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Columna
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Canales, el triunfo del renacido

Conducido por Quique Setién, que le conoce desde que era niño, Canales se ha sobrepuesto a los considerables obstáculos que han amenazado su trayectoria

Santiago Segurola
Sergio Canales, durante el partido entre Betis y Real Madrid en el Benito Villamarín.
Sergio Canales, durante el partido entre Betis y Real Madrid en el Benito Villamarín.LOF (GTRES)

Pocos jugadores representan mejor que Sergio Canales la naturaleza del fútbol, misteriosa bestia que proporciona felicidad y dolor en dosis exageradas. Es un tiempo feliz para el jugador del Betis, líder de un equipo que le permite expresar todas las cualidades que le han definido desde juvenil. Su actuación frente al Girona culminó la escalada de un jugador que parecía destinado al éxito, pero que ha atravesado por dramas de gran calibre. Tres lesiones de ligamentos en las rodillas y casi dos años de ausencia en el fútbol invitaban más a la nostalgia que al optimismo. Es difícil olvidar su formidable demostración en el Sánchez Pizjuán, hace nueve años, en un Racing de Primera. Con cara de niño y pie de oro, Canales marcó dos goles exquisitos y manifestó un potencial de figura. Tres semanas después le fichó el Madrid. A nadie le sorprendió. Sólo Thiago, en el Barça, podía discutirle el liderazgo en aquella generación.

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Antes de su desgraciada secuencia de lesiones, apareció el primer obstáculo entre Canales y su esperada consagración como futbolista. Dos años de sometimiento al mejor Barça de la historia obligaron al Real Madrid a una apuesta definitiva: la contratación de Mourinho y la confección de la plantilla más lujosa en la historia del club. Es decir, corría mucha prisa y abundaban las estrellas. No era el mejor destino para un jugador de 19 años, sin madurar en el capítulo físico y desconocedor de las tremendas exigencias que le esperaban en aquel Madrid militarizado.

Mourinho le descontó pronto del equipo y no tuvo inconveniente en etiquetarlo: “No me ha gustado como juega. Juega como trabaja”, declaró después de un partido contra el Murcia. El viento cambió radicalmente para el prometedor juvenil que unos meses antes había sido una de las estrellas en Europeo sub 19. En el ambiente quedaron las palabras de Mourinho. Su nueva descripción —jugador intermitente, sin relevancia, perezoso— le perjudicó gravemente. En aquellos días, el mundo del fútbol interpretaba a Mourinho como un oráculo.

El Valencia parecía el club perfecto para Canales: exigente, pero acostumbrado a cuidar a los jóvenes. Por el equipo habían pasado Silva, Villa y Mata, tres campeones del mundo. En la banda izquierda irrumpía Jordi Alba, procedente de la cantera del Barça. Sin embargo, Canales nunca pudo despegar. Dos graves lesiones de rodilla cortaron su evolución. Durante cuatro años, sólo recibió malas noticias del fútbol. Su traspaso a la Real Sociedad (3,5 millones de euros) se interpretó como la última oportunidad para el jugador, lastimado por las lesiones y la idea de futbolista débil que se estableció de él. Cualquiera podía pensar que la tercera rotura de rodilla —diciembre de 2015— enviaría a Canales al tristísimo rincón de los proyectos de figuras quebrados por las lesiones.

Impresiona ver al Canales actual, con un físico transformado, adulto, fuerte y sorprendentemente rápido. No se le recordaba la potencia y la velocidad que mostró el domingo en su carrera con Porro, el potentísimo carrilero del Girona. Ganó el duelo estrictamente atlético y también en el futbolístico: su recorte fue sensacional, como el pase de gol a Loren. No fue una acción novedosa. Conducido por Quique Setién, que le conoce desde que era niño, Canales se ha sobrepuesto a los considerables obstáculos que han amenazado su trayectoria.

Su caso explica el valor de la voluntad. Canales ha salido de la desgracia convertido en un futbolista de cuerpo entero, con una influencia total en el juego del Betis. Tanto tiempo después, es probablemente más de lo que prometía como juvenil. Lo ha conseguido después de que el fútbol le sometiera a un tortuoso camino. Quizá por eso transmite una espléndida sensación de felicidad.

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