El Tour pacífico de Thomas
El ciclista galés consigue la victoria a los 32 años, en su novena participación y deponiendo a su líder Froome (tercero) sin necesidad de bronca
Geraint Thomas no es solo el primer galés que gana el Tour sino también el primer segundo que derroca a su líder, y de manera indolora. Y cuando lo hace no es consumando una traición, un cuchillo por la espalda, una emboscada de Macbeth, ambicioso y débil, sino obedeciendo órdenes del patrón, un traspaso de poderes consensuado y ordenado, una especie de burla a la vida, un cuento moral santurrón, con final feliz, recibida con una sonrisa por el campeón depuesto, Chris Froome, que le ayuda a ganar el Tour y se conforma con ser tercero, dos escalones por debajo de su amigo de toda la vida en el podio de los Campos Elíseos después de renunciar a pelear por ganar su quinto Tour, a ser el primero del siglo XXI que gana el Tour y el Giro el mismo año. Es la sexta victoria del Sky, con tres ciclistas diferentes, los tres británicos, en siete años.
¡Pobre Shakespeare! No solo la vida ya no imita a su tragedia; ni siquiera le ofrecería ya materia para tejerla. No encontraría en la resolución de uno de los Tours menos disputados de la historia ni un elemento que le permitiera llevar a sus espectadores a la catarsis sentimental que tanto necesitan. También Alberto Contador y Lance Armstrong, compañeros de equipo en 2009, terminaron primero y tercero en el Tour, pero solo después de que el chico de Pinto ganara antes la batalla cuerpo a cuerpo de orgullo y carácter para imponerse después en la carretera.
La vida es cruel como el Tour mismo, resisten los entusiastas, que guardan la imagen y las historias de Greg LeMond, Jan Ullrich o el Chris Froome de 2012, su llanto, su frustración, sus palabras indignadas en voz baja de campeones mutilados, de sed de venganza apagada. Más que de traiciones, la leyenda del Tour está fabricada de sacrificios, de corredores más fuertes, más en forma que los líderes de sus equipos, ante los que tienen que frenarse para no superar y permitirles ganar la carrera. Todos ellos ganaron el Tour al año siguiente de quedar segundos tras sus líderes designados. Bernard Hinault, Bjarne Riis y Brad Wiggins ganaron el Tour al año siguiente de ser obligados a perder.
Thomas, el pionero que consiguió que el ayuntamiento de su Cardiff permanezca iluminado de amarillo los últimos días, lo ha conseguido a los 32 años y en su novena participación. El producto más genunino del Sky de David Brailsford —entró en su escuela de pista a los 13 años—, Thomas ha sido gregario importante en el Tour de Wiggins y en los cuatro de Froome. Esos son sus méritos. Su victoria se puede entender, pues, como un premio al ciclista disciplinado, como lo son todos los ciclistas a sueldo. Y también a la constancia, otra virtud necesaria para ser ciclista profesional, claro.
Con esa filosofía de gregario sabio —la de ir día a día, sin hacerse ilusiones, sin salir de la burbuja que le protege de creérselo en exceso y de la animosidad exagerada de la afición en las cunetas—, Thomas pudo superar la emoción de ganar en Alpe d'Huez de amarillo, pero no todos los sentimientos que se le desataron cuando, al terminar la contrarreloj del sábado, descubrió que su esposa había hecho un viaje sorpresa para besarle, y se echó a llorar con gruesos lagrimones. “No lloraba así desde el día de mi boda”, dijo. “Así de importante es ganar el Tour para un chico como yo”.
Hasta este julio de 2018, su palmarés en pista, siempre como équipier, era mucho más impresionante que el de ruta: dos títulos olímpicos (2008 y 2012) y tres mundiales de persecución por equipos. Después consiguió el mismo objetivo que antes Wiggins y Froome, perder peso sin perder vatios para ser capaz de allanar las montañas para ascenderlas a tal velocidad elevada que deja a los escaladores fuera de fuerzas. Ganó la París-Niza en 2016 y la Dauphiné hace dos meses. Ya se sentía preparado para ir como líder secundario a un Tour en el que nunca había tenido suerte con las caídas. Y ya puede recordar sin agobiarse su debut en la grande boucle. Fue en 2007. Tenía 21 años y acabó penúltimo, a casi cuatro horas de Contador. “El dolor que sufrí fue horrible”, recordaba hace unos años. “En montaña me quedaba descolgado el primero, y subía los puertos acompañado del coche escoba, pero resistí. Cada día me decía que no podía aguantar más, y volvía al día siguiente. Ahora, cuando sufro sobre una bici pienso en aquel Tour y lo de ahora me parece una broma…”.
Y, buen galés, lo celebró bebiendo cerveza.
Kristoff triunfa en el sprint final de París
El noruego Alexander Kristoff (UAE Emirates) se apuntó al sprint la prestigiosa victoria en los Campos Elíseos, por delante del alemán Degenkolb y del francés Dèmare. La tradición del sprint final en París apenas ha sufrido alteraciones en las últimas décadas, como el triunfo del kazajo Alexander Vinokourov en 2005, y volvió a repetirse como colofón a la coronación de Thomas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.