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Simon Yates recupera su tesoro

Etapa y liderato de nuevo para el gemelo inglés en la subida brutal de Les Praeres, donde Nairo dispara al aire tres veces

Carlos Arribas
Simon Yates, celebrando la victoria de este sábado.
Simon Yates, celebrando la victoria de este sábado.Manuel Bruque (EFE)

Nairo dispara, una, dos tres veces, y cuando para, siempre está a su lado Miguel Ángel Supermán López, que se niega a darle el relevo. Entonces, se para. Detrás, resoplan y aplauden el espectáculo que agota a los dos más fuertes.

El duelo de orgullo colombiano, dos campesinos de Boyacá cuerpo a cuerpo, como si se disputaran no una etapa más en una Vuelta más, sino la vida misma, y olvidando que los demás también son buenos, les da esperanzas a los cerebrales, a los que piensan, casi filosofan, en décimas de segundo, sopesan, qué quiero, quién soy, qué puedo, dónde estoy, qué tengo que hacer, y hacen.

Enric Mas se quita los guantes para sentir con las manos el manillar al que se agarra y sobre el que se apoya y hace bailar cuando se pone de pie sobre la bicicleta. Y se siente un poco más libre, y se quitaría todo hasta desnudarse para subir como un niño, despreocupado y feliz entre ciclistas más mayores y muy serios, agobiados, parece, por las responsabilidades. Y entre ellos florece y crece, y la gente le ve llegar y se emociona. Un chico de Mallorca, de 23 años, entra en la corte de los grandes.

La subida de Nava a Les Praeres, corta y brutal, como la vida, desenfrena a los ciclistas, les devuelve a un estadio de antes de la civilización. No a Simon Yates y a Alejandro Valverde, que, entre jadeos y pedaladas costosísimas, calculan su momento. Son depredadores que observan a los cervatillos saltarines perder el tiempo. Analizan con las pulsaciones a 200 y la bici casi vertical sobre el polvo del último kilómetro. Deciden y atacan.

Han llegado hasta allí con la lengua fuera, azotados por la fuga de Kwiatkowski que ha obligado al pelotón a estar todo el día en modo persecución, guiado, primero, por el esfuerzo conjunto del Movistar y el Cofidis del líder Herrada, que no resistió mucho, y después por un intento loco del Bahréin a iniciativa de Nibali. Y luego, pasadas las curvas traicioneras de Fuensanta a la salida de Nava, es Carapaz, el último trabajador de los Movistar el que acelera y frena a Kruijswijk, que se siente ligero, volador.

Después de los disparos al aire de Nairo, se reagrupan todos los fuertes. Se miran. Simon Yates salta el primero. Ha elegido su distancia habitual, un kilómetro, la que le dio victorias y brillo en el Giro. Valverde duda. Mira. Espera a ver lo que hace Nairo, su compañero de equipo que también quiere ganar la Vuelta y que tira la toalla, espera que reaccione Supermán y le lleve hasta el inglés felino y eléctrico, que deja detrás solo la polvareda de su velocidad.

El mejor de los gemelos es preciso, infalible. Es el único que ha gastado todas sus fuerzas, bien concentradas, en el momento preciso. Y es curioso, porque antes de parecer más civilizado que ninguno, Yates era conocido como el más salvaje de los que llegaban.

La contra fracasa. Valverde termina tercero, a 20s del maillot de líder, que recupera Yates, esta vez porque así lo ha querido. Cuando lo alcanzó por primera vez, en la Covatilla, le llegó de rebote y se lo quitó de encima en cuanto pudo. Ya no lo quiere soltar.

El corto asalto de Les Praeres, eléctrico, casi atómico por el ruido que hace, y resuena en el valle, deja a cuatro en la general en menos de un minuto. Simon, Valverde, Nairo y Supermán. La Vuelta es como un reloj de arena, que parece que no se mueve pero aun imperceptiblemente acaba, inevitable, marcando los segundos que pasan y crecen. Y se mira atrás y se dice, ¿tanto tiempo ha pasado?

Es tan fuerte la sensación de que las cosas pasan sin que parezca que pasan, que todos esperan que en los Lagos de Covadonga no pase mucho, pese a que allí, en la primera subida que en España se ganó el adjetivo abusado de mítica, el peso de la historia y de la memoria sea tan grande. Nairo, siempre Nairo, recuerda. “Allí gané hace dos años”, dice. “Allí empecé a ganar mi Vuelta”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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