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“¡No eres un ser humano, eres una atleta!”

El documental ‘Over the Limit’ desvela el extremo sistema de entrenamiento que soportó la gimnasta rusa Margarita Mamun para ganar el oro en los Juegos de Río

En vídeo, tráiler 'Over the limit'
Robert Álvarez

Margarita Mamun tenía 20 años el 20 de agosto de 2016, día en que se proclamó contra pronóstico campeona olímpica en el concurso general de gimnasia rítmica en los Juegos de Río. Competía a la sombra de su rival, la también rusa Yana Kudryavtseva, dominadora absoluta y ganadora de los tres campeonatos del mundo previos a la cita. El 27 de agosto, dos días después de que la flamante campeona olímpica regresara de Brasil, su padre Abdullah Al Mamun falleció en Moscú a los 52 años a consecuencia de un cáncer. La entrenadora de Mamun la había instado a utilizar la enfermedad terminal de su padre como fuente de inspiración para mejorar sus entrenamientos y sus actuaciones durante la competición.

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Todo vale para conseguir la victoria, pero ¿dónde se sitúan los límites y quién los establece? Algunas películas han explorado los confines de las exigencias extremas del entrenador o profesor: Whiplash lo hizo en relación al jazz y Black Swan, al ballet. En España, el caso real y más sonado fue el de Anna Tarrés, la exitosa seleccionadora del equipo español de natación sincronizada, cuyos métodos fueron denunciados en septiembre de 2012 por 15 nadadoras retiradas, que la acusaban de trato denigrante y de usar frases como "¡Fuera de agua, gorda!".

El documental Over the limit, de la joven directora polaca Marta Prus y que durante estos días se estrena en diferentes salas españolas, es el retrato íntimo de la gimnasta rusa Margarita Mamun, que alcanza el cénit deportivo tras renunciar a todo lo demás. Lo consiguió, pero tras ese “lo demás” se esconde muchísimo más que el trabajo extenuante y la supeditación a los métodos de entrenamiento rusos, de una exigencia extrema y según muchos simplemente inhumanos e inaceptables. La historia “de una maestra cruel pero efectiva”, como define la directora Prus, se rodó durante 100 días a lo largo de un año, y sin restricciones.

Irina Viner, en 2017.
Irina Viner, en 2017.Cordon

Se suceden los insultos y la presión a la que Irina Viner somete a sus pupilas. Es la seleccionadora y la presidenta de Federación rusa. A ella se atribuye el dominio arrasador de sus gimnastas desde los Juegos de Sidney 2000, tanto en el concurso individual como por equipos. “Hoy eras basura”, le suelta a Mamun tras ganar una vez más la medalla de plata por detrás, como siempre, del Ángel con Alas de Hierro, como se conoce a Kudryavtseva. Con su habitual sombrero de paja, sus trajes de piel y terciopelo, Viner la emprende en otra escena con la también entrenadora de Mamun, la excampeona mundial Amina Zaripova, en presencia de la gimnasta: “Ella (Mamun, presente durante la reprimenda) no es una luchadora. ¿Por qué diablos la necesitamos? Si no pelea, debería irse al infierno”. Prosigue Viner con Mamun: “¿Por qué temblabas? Vete a la mierda. Lo has hecho de pena, de puta pena. Te han dado puntos porque tienes los ojos bonitos”. Y remata hacia Amina: “Si no puede competir, que se vaya a la mierda”.

Viner recibió en 2015 la orden olímpica de manos del presidente del COI Thomas Bach y está casada con Alicher Ousmanov, un potentado ruso de origen uzbeko y uno de los mayores millonarios del mundo y presidente de la Federación Internacional de Esgrima, una de sus grandes pasiones junto a los yates.

Durante la filmación de la película, Mamun recibe por teléfono la llamada de su madre en la que le comunica que su padre se está muriendo. Zaripova trata de tranquilizarla, de decirle que su padre se recuperará y la insta a rechazar las llamadas de su madre. Poco antes, Viner le comenta a Zaripova que trató de evocar la tragedia de la muerte del padre de la gimnasta para entrar en su personaje. “Habla de tu padre. Habla de todo. No seas cobarde”, le apremia Viner a Mamun.

“No está preparada. Hay que entrenarla como a un perro. Necesita trabajar y trabajar hasta que no pueda mantenerse en pie”, le dice la seleccionadora a la tutora de Mamun

“¡Maldita sea, como si los entrenamientos fueran lo más importante!”, le comenta Mamun a su novio tras una de las conversaciones con Zaripova, que en otro momento la reprende: “¿Por qué no golpeaste de nuevo. ¡Estúpida vaca, es tu rutina!”. En otro momento, cuando Mamun expresa su cansancio e irritación y discute con Zaripova, esta le pregunta: “¿Por qué te enojas?”. La gimnasta le contesta: “Porque soy un ser humano”. Y la entrenadora sentencia: “¡No eres un ser humano sino una atleta!”. La gimnasta, resignada y obediente, no rechista cuando Vinder ataca de nuevo: “No dejabas de temblar. La gente tiene muchas esperanzas puestas en ti. Estás representando a Rusia. Que te jodan a ti y a tu temblor”. Y la seleccionadora, dirigiéndose a la entrenadora asistente, le regaña: “No está preparada. Hay que entrenarla como a un perro. Necesita trabajar y trabajar hasta que no pueda mantenerse en pie”.

Cuando Mamun lucha por superar las molestias que sufre en los pies, Zaripova le comenta: “Rita, no hay atletas profesionales sanos”. Lo sabe muy bien la entrenadora, que en su época de gimnasta, cuando tenía 17 años y en su primer Mundial, sufrió una herida en la oreja provocado por un tirón de Viner. De ese episodio no se da cuenta en el documental.

Tanto Mamun como Kudryavtseva se retiraron poco después de los Juegos de Río 2016. Viner continúa su larga carrera de éxitos al frente de la selección rusa de gimnasia rítmica y esta misma semana, en Sofía, ha conseguido que la nueva reina de la rítmica, Dina Averina, se proclame campeona del mundo por segundo año consecutivo y que el equipo ruso alargue su hegemonía.

Subir a lo más alto del podio es algo que Viner relativiza y utiliza también como advertencia para sus pupilas. En su día lo explicó en una entrevista con el diario ruso Rossiyskaya Gazeta: “Si una deportista se encierra en su grandeza, su estrellato, es malo para todos y, sobre todo, para la propia deportista. No habrá progreso en este caso. Mientras estás en el podio, eres encantadora, fabulosa, sí. Pero tan pronto como vuelvas a bajar, debes olvidarte del triunfo y comenzar a practicar el doble de duro”. Un criterio al que agregó, tras recibir el premio del COI en 2015, una sentencia: “El deporte es la única guerra que tiene un final pacífico”.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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