Isco contra el mundo
El madridista, que ha perdido trascendencia, se enfrenta al público tras sus conflictos con la prensa, desencuentros con Solari e indirectas de algunos compañeros
Isco enfiló el pasillo previo a la entrada de las cocheras del Santiago Bernabéu y abandonó el estadio con la cabeza gacha, el cuello firme, y los ojos clavados en el cemento. Llevaba el malagueño el neceser agarrado con el brazo izquierdo, pegado al costado de un cuerpo abatido que caminaba a ritmo pausado tras ser silbado en toda su extensión, señalado por el público como epítome del bochorno ante el CSKA. El vínculo entre jugador y grada sufrió la noche del miércoles un golpe que rompió en mil pedazos una relación que nació de pie a tenor de la reacción de ambas partes. Su negativa a comparecer tras el partido previa afrenta dialéctica —“¿Qué queréis? Hijos de...”—, unida a la ausencia de una respuesta institucional, y a los comentarios remitidos desde el vestuario —“Cuando te silban es que algo hay que cambiar”, dijo Marcelo, que aludió también la negativa de su compañero a lucir el brazalete de capitán tras ser sustituido—, completan un cuadro lleno de grises, que evidencia la pérdida de color de un artista en peligro de destierro.
El panorama ha cambiado para Isco. No es el 22 un jugador dado a la multifunción, pero su desempeño sobre el campo desde la llegada de Santiago Solari al banquillo ha menguado sustancialmente. Puede que incluso de manera irremediable. Si con Zidane (2016-2018), y especialmente bajo la tutela de Lopetegui, disponía de una consideración especial dentro del grupo, en la actualidad no presenta avales numéricos que remitan a esa vieja jerarquía. Todo lo contrario.
De los diez encuentros que ha dirigido hasta el momento Solari, solo en siete ha tenido alguna participación (292 minutos), partiendo como titular únicamente en dos de ellos (Melilla en Copa y CSKA), ninguno en Liga. De hecho, llegó a ser el único jugador descartado ante la Roma a pesar de estar en condiciones para saltar al campo. Su implicación final en el computo general no alcanza el tercio de los minutos totales del equipo, tan solo el 32,4%, muy por debajo de los registros establecidos en épocas anteriores: el 48,65% con Zidane y el 51,34% con Lopetegui.
Su partido ante el CSKA, que se producía solo seis días después de firmar un doblete ante el Melilla en Copa, evidenció una falta de continuidad agravada por la mengua de su figura en los esquemas de juego del equipo. De personalidad definida, tanto dentro como fuera del campo, como cuando ha tenido conflictos públicos con periodistas. O como a principios de diciembre, cuando publicó en sus redes sociales una imagen desnudo de cintura para arriba y sondeó a sus seguidores con un “¿Estoy gordo?” para tratar de refutar un aparente sobrepeso, sobre Isco han primado siempre los elementos que componen una figura de enorme definición técnica y escasa versatilidad táctica.
“Siempre que estén bien físicamente jugaré con ellos tres”, se sinceró Zidane, en marzo de 2017, siendo Benzema, Bale y Cristiano los destinatarios de aquel mensaje. Sin embargo, Isco lograría después desbancar del al galés tres meses después en la final de la Liga de Campeones ante la Juve, como también en la última edición frente al Liverpool. Curiosamente, él y Bale resultan actualmente los dos jugadores con menos ascendencia sobre el público.
22 pérdidas
El desembarco de Isco en el Bernabéu en 2013 adquirió tintes casi espirituales. Sus primeros partidos en Liga y Champions los remató con goles (Betis y Galatasaray), algo que unido a sus arabescos con el balón y a una capacidad innata para adueñarse del tiempo de los partidos duplicó cualquier expectativa sobre él.
Cinco años después de aquello, sus números se han resentido. Si durante su periplo con Zidane promediaba 45 pases por partido, con casi un 90% de efectividad, con Lopetegui se dispararon hasta los 58 manteniendo el mismo grado de eficacia. Sin embargo, con Solari la caída ha sido sustancial. Ha pasado a rebajar casi a la mitad las entregas, 34, y su índice de acierto ha mermado en casi siete puntos: 83,9%. Frente al CSKA perdió 22 balones, más que ningún otro jugador.
“Sería una locura echar a Lopetegui”. La sentencia de Isco no fue suficiente para contraponer la secuencia de malos resultados que derivó en el despido del entrenador vasco, el último gran escudo con el que ha contado. Si bien Solari nunca ha señalado públicamente al jugador por su comportamiento, sí que se ha empeñado en tratar de disimular un desafecto, como mínimo deportiva, evidente. “El tema de Isco no da más de sí”, llegó a decir en la previa del encuentro ante el Valencia. Nada más lejos de la realidad.
A sus 26 años y con contrato en vigor hasta junio de 2022, el Madrid no contempla deshacerse de ningún futbolista en el mercado invernal. Confían en reconducir la situación de un jugador que para bien o para mal tiene hilo directo con el aficionado.
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