El Getafe encadena al Celta y obtiene un merecido empate en Balaídos
Un grosero error del meta David Soria abre el camino de la victoria a los vigueses, pero el equipo que dirige Bordalás fue superior, empató en la recta final del partido y pudo llevarse el triunfo
No hubo ganadores en Balaídos en el cierre de una jornada, la séptima, que confirma el parejo amanecer de un campeonato en el que ambos se instalan en la zona media de la tabla. El Celta arrancó mandón y hasta avasallador y cuando llegó el descanso ya estaba contra las cuerdas. Ahí se quedó casi hasta el final en un padecido ejercicio de supervivencia en el que no pudo guardar el tesoro de un gol concedido por un grosero fallo del meta del Getafe. A la gente no le gustó en Vigo el rendimiento de su equipo, que se fue entre silbidos.
Diez minutos, los iniciales, bastaron para establecer un retrato de lo que podía ofrecer el partido. Fue una fotografía que se podía aguardar, pero a la postre mal tirada. El Celta empezó gustoso con el balón, combinativo, pleno de ritmo y de continuidad en el juego. Sin pegada. El Getafe abrió el paraguas y esperó a que pasase el chaparrón hasta que un córner en contra lo convirtió en una clara ocasión de gol que primero Amath y luego Ángel dejaron pasar. Como tampoco pareció que unos y otros se sintiesen cómodos en esos roles, la cuestión derivó hacia un duelo de escaramuzas, plagado de emboscadas y algún pasaje áspero.
El Celta bajó el pistón, plegó líneas en la presión tras el descorche. Tampoco obvió el recurso al balón en largo para superar líneas. A estas alturas su entrenador Antonio Mohamed semeja un ecléctico, un tipo nada dogmático que alterna módulos tácticos y estilos de juego. Del Getafe ya hay poco que no se sepa, se exprime como pocos. A la contra o en la búsqueda de Ángel y Jorge Molina, su doble referencia en la delantera, se maneja con ideas precisas y bien ejecutadas. El talento también es eso. Más allá de los primeros diez minutos de zozobra, el Getafe fue más que el Celta. Mereció marcar, pero encajó porque fue víctima de un error garrafal de su guardameta al poco de pasar la media hora de partido. David Soria concedió un gol de la nada a Maxi Gómez porque en tiempo de vendimia fue a por uvas y llenó el cesto en una salida a destiempo a un balón que era de sus centrales.
La respuesta del Getafe al fallo tuvo un punto de furia. Molina disparó al larguero apenas cien segundos después y Ángel cabeceó cerca de la meta cuando moría la primera parte. El Celta se abonó a la agonía, impreciso en defensa, siempre con un aura vulnerable que es una golosina para un rival, como el que tenía enfrente, acostumbrado a no hacer prisioneros. Se quedó sin balón el equipo de Balaídos y no está diseñado precisamente para perseguir. Lo hizo más de lo que le gusta porque además Bordalás, el técnico del Getafe, tiene mecha para prender. Y no se la guardó. Retiró al mediocentro Arambarri y a la dupla conformada por Molina y Ángel les agregó a Jaime Mata. El máximo goleador el campeonato pasado de Segunda División se acostó en la zurda durante veinte minutos hasta que el extremo Róber Ibáñez suplió a Ángel en un intento de abrir el campo.
El tráfico atascó los caminos hacia la portería del Celta, más porque Mohamed sumó peajes primero con Okay por delante de la zaga y luego con Araújo para conformar una zaga con Roncaglia de lateral derecho y Hugo Mallo por delante. Pero esos entramados palidecen ante los delanteros con oficio. Mata lo tiene. Apenas necesitó cinco minutos en punta y un metro de distancia para controlar, revolverse y empatar con un remate a la media vuelta que le define como delantero fiable. Mohamed deshizó de inmediato su maniobra defensiva y retiró a Roncaglia para dar cancha a Pione Sisto entre la bronca del respetable, que suele ser remiso a entender los pasos atrás.
Con algo más de diez minutos por delante, el Celta quiso retomar la línea con la que había empezado el partido. Pero ya tenía tras sí un desgaste, incapaz además de activar a Iago Aspas, que por una vez pasó de puntillas por el partido. La iniciativa era del Getafe, que siempre se vio superior y pudo ganar. Sergio Álvarez lo evitó muy al final a remate de Róber Ibáñez.
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