una nueva gesta del rosarino. Parecen inagotables los recursos del 10, siempre en la búsqueda de una renovación en el césped, ahora también en el vestuario.

En el Barcelona hablan de “un nuevo Messi”. Aunque matizan. “Esta temporada ha terminado de consolidar un cambio que ha estado desarrollando durante todos estos años”, aseguran en la Ciudad Deportiva Joan Gamper. El 10 está más pragmático que nunca. No quiere líos ni rollos. Si hay un jugador de la plantilla que se descarrila, busca la manera (en general, a través de un interlocutor) para recuperarlo para la causa. Obvió las tonterías de Dembélé, abrazó a Coutinho en cada uno de sus bajones, olvidó las malas vibraciones con Arturo Vidal, después de las duras batallas en las finales de América entre Argentina y Chile. Criado bajo el ala de conducción de Valdés, Puyol, Xavi e Iniesta, Messi asumió el liderazgo esta campaña. Hasta rompió su silencio autoimpuesto. “Hablará cuando sea el primer capitán”, aseguraban los que conocen al 10. Y Messi comenzó a hablar, para defender a su entrenador, hasta para elogiar a su histórico rival, Cristiano.

Amigo Valverde

“El míster leyó el partido perfectamente”, elogió Messi el plan táctico de Valverde en el Benito Villamarín. El Barça perdió la pelota, ganó el duelo. Suficiente éxito para el capitán. “Cuando cambias alguna cosa es para mejorar. Pero esto se debe a que Messi metió tres golazos. Si haces una modificación táctica y tienes a Messi, todo es más sencillo”, respondió el Txingurri. La sintonía entre entrenador y capitán es total. No hay más secreto, cuentan los que conocen la relación, que la normalidad. “Leo siempre destaca que Ernesto es un buen tipo, que sabe de fútbol y que gestiona a la perfección el grupo”, explican fuentes del vestuario. Hasta hay quien piensa en el Camp Nou, que la directiva no tenía pensado renovar al entrenador hasta que pusieron la oreja a los pesos pesados del grupo. No era cuestión tener enojado al capitán.

Las relaciones entre Leo y sus técnicos siempre fueron complejas. Se dejó cuidar por Rijkaard. Se entregó a Guardiola. Respetó a Luis Enrique. Fue contemplativo con Vilanova y Martino. Con ninguno tan cariñoso ante los micrófonos como con Valverde. El Txingurri redefinió a Messi tácticamente, ante el Betis como delantero junto a Luis Suárez en un 4-4-2 (sistema en el que ya había jugado con Maradona en Argentina, en el ataque junto a Higuaín). Nuevo lugar en el campo, vieja exhibición. Jugó de extremo con Rijkaard, de falso nueve con Guardiola, volvió como un extremo mentiroso con Luis Enrique y ahora también se planta como segundo punta con Valverde. Tan delantero como volante, no ha perdido ni una pizca de su apetito goleador (en las últimas 10 temporadas su media no baja de 0,84 dianas por duelo), a la que le sumó una mirada más periférica del juego (suma 0,48 asistencias, la cifra más alta de su carrera).

Ya prácticamente no tiene aspiraciones a individuales (cuenta con cinco Balones de Oro y cinco Botas de Oro, va camino su sexto título como máximo goleador europeo). Su competencia con CR7 hasta se volvió fraternal. “Lo de Cristiano fue impresionante”, piropeó al portugués tras su gesta ante el Atlético. El 10 ya tiene lo que quiere. No se habla del Barça de Pep ni del Tridente. Ya no hay dudas: es el Barça de Messi. Le quedan, sin embargo, dos cuestiones pendientes. Su quinta Champions y un título con Argentina. La Orejona la tiene a tiro, con la Albiceleste, como no podía ser de otra manera, parece más complejo. No se resigna y esta semana vuelve a la Albiceleste después de 260 días de ausencia. Nada nuevo para un Messi que parece infinito.

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Sobre la firma

Juan I. Irigoyen
Redactor especializado en el FC Barcelona y fútbol sudamericano. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Ha cubierto Mundial de fútbol, Copa América y Champions Femenina. Es licenciado en ADE, MBA en la Universidad Católica Argentina y Máster de Periodismo BCN-NY en la Universitat de Barcelona, en la que es profesor de Periodismo Deportivo.

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