Los esprínters de la montaña se entregan a la contrarreloj para jugarse la Vuelta a España
La ronda vivirá en Torrelavega un episodio más de su historia de extraordinaria igualdad entre Yates, Valverde y Nairo
Eusebio Unzue dice que Valverde tampoco es Indurain y Valverde dice amén. Gracias a Dios, podría haber añadido. Quiere decir el director del Movistar que puede que su murciano sea el mejor contrarrelojista de la media docena de corredores a los que aún da posibilidades de ganar la Vuelta, lo que es importante dado que hoy, entre Santillana y Torrelavega, esperan 32 kilómetros bastante llanos, pero que su ventaja, si la consigue, no liberará a la carrera del final que la espera, una decisión al sprint entre escaladores en la cima del col de La Gallina.
Y si le hubiera dado por lo literario, podría haber añadido, sin heroísmos, por favor. “Nada, no se puede hacer nada para romper la igualdad, en ninguna subida, en ninguna etapa”, renunciando, de antemano, seis días antes, a entregar lo que muchos exigen, un día de ataques sin tregua en los tres primeras, un hors catégorie, un segunda y un tercera que saturan el sábado los menos 100 kilómetros de etapa en Andorra. “Está Vuelta está condenada a la igualdad”, dice Unzue. “No hay un liderazgo claro en la carrera, ni tampoco en mi equipo. Ni Nairo ni Valverde han dejado claro quién de los dos lo puede ser”.
Aunque en la contrarreloj de Torrelavega, seguramente se abra aún más la Vuelta, y a Yates, Valverde, Nairo y Supermán López, separados por 43s, se unan en la estrechez que los separa Kruijswijk (a 1m 29s), Mas (a 1m 55s) y Pinot, el rey de los Lagos (a 2m 10s), son Yates y los líderes del Movistar los tres corredores que más han intentado pesar en el desarrollo de la carrera. Recordaba Unzue que entre el segundo y el séptimo en la cima de Covadonga solo hubo seis segundos de diferencia, una miseria, lo que da más valor aún a lo ocurrido en la cuarta etapa, tan pronto, tan olvidado casi, en la llegada a la Sierra de Alfaguara, en Granada.
El sprint más largo en montaña, y con éxito, entre los favoritos de la Vuelta tuvo lugar allí. Fue el de Simon Yates, a 2.300 metros de la meta. Y las reacciones posteriores de Valverde, quien primero persiguió, luego paró para ayudar a Nairo, clavado, y luego volvió a perseguir, fueron un anticipo de lo que se repetiría día tras día después. Aquella cuarta etapa, en el final menos duro de todos los ocho finales en alto, se produjeron las mayores diferencias entre los tres primeros. Yates aventajó en 25s a Valverde y en 27s a Nairo, las diferencias que se mantienen prácticamente iguales 11 etapas después. El gran día de Nairo fue La Covatilla (24s a Valverde, 9s a Yates) y el de Valverde, gracias a la bonificación, el del Caminito del Rey, 13s, a Nairo; 18s a Yates.
Los escaladores han desaparecido. Solo quedan esprínters que pelean por las bonificaciones (con 26s se ha lucrado Valverde, que lo vio claro desde el primer día; con 14s, Yates, el más vivaz en los finales). El Nairo que ganó la Vuelta hace dos años con grandes ataques en Lagos y en Formigal ya no existe, y, finalmente, tragándose el orgullo, lo admite. Existe un corredor incomprendido, igualado a todos, al que se critica por no atacar. “Me duelen las piernas, no las críticas”, dice. “No soy todopoderoso y cuando no hay fuerzas no hay más. Estoy bien, pero no superior a los demás”.
Nairo y Valverde han llevado una Vuelta colaborativa, se podría decir. El murciano ha ganado etapas y Nairo se ha mantenido ahí, y en los momentos difíciles, se han echado una mano uno a otro. “Nos hemos sabido entender bien”, dice Nairo, quien agradeció a Valverde los dos golpes de mano que le ayudaron a no descolgarse en los momentos de asfixia de Covadonga. Y Valverde, en el juego de diplomacia florentina que organizan siempre que hablan conjuntamente, y ligeramente alarmado por el tono tétrico, tan derrotista, con que se mira a su equipo después de tres frustrantes días en la montaña asturiana que no les dieron los minutos que esperaban, añadió: “Se hacen dramas sobre quién es el líder. Los dos nos tapamos huecos mutuamente. Hemos hecho una Vuelta muy buena y los dos la podemos ganar”.
“Los dos están vivos”, proclama Unzue. “Lo que no es poco”.
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