Una Liga indefinida
El liderato del Barça no disimula la falta de jerarquía en el juego de los grandes y la ausencia de alternativas por el poco peso de los fichajes y la resaca del Mundial
Indefinida y desfigurada, LaLiga avanza por una ruta sorprendente, alejada de los tiempos en que el Barça y el Madrid sobrepasaban los 100 puntos, días en que Cristiano y Messi se jugaban el Balón de Oro en campos de dificultad máxima como Mestalla, San Mamés o el Pizjuán. El duelo individual y colectivo de azulgrana y madridistas no admitía tregua, exigía una tensión máxima en la cancha y en el banquillo, porque en caso contrario aguardaba el Atlético de Simeone, la única alternativa en la última década, capaz de ganar el título en 2013-2014, hoy devaluado después de perder 11 puntos sobre 18 en sus salidas del Wanda Metropolitano.
La partida de Cristiano, una temporada después que Neymar se fugara, ha desbravado al Madrid y puesto el foco en Messi hasta la lesión del 10. A efectos de puntos, los azulgrana han respondido estupendamente a la ausencia del rosarino: nueve sobre nueve. No se discute la condición de líder del Barcelona. La fiabilidad azulgrana, sin embargo, está comprometida por el agujero que tiene Ter Stegen en su portería. Los barcelonistas encajan una media de 1,27 goles por partido, registro que remite a las épocas de Serra Ferrer y Rexach, en 2000-2001, y también al año de Tito Vilanova, 2012-2013, saldado en cualquier caso con el título de Liga.
Incluso Leganés, Rayo y Huesca, los equipos en zona de descenso, le han marcado dos goles cada uno al Barcelona. Los muchachos de Valverde toman por lo menos un tanto en cada jornada desde la segunda y su brillante goleada al Madrid (5-1) estuvo precedida de 20 minutos de incertidumbre desde que Marcelo puso el 2-1. No cierran los partidos, tienen menos estabilidad y control del juego y cuando no presionan no son el equipo estable que la temporada pasada empató nueve encuentros y solo perdió el último ante el Levante. Obsesionado con la Champions, el Barça concedió dos puntos ante Girona, Athletic y Valencia y perdió en Leganés. Aunque indolente y desconcertante, es más solvente que el Madrid.
Los madridistas están a siete puntos del líder y campeón de siete de las últimas 10 Ligas. La suerte del club de Florentino Pérez, el mismo que presume de tener una plantilla con ocho aspirantes al Balón de Oro, está en manos de dos personajes procedentes del Castilla después de destituir a Lopetegui: Solari y el delantero Vinicius. El técnico apela a los “cojones” y el jugador celebró su gol de rebote con el Valladolid como si hubiera sido una chilena de Cristiano. Al brasileño, un niño de 18 años, se le mira como si fuera un talismán, un mago de la fortuna, capaz de cambiar la suerte de un equipo peleado con las porterías y con la hinchada del Bernabéu.
Vinicius es un agitador en un club paralizado como el Madrid. No se decide el presidente por Conte, no rompen Isco ni Asensio, no marca Benzema y no despierta Bale. El galés ha igualado su peor racha como goleador después de siete jornadas sin marcar, como en 2015, seco desde el 1 de septiembre. Luis Suárez lleva más tantos que la delantera blanca: nueve, seis en las últimas cuatro jornadas después de 26 remates, muestra del liderazgo del uruguayo en ausencia de Messi. La garra del ariete sostiene al Barça, mientras Sergio Ramos se ofrece como escudo del Madrid, también cuando hay que tirar un penalti por más que se aclame a Vinicius.
Ausencia de referentes
Ambos asumen la responsabilidad en tiempos de dimisión de las figuras que discutían a Leo Messi y Cristiano. Griezmann rechazó al Barça y se quedó en el Atlético con la condición de que Simeone armara un equipo para ganar LaLiga. Lemar ha mejorado la plantilla y, sin embargo, los rojiblancos ya han cedido cinco empates, uno menos de los que sumaron cuando ganaron el título, momento en que totalizaron 10 victorias en las 11 primeras jornadas (2014). El 0-1 ha dejado de ser señal de victoria en un equipo nuevo que juega como si fuera viejo, circunstancia que compromete al Cholo.
Lemar no es la figura de la Liga, tampoco ninguno de los fichajes más costosos en la historia del Barça —Coutinho, Dembélé y Malcom—, ni mucho menos Bale. Ya no se habla de tridentes, ni de cuartetos fantásticos sino de héroes anónimos como Borja Iglesias o Toni Villa. Los entrenadores de moda se llaman Rubi, Sergio González, Abelardo y Paco López. Hasta Marcelino está cuestionado en el Valencia, campeón en 2004 con ocho empates y siete derrotas, ahora exigido por la Champions y negado ante Bono —nueve paradas protagonizó el meta del Girona— a pesar de alinear a cinco puntas: Mina, Rodrigo, Ferrán, Gameiro y Batshuayi.
Únicamente el Sevilla, que pasó las de Caín después de perder con el Getafe, se sostiene en una clase media disminuida por el papel de Celta, Real Sociedad o Villarreal. No hay equipo que no esté condicionado por el VAR y la resaca del Mundial. La estrategia y el contragolpe se valoran más que la posesión, defendida por el Betis de Quique Setién. No es extraño que, a falta de referentes y referencias, el contexto evoque momentos como el protagonizado por Piqué. El central se vistió de ariete, igual que Alexanco en las situaciones de desespero del Dream Team, para salvar el liderato del Barça, el equipo que más puntos ganó después de ir por detrás en el marcador: 12.
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