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La UCI no sancionará por su positivo a Froome, que podrá correr el Tour de Francia

La AMA no ha podido contrarrestar los informes científicos del británico por el positivo de salbutamol

Carlos Arribas
Chris Froome, en el podio de París del último Tour.
Chris Froome, en el podio de París del último Tour.Christophe Ena (AP)

El Tribunal Antidopaje monocrático (de un solo miembro) de la Unión Ciclista Internacional (UCI) ha decidido que no hay razones para sancionar a Chris Froome, quien podrá, así, defender su título del Tour a partir del próximo sábado.

No hay ciclista menos típico que Chris Froome, el británico de 33 años que siempre que gana un Tour, y ha ganado ya cuatro, despierta tanta duda como admiración. Es feo su estilo, es extraña su capacidad, es innegable su superioridad y la de su equipo, que, enfrentado los últimos 10 meses a un asunto más complicado que la victoria en la carretera, ha salido triunfante por KO.

Nadie puede con él, que a todos los devora. Ni la Unión Ciclista Internacional (UCI), que le abrió un expediente sancionador por un positivo por salbutamol (el doble del máximo permitido) en la última Vuelta, la que ganó; ni la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), que aparentemente arrojó todas sus leyes y toda la ciencia que las sustentan en apoyo de la demanda; ni el Tour de Francia, que hasta el último día de plazo intentó impedir su participación en la próxima edición. Nadie. Todos se han rendido y han anunciado la exculpación del británico con comunicados contradictorios en los que entre líneas se lee la petición de disculpas a la afición y la vergüenza que sienten por no haberse atrevido a sancionarle.

Después de haberse convertido en el tercer ciclista de la historia que, tras Eddy Merckx y Bernard Hinault, gana de manera consecutiva las tres grandes pruebas por etapas —Tour y Vuelta de 2017, Giro de 2018—, el ciclista nacido en Nairobi que mostró en su madurez su invencibilidad optará desde el próximo sábado, San Fermín, a ganar su quinto Tour y alcanzar el tope, el acceso al club de los más grandes en el que se encuentran solo, tras 115 años de historia, Jacques Anquetil, Merckx, Hinault y Miguel Indurain. Si lo consigue, será también el primero de la historia que gana seguidas cuatro grandes después del Caníbal Merckx, que encadenó Giro-Tour-Vuelta-Giro entre 1972 y 1973, y el primero desde hace 20 años, desde Marco Pantani en el turbulento 1998 del caso Festina, que gana Tour y Giro el mismo año.

Y también en el único grande de las últimas dos décadas, las de Pantani, Armstrong, Landis y Contador, que sobrevive indemne a un expediente de dopaje derrotando a todos los organismos que se le enfrentaron.

Los dos últimos casos positivos por salbutamol en ciclismo, los de los italianos Alessandro Petacchi y Diego Ulissi, fueron también castigados con sanciones.

Cuando faltan cinco días para que comience en la Isla de Noirmoutier la edición de 2018, el Tour desiste de vetar a Froome y se prepara para sobreponerse al ridículo en el que le ha dejado la UCI al no avisarle con tiempo, antes de declarar non grato a su campeón británico, de que ya el 28 de junio, el jueves pasado, había decidido no sancionarlo por el salbutamol de la Vuelta.

La UCI, por su parte, se ampara en el abrumador dossier científico, más de 8.000 folios en inglés presentado por la defensa de Froome y el equipo Sky, mérito del muy caro bufete londinense de Mike Morgan, para exculparlo. Según miembros del comité ejecutivo de la máxima autoridad ciclista, la razón de la marcha atrás no es tanto el valor científico de lo alegado por Froome para demostrar la invalidez del método de cuantificación del salbutamol en orina utilizado por los laboratorios antidopaje, como el miedo a que una posible derrota posterior en el Tribunal Arbitral del Deporte o en tribunales civiles le condenara a una millonaria indemnización a un ciclista cuyo salario anual es de cinco millones de euros.

Por ese miedo, y con una cobardía impropia de una federación internacional que se dice soberana e inmune a la tradicional corrupción bajo la nueva égida del francés David Lappartient, la UCI trasladó el dossier y la decisión a la Agencia Mundial Antidopaje, la cual, olvidando su pasado de lucha sin descanso y tenaz, y los principios de responsabilidad estricta que hacen único su Código Mundial Antidopaje, aceptó sin pelea todos los argumentos del británico y se rindió.

Así, sin entrar en el fondo del asunto, el origen de los 2.000 nanogramos de salbutamol en su orina, Froome, el atípico que lo devora todo, ha sido declarado inocente.

El apocalipsis de la agencia antidopaje

Contentos por la derrota de un sistema que juzgan corrompible y subjetivo, y, al mismo tiempo, asustados porque contra él solo ha podido la amenaza económica del muy sistemático y millonario equipo Sky, y después de observar boquiabiertos la resolución del caso Froome, los filósofos del deporte han hablado. Recuerdan que fue la casta aristocrática que inventó el deporte de competición como diversión de sus veraneos la que fomentó el dopaje al comienzo para, después de convertir en adictos a los deportistas, asegurarse su sumisión a las reglas antidopaje. Y con ellos juegan. Favoreciendo y castigando.

Los estados embrutecían y aborregaban a los soldados con alcohol para que combatieran sus guerras de interés privado, recuerdan los pensadores, que añaden que, cómo no, el deporte de competición siempre ha sido considerado la guerra sin armas. Y los deportistas son los soldados, claro.

Después de leer el comunicado de la Unión Ciclista Internacional (UCI) que explicaba que archivaba el expediente Froome porque el inglés había demostrado que el sistema no sabe discernir con claridad e irrebatibilidad cuánta cantidad de salbutamol hay en un mililitro de orina, algunos especialistas del laboratorio de Madrid, el que hizo el análisis de Froome, concluían que el sistema de laboratorio y todos los estándares por los que se rigen para efectuar sus análisis quedaban en cuestión. Se abre apocalíptica, dicen, una era en la que todos los controles positivos pueden ser anulados. O al menos los de los millonarios.

La Agencia Mundial Antidopaje (AMA) es el organismo garante de la objetividad de la lista de sustancias prohibidas (la que señala que un control de más de 1.000 nanogramos de salbutamol es un positivo), de la homologación de los laboratorios y de los métodos de control y de las leyes que castigan el dopaje. Asustada por la interpretación apocalíptica de la explicación de la UCI, la AMA emitió horas después un comunicado para aclarar que su recomendación de que no se sancionara a Froome, al que considera inocente, se basaba no en el mérito científico de su defensa, sino en que aceptaba sus argumentos de que ese día había inhalado varias dosis de Ventolín, siempre dentro del máximo permitido, justo después de la etapa y antes de la rueda de prensa para no toser ante los periodistas y para evitar que los rivales se percataran de lo enfermo que estaba. Como es imposible de demostrar lo contrario porque no se pueden repetir en un laboratorio las circunstancias del momento no podemos sino dar la razón al ciclista, concluye la AMA, que, así, en cuatro líneas, destruye cientos de folios de juristas que establecen el principio de la responsabilidad estricta: todo deportista es culpable hasta que demuestre de una manera satisfactoria por qué acabó la sustancia en su orina.

Cuando, usando la misma lógica ahora imitada por Froome, Contador alegó que su clembuterol provenía de un solomillo, la AMA se rió y le condenó.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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