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Sergio Ramos, último baluarte

El capitán se encuentra cada vez más solo en su defensa de Lopetegui frente a sus compañeros y a la directiva, que desconfía del poder que acumula

Diego Torres
Sergio Ramos, en el medio, durante el último entrenamiento del Madrid
Sergio Ramos, en el medio, durante el último entrenamiento del MadridJUAN MEDINA (REUTERS)

Sergio Ramos llamó por teléfono a un dirigente del Madrid para comunicarle que el vestuario estaba con Julen Lopetegui. Fue el sábado pasado, tras la derrota contra el Levante, y dicen en las oficinas del club que el mensaje del capitán causó revuelo en la directiva. Florentino Pérez, el presidente, se preguntó cómo era posible que una de las plantillas más potentes de Europa tropezara cinco veces seguidas, contra Sevilla, Atlético, CSKA, Alavés y Levante, si de verdad los jugadores, como decía Ramos, respaldaban al entrenador. La reflexión del presidente —pura lógica de ingeniero de caminos— fue recibida con aprobación por los funcionarios madridistas que la oyeron.

Resulta evidente que la sintonía entre el entrenador y los jugadores no ha sido la ideal. Pero nadie, ni en la comisión técnica ni en la junta, considera que Lopetegui sea el primer responsable de la peor racha de resultados en una década. Los entrenadores nunca fueron ni serán tan influyentes. Es más, varios de los jugadores y empleados del club que siguen las prácticas en Valdebebas consideran que el método que impulsa el vasco es el más avanzado de cuantos técnicos han pasado por la caseta desde que Florentino Pérez es presidente.

El trabajo de campo es excelente. Donde Lopetegui falla es en la gestión del grupo. Ahí la directiva señala por igual al técnico y a los jugadores, a los que juzga mentalmente acomodados, “confundidos” después de ganar cuatro Champions, “viciados” por un estatus y unos derechos que no merecen. Ramos y Marcelo aparecen en la diana de estos reproches, contexto de un drama interno en el que Lopetegui interpreta un papel secundario.

Los dirigentes critican al técnico por ponerse en manos de Ramos. Por ejemplo, a la hora de planificar viajes como el de Vitoria, cuando el equipo durmió en Madrid el día del partido, contraviniendo los protocolos médicos. “Ramos le preguntó a Lopetegui que por qué no hacía como Guardiola, que no concentra al equipo”, indica un empleado del Madrid. “Y el equipo llegó al estadio a las cinco de la tarde, sin recuperarse del estrés del viaje”.

En la directiva observan que el poder de intendencia de Ramos invade la esfera del propio entrenador. Florentino Pérez y su equipo repiten que no quieren que los futbolistas se comporten como “los amos” del club. La lista de jugadores que acumularon prerrogativas excesivas es larga bajo la lupa del palco. Redondo, Hierro, Raúl, Cristiano, Casillas, Ramos y Marcelo, encabezan el ránking histórico. Menos los dos últimos, todos abandonaron el Madrid sin apenas homenajes tras una progresiva fiscalización presidencial.

“Hay buenos capitanes y grandes capitanes”, dijo Lopetegui, cuando este sábado le preguntaron por el rol desempeñado por Ramos; “Sergio pertenece a la segunda categoría”.

Generoso en las concesiones a su brazo derecho, en el vestuario, sin embargo, Lopetegui goza de un respaldo limitado. Sus mayores baluartes son Ramos e Isco. El primero avaló el fichaje del entrenador cuando Florentino Pérez mandó a que le consultaran, en vísperas del Mundial de Rusia. Los intereses de Isco son más particulares. Ningún entrenador le ha tratado con más complicidad que Lopetegui y los primeros candidatos a sustituirle no se caracterizan por valorar a los mediapuntas de su clase. Si Isco sufrió para jugar con Zidane y Ancelotti, con Conte o con Mourinho su destino puede ser pavoroso.

Indiferentes o disidentes

Además de Ramos e Isco, Lopetegui goza de cierta simpatía por parte de Courtois y Nacho. Bale y Benzema viven más pendientes del golf y la música que del ocupante del banquillo. El resto —todos suspicaces— oscila entre la indiferencia y la ligera disidencia. Ahí flotan Keylor, Kroos, Casemiro, Modric, Marcelo y Carvajal, el núcleo duro en el que se apoyó Zidane. Ninguno acaba de convencerse de que Lopetegui no sea más que un tecnócrata al servicio de un presidente que sospechan empeñado en regenerar la plantilla poniéndolos en venta en 2019.

Puesto a resolver la crisis, Florentino Pérez se muestra más seguro que nunca de una cosa. Considera que la época en que el vestuario se gestionaba con líderes de mano blanda —Ancelotti, Zidane o Lopetegui— debe ser superada con hombres de mano de piedra. Le fascina Mourinho y cree que Conte es un buen profesional que responde a este perfil castrense. Son exactamente la clase de técnicos que no ficharía Ramos y esta es justo la razón que más motiva a un presidente que mira cada vez más allá del clásico.

Puede que en el Camp Nou apocalípticos e integrados formen una piña para evitar a contes y mourinhos y, con suerte, ganen. Pero es imposible que el Madrid sea competitivo a largo plazo sin la implicación absoluta de Kroos, Casemiro, Modric, Marcelo y Carvajal, los futbolistas que, junto con el capitán, arman el juego.

Esta tarde Ramos continuará ejerciendo de algo más que de jefe de la zaga. Es el último baluarte del castillo de Lopetegui y, tal vez, de su propio castillo también.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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