Whitman, por favor
En 'Guía para la salud y el entrenamiento masculinos' se recogen los artículos publicados por el humanista estadounidense en The New York Atlas
Últimamente, los clubes deportivos de todos los rincones del planeta y de las diferentes disciplinas tienden a parecerse demasiado unos a otros. Lejos de cultivar su idiosincrasia, viran hacia los lugares comunes y al final son todos iguales. Para la motivación, utilizan frases y expresiones cercanas a los libros de autoayuda y, claro, aparece el problema: si se enfrentan dos equipos que utilizan los mismos argumentos para motivar a los suyos, al 50% no le va a funcionar. Y habrá que buscar otra frase hecha y manida. Es como cuando dicen: “Tú puedes ser lo que te propongas”. Pues no, mire usted, por mucho que se lo proponga, si no tiene las condiciones, nunca llegará a ser Michael Jordan o Usain Bolt. Y tampoco pasa nada.
Por eso, salvo interesantes excepciones, se echa de menos un poco más de conocimiento no ya de la historia del deporte, sino de los valores diferenciadores de cada entidad. Y una búsqueda que vaya un poco más allá del ganar, el pelear, la pasión y la superación. Un poco de humanismo, tal vez.
Como el que le aplicaba al deporte el poeta y periodista Walt Whitman. En 1858 y bajo el seudónimo de Mose Velsor, publicó una serie de columnas en The New York Atlas, de las que ahora llega una selección bajo el título Guía para la salud y el entrenamiento masculinos (Nórdica libros).
“En el intenso entrenamiento para esta vida, que en sí misma es una lucha continua contra una forma u otra de adversario, el objetivo debería ser moldear un carácter sólido e inquebrantable para resistir los largos y duros ataques que sufrirá, y salir indemne de ellos, más que la capacidad de realizar hazañas sorpresivas y brillantes, las cuales suelen agotar las facultades desplegadas sin hacer ningún bien sustancial”, decía Whitman, que también dejó espacio para el asueto y los amigos: “Un tentempié ligero y moderado por la noche es admisible”. De hecho, si va acompañado del placer social de la amistad, las canciones alegres, el entusiasmo compartido y el sano estímulo de hallarse rodeado de buenos amigos, resulta recomendable en todos los sentidos. Más Whitman y menos palabras vacías.
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