Los Pirineos de la esperanza
Cargados de optimismo, los derrotados en los Alpes, Landa y Nairo, piden la ayuda de Dumoulin y Roglic para acabar con la dictadura Sky en la última semana
Un día antes de llegar, pensar en la montaña emociona a los ciclistas, alimenta sus esperanzas, les permite imaginar peleas cuerpo a cuerpo victoriosas, les hace gozar por anticipado de las sensaciones felices que les invadirán marchando solos, delante de todos, inalcanzables: saben que la derrota, si llega como temen, será la consecuencia de haber osado, de haber sido. Quien no pierde no existe.
Sobre la victoria no reflexionan. No deben aceptarla, solo abrazarla.
Mikel Landa duerme junto al canal del Midi en Narbona, entre plátanos y terrazas de restaurante que huelen a anís y a pizza requemada, junto a las cuales los navegantes esperan que las esclusas igualen los desniveles del agua, pero se asoma a la ventana y quiere ver los Pirineos, que le llaman. “Ufff, qué ganas”, dice, con el mismo entusiasmo, aunque la mirada sea de cansancio triste, con el que una semana antes afirmaba lo mismo en el Lago de Annecy anonadado por los Alpes tan cercanos, y tan indiferentes con su lucha. Habla con la cara de los condenados que se niegan a creer que no hay salida. Habla de la posibilidad, aún, de ganar el Tour o de ganar una batalla o de no terminar hundida su moral como tras los Alpes.
Y Nairo, junto a él, la misma cara, la misma determinación en la voz. “Lo que en mí pasa por la cabeza es tener un buen día y aprovecharlo”, dice el colombiano, que salió de los Alpes con la cabeza llena de dudas, una aprensión psicológica contra el calor que los habitualmente más frescos Pirineos y su vegetación y sus puertos estrechos y umbríos pueden curar, y una pregunta: “¿Por qué los vatios que sé que tengo en las piernas, capacidad suficiente para poder con Froome y con todos, no soy capaz de alcanzarlos en la montaña y me quedó clavado cuando Froome acelera?”.
Los Pirineos, las montañas de las cuales no habrá revancha, serán Tour cinco días, de martes a sábado, aunque solo en tres buscará las montañas, el martes, el miércoles y el viernes; el jueves regalará un sprint en Pau; el sábado, una contrarreloj en Espelette, entre pimientos colgados a secarse. La etapa del martes no les gusta, porque es larguísima y tendrán que pasar 160 kilómetros hasta llegar al pie del col de Menté, de Ocaña, el primer primera, antes del Valle de Arán, el Portillon y el descenso a Luchon, que no les inspira. La del miércoles les excita, les dispara la imaginación, les pone. Es el experimento de 65 kilómetros. Montaña pura sin valles: ascenso, descenso, ascenso, descenso, ascenso; Peyresourde, Val Louron, Portet; 38 kilómetros de subida, 27 de bajada… Un día de ataque sin pensar en lo que se puede perder, seguido, el viernes, por el día de la defensa, los 200 kilómetros con los clásicos Tourmalet y Aubisque y final en descenso, Laruns. Y en sus cunetas no habrá holandeses borrachos con bengalas en las manos e insultos en la boca, ni ganas de pelear y malhumorar a unos ciclistas a los que humillan haciéndoles sentirse galeotes, forzados dignos de lástima. Tendrán, quieren, creen, la afición que entiende y anima a todos, y a los vascos, a Landa, al que empujarán con su deseo.
Y Landa, sexto en la general, a 3m 42s de Thomas, el galés, suspira. “Ay, si Dumoulin [3º, a 1m 50s] y Roglic [4º, A 2M 38S][4º, a 2m 38s] se pusieran de acuerdo con nosotros, los que atacamos, el tren Sky sería nada”, dice el ciclista alavés. “Hasta ahora se han contentado con ir a rueda de los Sky cuando nosotros atacamos, y a aprovecharse al final de nuestro esfuerzo. Y les entiendo, porque por su perfil de contrarrelojistas esperan mucho de la crono del sábado, pero lo que hacen es hacerle el juego al Sky… Tienen que atacar con nosotros”. Nairo es séptimo, a 4m 23s del líder.
“¿Pero quién es el líder?”, pregunta el director del Movistar, José Luis Arrieta, quien encuentra otro argumento para alimentar su optimismo, la guerra fratricida en el Sky. “¿Pero quién dice que ellos no vayan a atacar? Yo estoy seguro de que ellos saben que solo pueden ganar el Tour con Froome, y que el inglés tiene que atacar tanto para acabar con Thomas, si este no cede antes, como para alejar a Dumoulin y a Roglic, a los que no puede estar seguro de ganar en la contrarreloj… El Sky se romperá. Nuestra referencia es Froome, y nosotros estamos este año más cerca de él después de un macizo que nunca. Mi clasificación actual es esta: Froome, Dumoulin, a 11s; Roglic, a 59s; Bardet, a 1m 42s; Landa, a 2m 3s, y Nairo, a 2m 44s…”.
Los Pirineos, su visión, su cercanía, emborrachan. Ante las montañas, de nuevo, el ciclista vuelve a ser ingenuo. Cree en él. El evangelio de su fe es la última semana del pasado Giro.
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