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EL QUE APAGA LA LUZ
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El apagón de Neymar

Tras salir del Mundial por la puerta de atrás, el brasileño ve amenazado su poder en el PSG por Mbappé

Neymar, tras la eliminación de Brasil ante Bélgica.
Neymar, tras la eliminación de Brasil ante Bélgica.EMMANUEL DUNAND (AFP)

Alicaído debe andar Neymar, pues solo así se explica que las siempre gozosas redes sociales no se hayan llenado de imágenes del chico disfrutando de sus vacaciones, allá en alguna playa paradisíaca, acompañado de esos colegas que se hacen llamar los Toyss, cuya labor se reduce al parasitismo. No nos regala Neymar jocosas imágenes de sus días de solaz, lo que podría hacer pensar que ocupa las horas en mejorar su condición física, harto improbable, o meditando sobre su futuro futbolístico. Pero él mismo se ha encargado de despejar las dudas sobre este último asunto: “Continúo en el PSG. Fui allí por un desafío y nada ha cambiado en mi cabeza. Todo el mundo sabe del cariño que tengo por el presidente, por el país y por la afición”. Cierto es. Parece mentira que haya quien dude del cariño que Neymar suele coger a las aficiones. A la del Barça, mayormente. Esas palabras del futbolista deberían bastar para atemperar la congoja de parte de los seguidores madridistas, a quienes la posible llegada al Bernabéu de aquel no es que les guste mucho o poco. Es que les espanta.

Resulta curioso que clubes supuestamente gobernados por su afición hagan caso omiso a lo que quiere o no su afición. Las webs de los periódicos se han llenado estos últimos días de encuestas sobre la (supuesta) pretensión del Real Madrid, de Florentino Pérez por mejor decir, de fichar a Neymar. Cierto que esos sondeos tienen menos fiabilidad científica que la prueba de la rana. Pero son tan unánimes que dejan entrever un rechazo masivo de los fieles blancos a la llegada de Neymar. Quizá por ello, el club ha emitido dos notas públicas, que una es poco, negando interés alguno por el jugador. Esta reacción recuerda a aquella del presidente Pérez cuando los medios anunciaban el fichaje de Beckham por el Madrid: “Never, never, never”, que traducido al lenguaje del mandatario quiere decir que va a ser que sí.

Pero estábamos en que Neymar es inmensamente feliz en París y en el PSG. Y, por lo tanto, allí va a seguir. Ocurre, sin embargo, que su condición de caudillo del equipo está en entredicho. La culpa la tiene un chaval de 19 años que sale del Mundial, además de como campeón, como icono de todo un país, Francia, que aplaude sus virtudes futbolísticas y sus circunstancias personales, descendiente de inmigrantes y nacido en una de las ciudades más marginales del extrarradio de París. Se trata de Kylian Mbappé, ese niño que llegó al PSG a rendir pleitesía al emperador Neymar, “es como un hermano mayor para mí”, declaró en alguna ocasión, pero que pronto decidió volar solo. Y sus vuelos sobre el césped ruso ayudaron a que Francia ganara el Mundial y él hiciera realidad los sueños de miles de niños franceses que merodean por cualquier arrabal del país.

Neymar y Brasil, mientras, salían del Mundial por la puerta de atrás, eliminados en los cuartos de final por una formidable Bélgica liderada por un no menos formidable Hazard. Neymar aspiraba a que el torneo de los torneos le colocara a la altura en la que no está: la de Messi y Cristiano. Sigue sin estar. Para el recuerdo dejó dos goles, algunas jugadas de lujo (calidad le sobra) y un completo compendio de caídas, bien por entradas de los rivales bien por su apego al desplome.

El daño que ha hecho el Mundial a Neymar es enorme. Su aspiración a ganar el Balón de Oro ha quedado de nuevo muerta y enterrada. Ahora la lista de candidatos la encabezan Modric y Griezmann. Y su pretensión, por no decir exigencia, de ser el rey sol del PSG se tambalea ante la volcánica irrupción de Mbappé. El Madrid hubiera sido una buena forma de escapar de estos tiempos perros, en los que uno no tiene ganas ni de ofrecer al mundo las imágenes de sus vacaciones. Y así lo quería Florentino Pérez, que no la afición blanca. Pero se echó aquel atrás por aquello de que hay llamadas que hasta el presidente del Real Madrid contesta. Las del emir de Qatar, por ejemplo.

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