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El fin del silencio de más de 10 testigos abruma a Miguel Ángel Millán y a su defensa

Exatletas víctimas del técnico juzgado comienzan a dibujar el mapa de los abusos sexuales de una persona respetada como pocas

Carlos Arribas
Miguel Ángel Millán, durante el juicio por abusos sexuales.
Miguel Ángel Millán, durante el juicio por abusos sexuales.Rafa Avero

Así hablan del rey del camuflaje, un personaje, un disfraz de respetabilidad extrema, construido y protegido por el silencio de sus víctimas durante décadas. Miguel Ángel Millán fue una figura irreprochable y admirable a los ojos de todos, un sinónimo de virtud y de ética, la representación carnal de los tan cacareados valores del deporte que dejaba a todos boquiabiertos por la profundidad de sus aportaciones cuando intervenía en las reuniones del comité técnico nacional de la federación de atletismo como responsable de pruebas combinadas.

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Los padres de los chavales que entrenaba y de los que abusaba sexualmente, según sus confesiones posteriores, confiaban tanto en él que hasta le llevaban a su casa a los niños los días que no había entrenamiento del club porque Millán les daría un entrenamiento individual y privado para que mejoraran hasta cuando los demás descansaban. Era un honor ser el elegido. El padre de una víctima confiaba tanto en él que, cuando otro joven acudió a la policía para denunciarlo, no creyó que fuera verdad lo que decían de él y acudió a avisarle: 'Millán, te han denunciado'.

En el registro de su domicilio en diciembre de 2016, la policía encontró ordenadores vacíos y una libreta verde en la que estaban anotadas las instrucciones para borrar completamente los discos duros. Una semana después, Millán fue encarcelado. Cumple desde entonces prisión provisional. El juicio que se sigue desde este martes en Tenerife por abusos sexuales a menores por parte de Millán supone el fin del silencio protector. Un fin que abrumará y que se repetirá más de 10 veces hasta sofocar cualquier duda. Eso creen las víctimas. Eso esperan la acusación particular y la Fiscalía, que han convocado a 13 atletas que testificarán como víctimas. Los últimos años nadie sabía nada, nadie sospechaba. Ramón Cid, el director técnico nacional que le nombró responsable de combinadas, lamenta ahora el nombramiento y lamenta, sobre todo, que nadie de los que sabían algo sobre las razones que le forzaron a abandonar Alhama de Murcia las navidades de 1992 le avisara, le dijera que no le nombrara.

“Lo lamento, pero no me siento culpable”, dice Cid. “Yo no sabía nada”. Tampoco sabía nada Héctor González, el presidente del Club de Atletismo Tenerife CajaCanarias, en el que Millán entrenaba. González, que trabajó como técnico codo con codo con Millán e, irónicamente, ha heredado su cargo de responsable nacional de combinadas, declaró este miércoles como testigo: el club no sabía nada, el club actuó como debía, el club sigue, hay heridas que se curarán, Millán nos tenía engañados a todos… Por videoconferencia testificará este jueves José María Odriozola, de 79 años, el expresidente de la Federación Española de Atletismo que deberá explicar por qué permitió y calló que Millán regresara al atletismo y a entrenar a adolescentes y menores apenas 10 años después de haberlo despedido cuando se demostró insostenible su situación en Alhama de Murcia. Odriozola, seguramente, se escurrirá hablando de una dilución de responsabilidades compartidas, de la decisión de tapar bajo una ley del silencio oprimente las decenas de casos de abusos en la localidad murciana tomada conjuntamente por las fuerzas vivas del pueblo, incluida la guardia civil, el ministerio de Educación y la propia federación.

El silencio generó frustración y sentimiento de culpa. Los responsables policiales de la comisaría de La Laguna, donde comenzaron las denuncias, después de declarar en el juicio contaban cómo había sido clave el trabajo de un comisario de Murcia, jubilado, que sabía perfectamente lo que había pasado en Alhama y que durante años no había dormido tranquilo pensando que Millán nunca se sentaría en una sala de un tribunal como acusado.

El martes testificaron las dos víctimas cuyos casos no han prescrito (ocurrieron menos de cinco años antes de denunciarlos, cuando Millán ya tenía más de 60, 50 más casi que sus atletas); este miércoles lo hicieron tres compañeros más del club de atletismo de Tenerife, que habían estado más de 10 años callados, y uno de los jóvenes de Alhama, que lo hizo por vídeo conferencia. A todos les movilizó Elisa, la madre de Eduardo, el primero que denunció a tiempo ante la policía y levantó la piedra que ocultaba la miseria. A ellos les ofreció Elisa la oportunidad de encontrar una catarsis liberadora rompiendo el silencio que les hacía sentirse culpables y hasta responsables de que Millán hubiera seguido actuando. Y los abogados que les oyeron comentaban en la pausa del café (el juicio se sigue a puerta cerrada para preservar la intimidad de los jóvenes) lo conmovedores que eran los testimonios, lo duro que era oír repetidos los mismos hechos una y otra vez, cómo Millán actuaba, cómo encumbraba a los que sometía, 'chaval, tú eres el elegido, el mejor, los demás son una mierda', cómo les machacaba cuando se atrevían a alejarse.

Y también Elisa movilizó a todos los de Alhama, a siete exatletas que, con el subcampeón olímpico de Barcelona 92 Antonio Peñalver al frente, han volado hasta Tenerife para hablar, para dejar de estar callados casi 40 años más tarde.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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