Un nuevo fallo de Rulli incendia Anoeta
Un error mayúsculo del portero de la Real le concede un empate al Rayo
La pelota caía con paracaídas del cielo, meciéndose como una pluma en el aire después del rebote en Aritz Elustondo, pero Gero Rulli perdió la perspectiva y abrió los brazos, como si lo que se le viniera encima fuera el yunque con el que el correcaminos aplastaba al coyote.
El balón como un pez se le escurrió, y vino por un momento a la cabeza la canción de Víctor Manuel, sólo pienso en ti, mientras a la grada se le quedó atascado en la garganta el “txorian txori” de otro cantautor, éste autóctono, Mikel Laboa, una canción sobre la libertad. Qué paradoja, porque esa libertad se atragantó por el gol de Advíncula, que significa sin cadenas.
Y los cánticos de la tribuna, que ahora está tan cerca, se convirtieron en silbidos después del enésimo error del portero argentino de la Real, sólo pienso en ti, que amplía el debate sobre la gestión de la portería. De hecho, en la Real hubo mucho debate por la elección de Rulli en detrimento de Moyá, pero también por el segundo partido consecutivo con Illarramendi en el banquillo, y también con William José, el goleador realista, entre los suplentes.
Pero a la Real no le iba mal, hasta esa acción, porque con un Rayo de tendencias suicidas, los espacios se le abrieron a Jon Bautista en el minuto 4 en un pase del prometedor Sangalli. Pintaba de maravilla, porque el equipo de Garitano encadenaba ocasiones, y el madrileño se perdía en el norte.
Hasta que llegó el yunque del correcaminos y aplastó al coyote, y mientras arreciaban los abucheos, apareció Bebé por el área y le derribó Zaldua. Si quieres yunque, yunque y medio. Rulli, en depresión, no pudo neutralizar el penalti de Trejo.
Casi sin entender lo que pasaba, el Rayo se ponía por delante en el marcador, y los corrillos de la grada encendían debates como hogueras, de incandescentes que estaban, y los dedos apuntaban a Asier Garitano, el hombre que hace la alineación, y a Luis Llopis, el entrenador de porteros, rutilante fichaje que llegó del Real Madrid, donde apadrinó a Keylor Navas, y señalaban a Moyá, pidiendo un relevo entre los palos.
El “txorian txori” empezaba a sonar crispado cuando saltaron al campo Illarramendi y William José; mientras el Rayo buscaba otro golpe de fortuna en algún contragolpe y había olvidado ya sus veleidades ofensivas. El delantero, que tiene un imán, y que se lesionó en Ipurúa al tirar un penalti, empezó a ser el foco que se encendió en el área. Cuando puso las luces largas, deslumbró a Alberto García, al que superó con un cabezazo parabólico a centro de Zaldua para empatar el partido en el minuto 77. La Real merecía al menos esa igualada.
El equipo donostiarra porfió hasta el final, pero no encontró premio con un Rayo atrincherado, esperando el final u otra duda de Rulli –lo primero que llegara–. Sólo le alcanzó la primera. Se fueron todos del campo, se apagaron las luces de Anoeta, y Rulli tendrá que pasar por el diván del psicoanalista con el yunque del correcaminos entre los brazos.
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