Cuando la sordera no silencia los goles
Eunate Arraiza es profesional del fútbol desde hace siete temporadas y juega de defensa en el Athletic a pesar de contar solo con un 30% de capacidad auditiva
Cuando los padres de Eunate Arraiza (Biurrun, Navarra, 1991), descubrieron que su hija no respondía a sus llamadas si estaba de espaldas, y parecía tener un problema de audición, ella ya se paseaba con un balón debajo del brazo. "Me recuerdo a mí misma siempre jugando al fútbol, desde muy pequeñica, cuando tenía dos años". Más o menos a esa edad, comenzó a visitar las consultas de los médicos, que le diagnosticaron una hipoacusia bilateral profunda. Nunca fue un problema.
Eunate juega en el Athletic, lleva siete temporadas como profesional, ha ganado una Liga Iberdrola, ha jugado la Champions en San Mamés y se ha estrenado con la selección española. La sordera no ha sido un obstáculo: "Tengo que esforzarme más, el triple que las demás, en el deporte, en el trabajo, en los estudios, pero intento hacerlo cada día. Para mí no es un problema".
Visitaba a los médicos de la Clínica Universitaria de Navarra, a los de la Fundación Gaes. Viajaba a Pamplona, o a Barcelona, pero entre consulta y consulta, el balón siempre estaba allí; en la plaza del pueblo, para jugar con sus amigos, en el patio del colegio, o en la pista de fútbol sala, en su primer equipo femenino, a los siete años, el Lagunak de Barañain. "¿Qué si era mejor que las demás? No lo recuerdo, me divertía. En casa nos gustaba el fútbol a todos. A mis dos hermanas también. Mi padre jugó en Osasuna Promesas y en el Izarra, en categoría inferiores".
Llevo un pinganillo y un imán, que para mí son un órgano más de mi cuerpo”
Siempre la pelota, y los médicos, que empezaron a darle respuestas. Ella también se las daba a sí misma: "Hacía lo que quería, lo que me gustaba. Lo disfrutaba y no veía que fuera imposible". Su infancia fueron balones, médicos y logopedas, "para aprender a vocalizar, a hablar bien. Estás metida en ese mundo y te haces preguntas. Desde los dos o tres años hasta los ocho, me operaron varias veces de los dos oídos. Me pusieron un implante coclear", que transfiere el sonido directamente al nervio auditivo y de ahí al cerebro permitiendo así la audición. "Al principio llevaba una petaca, cables, y un audífono en cada oído". Jugaba así con permiso de los árbitros. "Ahora llevo un pinganillo y un imán, que no se ven. Para mí, es un órgano más de mi cuerpo. Forma parte de él". El implante está dentro del oído, colocado con cirugía.
A Eunate, a la que volverán a operar dentro de cuatro años para que mejore la audición, que solo es un 30% de la de un oído sano, la vida le ha mejorado muchísimo con los audífonos modernos: "Cuando me pusieron el último dije: ostras, qué bien se oye con esto. Si la persona con la que hablo está cerca, escucho bien lo que dice, la dificultad llega cuando está más lejos y no capto bien todo el mensaje. Yo juego de lateral zurda, y tengo que esforzarme para entender lo que me dice mi compañera de banda, o quien tengo por detrás. Eso es una carga, más presión para mí".
Tengo que esforzarme el triple que las demás, pero no es un problema”
En el Lagunak fue dando pasos. Llegó a la Superliga, en un equipo que ha dado varias jugadoras internacionales y del que salieron compañeras suyas, ahora en el Athletic, como Erika Vázquez o Ainhoa Tirapu. "Nunca pensé que me pudieran contratar para jugar aquí. Cuando llegué, algunas ya me conocían, y las demás me preguntaban por mi sordera. Fue difícil adaptarme al principio, pero porque no estaba acostumbrada a vivir fuera. Por el ambiente no, es extraordinario. Me acogieron de maravilla. En el Lagunak aspirábamos a no descender, y en el Athletic las expectativas son diferentes".
A Eunate Arraiza le brilla la mirada al recordar el título de Liga que ganó con el equipo rojiblanco. "No lo esperábamos. Le ganamos al Atlético en el Cerro del Espino, luego en Lezama al Oviedo Moderno y quedaba una jornada, pero el Atleti ganó en Barcelona y éramos campeonas. El equipo había quedado a comer y ver por la tele ese partido, y nos volvimos locas. Fue increíble, como la gente que vino a celebrarlo con nosotras en el Ayuntamiento. Ni por asomo esperábamos 10.000 personas".
Pasos por la igualdad
La jugadora navarra vive en Lezama, muy cerca de las instalaciones del Athletic, en plena campiña. Le gusta, se parece a Biurrun, su pueblo. "Tengo 27 años, dicen que estoy en la mejor edad para jugar al fútbol, pero no sé cuándo lo dejaré. Ese día volveré a casa. Tenemos campo, ganadería, y quiero regresar y trabajar en eso. Y también entrenar a niñas o niños. Me gustaría, pero todavía creo que me quedan unos años".
Eunate, como todas sus compañeras, es profesional. Vive del fútbol. "Las cosas han cambiado mucho desde que empecé, han mejorado. Tenemos más visibilidad. Los partidos se ven por televisión, los medios se ocupan más; hasta vamos a empezar a salir en los cromos. Esto es bueno para que cada vez haya más niñas que quieran jugar al fútbol. Sé que es muy difícil, pero tenemos que dar pasos hacia la igualdad".
El Athletic trata de escalar en la tabla después de un comienzo complicado, "porque empezamos contra el Barça y el Atlético, y demás cada vez está más igualada la Liga". Eunate ha jugado todos los partidos en el lateral izquierdo, 90 minutos cada domingo. "El parón de selecciones nos vendrá bien", dice, y recuerda divertida aquella vez, en el Lagunak, cuando su entrenadora le pidió que forzara la quinta amarilla para poder descansar el partido siguiente: "Lo intenté dos o tres veces, seguía jugando el balón cuando pitaba el árbitro, pero como antes de los partidos les avisábamos de mi sordera, él pensaba que no le oía. Al final, me la sacaron por perder tiempo", pero aclara: "En el Athletic nunca he hecho nada así. Las árbitras ya me conocen".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.