La gran obsesión de Red Bull
El equipo energético vive solo por y para Verstappen, su primer piloto a pesar de rendir por debajo de Ricciardo
A sus 20 años, Max Verstappen ya ha dado señales evidentes de tener mimbres de campeón del mundo. Seguramente eso es lo que lleva a Red Bull a tratarle como la piedra angular de su proyecto en la Fórmula 1. El holandés tiró de su talento para convertirse, en el Gran Premio de Australia de 2015, en el piloto más joven de la historia en debutar en el certamen con 17 años, cinco meses y 15 días. Dos semanas más tarde, en Malasia, puntuó antes que nadie; y en el Gran Premio de Montmeló de 2016, en la que era su primera prueba al volante de un Red Bull, se metió en los libros como el corredor más precoz en ganar una carrera (18 años, siete meses y 15 días), con más de dos años y medio se margen sobre el segundo (Sebastian Vettel).
Lo que ocurre es que esa habilidad que en según qué ocasiones le equipara a los mejores integrantes de la parrilla (Lewis Hamilton, Vettel o Fernando Alonso) a veces queda en un segundo plano por precipitación y falta de temple, otra de sus particularidades. A pesar de su juventud, Verstappen afronta su cuarto curso en el certamen, y el mayor interrogante que merodea sobre él es su capacidad de aprendizaje. En este 2018 ya se le cuentan demasiados errores por su temperamento en pista, como por ejemplo el que le privó de afrontar la cronometrada en Mónaco tras estrellarse contra las barreras en la tercera sesión libre de ensayos; el que le arruinó un podio prácticamente seguro en China y, de paso, impidió el triunfo de Vettel. Sin embargo, las pifias más importantes de Mad Max se concentraron en Bakú, especialmente el domingo, donde después de defenderse de los ataques de Daniel Ricciardo con una agresividad difícil de entender al tratarse de su compañero, ambos chocaron en plena recta y se vieron obligados a regresar al taller caminando. Aquel episodio propició incluso que Christian Horner y Helmut Marko, los ejecutivos de mayor rango en la gestión del equipo, le dieran un toque de atención.
Aquella reprimenda pública, no obstante, no hizo cambiar la opinión generalizada en todo el paddock de que Verstappen es el favorito de Red Bull, que le mima y le permite más de lo que nunca ha hecho con nadie. De hecho, es incluso extraño ver cómo una estructura tan potente se deja manejar e incluso coaccionar por el entorno del chaval: en 2017 ambas partes firmaron una renovación por tres años que, según fuentes próximas a la escudería, hacen de Max el tercer piloto mejor pagado de la actualidad, solo por detrás de Lewis Hamilton y Sebastian Vettel, y por delante de Alonso. Esas estimaciones permiten deducir que su salario ronda los 30 millones de euros anuales, una cifra que, evidentemente, ha creado un tremendo agravio con Ricciardo, que no alcanza los diez y que se encuentra en pleno proceso de negociación con la compañía del búfalo rojo.
El australiano es una de las piezas más codiciadas, pero las circunstancias del mercado pueden obligarle a ampliar su relación con su actual marca, en contra de sus deseos. Hasta el momento, el de Perth siempre ha terminado la temporada por delante de su vecino y actualmente cuenta con 13 puntos más que él en su casillero. Este domingo, en Hungría, Verstappen se vio obligado a abandonar por un problema en la unidad de potencia de su bólido mientras que su vecino de taller llevó a cabo una estratosférica remontada que le llevó de la 16ª plaza que ocupaba en la primera vuelta, hasta la cuarta. La votación popular le colocó como el piloto del día.
Pero es que al margen de la vertiente puramente estadística, la simpatía y la buena imagen que van con él le hacen único en un campeonato cada vez más estirado. Consciente de todo ello, Dan ha buscado una salida de Red Bull que llegados a este punto parece poco probable una vez que Mercedes ha confirmado a Hamilton y Bottas, y a la espera de conocer qué ocurrirá con Kimi Raikkonen en Ferrari. En este sentido, no parece demasiado sensato que los ejecutivos de Maranello quieran tocarle las narices a Vettel, que al fin y al cabo es su principal apuesta para la reconquista del título, colocándole al lado a alguien que ya le sacó de quicio en 2014, el ejercicio que ambos compartieron en Red Bull y en el que el ‘aussie’ le ganó la mano.
Se da la circunstancia de que, en aquella época en la que Vettel acumuló los cuatro títulos que posee, los había dentro del propio equipo que realmente tenían la impresión de que la tropa energética vivía solo por y para el alemán, aunque eso significara tener que soportar los cabreos de Mark Webber, otro australiano y otro trozo de pan como Ricciardo.
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