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LaLiga Santander jornada 8
Girona
Girona
Stuani 39'Stuani 42'
2 3
Finalizado
Eibar
Eibar
Charles 11'Arbilla 49'Sergi Enrich 71'

Ni el VAR ni Stuani pueden con el Eibar

En un duelo marcado por las ilógicas decisiones arbitrales, el equipo armero supera al Girona con presión y puntería

Jordi Quixano
Stuani y Peña disputan el balón durante el partido.
Stuani y Peña disputan el balón durante el partido.Robin Townsend (EFE)

Tiene el Girona en Stuani una joya, un cazatesoros que impone su ley, físico y remate en cualquier área que se precie. Un verso libre en la cocina del rival que no necesita de pases milimétricos ni de arrastres de sus compañeros, tampoco de un juego previo que descuente rivales para quedarse mano a mano con el portero. Le vale con centros al área, con balones en busca de dueño porque ya suma ocho goles en LaLiga, pichichi momentáneo hasta que Messi diga la suya. Dos atacó ante el Eibar y dos embocó. Pero en un encuentro marcado por el VAR -perfecto chisgarabís de resoluciones incomprensibles de los colegiados encargados de la tecnología-, la puntería de Stuani no fue suficiente para doblegar al Eibar, que descascarilló al rival de inicio con la presión y lo remató en los compases finales con un remate de cogote de Enrich, justo cuando el Girona le encontraba el gusto al partido.

Persiste Eusebio con el librillo hereditario de Machín, con el 3-5-2 que tan bien le funcionó al equipo en las dos últimas temporadas. Y, aunque el Girona no ha perdido su efervescencia ni los mecanismos que acaban en la cabeza o las botas de Stuani, las piezas ya no encajan como un reloj, hasta el punto de que en este curso el equipo ha destilado su mejor fútbol a través del 4-3-3. Un sistema que se presuponía el idóneo para encarar al Eibar, que presiona a la raíz del rival como si no hubiera un mañana, mandamiento de oro para Mendilibar. No varió su hoja de ruta Eusebio y la propuesta rival desquició al Girona al inicio del duelo, incapaz de articular tres pases seguidos, de pasar de la medular con el esférico entre los pies, más pendiente de las tarascadas y los enredos del área que de la portería contraria. Una perdición que el VAR no supo resolver.

No pretendió Mendilibar que su equipo desplegara un fútbol de salón, con el pase como bandera y la posesión como norma. Le alcanzó con el acoso avanzado y la formulación de ataques vertiginosos tras el robo de balón para pillar al Girona fuera de lugar, sin respuesta ante la transición defensa-ataque rival. Así se explicó de buenas a primeras, con un par de contras que Charles definió de mala manera, con un remate al aire y otro que se marchó a las nubes. Se sumó al abordaje Orellana, que chutó desviado tras otra contra hipersónica y De Blassis no atinó cuando Montilivi se tiraba las manos a la cara para no ver el gol. Pero faltaba la puntilla y el VAR redobló la apuesta.

Con el Girona embotellado en su área, sin respuesta ante la fiereza armera, no resultaron extraños los barullos en el área. Lógico en ese córner que remató Enrich y que Muniesa, de espaldas, desvió con el brazo extendido. Una mano como una catedral, tan involuntaria como determinante porque desvió un remate que iba a puerta. Desde la sala del VAR no le dieron importancia y el partido prosiguió hasta el siguiente ataque, cuando un chut de Charles tocó en un defensor y de ahí fue a la mano de Aday. El VAR, entonces, sí actuó y se determinó penalti para la alegría de Charles, que acertó desde los 11 metros, y para el enfado morrocotudo del Girona, que se las tiene con el VAR porque en el duelo anterior ante el Huesca ya quedó marcado para bien y para mal porque hubo un penalti en cada área.

Con el gol, el Eibar bajó las pulsaciones. Nada mejor para Stuani, que sacó los codos para cobrarse su parcela en el área. Así, Pedro Porro peleó un balón que parecía perdido, pisó la línea de fondo y sacó un centro templado al segundo palo, a la llegada de Stuani, que puso la cabeza para poner las tablas. No se quedó ahí el ariete, que un minuto más tarde metió la puntera a otro pase lateral, en esta ocasión desde la banda contraria, y festejó un gol que pareció un gatillazo porque desde el VAR, una vez más, pararon el juego por presunto fuera de juego. Momentos después, se validó el tanto y casi en medio del festejo, Juanpe cometió un penalti claro sobre Charles que desde el VAR se hicieron el longuis. Nada que evitara la siguiente contra, que acabó en un córner y de ahí a la red, previo cabezazo de Arbilla.

Tras el entreacto, el fútbol cobró protagonismo sobre la tecnología, con un Girona desacomplejado al fin, con la vieja fórmula de balón a la banda, centro y remate que tan buen resultado le da. Le costó a Portu enfocar dos remates bastante claros, negado como está ante la portería rival desde el mes de febrero pasado y anulado en Montilivi por José Ángel; peleó como siempre Stuani por esos balones huérfanos de rematador que pasaban silbando por el área; y Granell puso sus dosis de calidad a balón parado que por poco desmontan a Dmitrovic. Pero no atinaron y el Eibar, que ya daba por bueno el empate porque las piernas no le respondían para esa presión infatigable, se encontró con el mejor Enrich, con un remate forzado con el cogote a centro de Orellana que pilló desprevenido a Bono y que acabó a gol para sorpresa de sus compañeros –Jordán, por ejemplo, se puso las manos en la cabeza- y para fastidio del Girona, que ni con Stuani ni el VAR se salió con la suya.

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