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La caída libre de McLaren

Las prestaciones del monoplaza de Fernando Alonso en el GP de Francia, las peores del curso, subrayan el empeoramiento a lo largo del año, que no anuncia recuperación

Oriol Puigdemont
Fernando Alonso, con un miembro de McLaren, en el circuito Paul Ricard.
Fernando Alonso, con un miembro de McLaren, en el circuito Paul Ricard.Claude Paris (AP)

Las prestaciones exhibidas por McLaren este fin de semana, en Francia, confirmaron la deriva que mostró el equipo británico ya desde los ensayos de pretemporada. No solo dentro de la pista y con el cronómetro en mano, sino también por las decisiones que se han ido tomando últimamente, como el fulminante despido de Tim Goss, su director técnico, con el campeonato en marcha. Que ni Fernando Alonso ni Stoffel Vandoorne fueran capaces de superar el corte de la primera criba de la cronometrada (Q1) en Paul Ricard era algo que no ocurría desde 2017 (Azerbaiyán), cuando la estructura de Woking todavía equipaba sus coches con las unidades de potencia Honda. La victoria de Alonso en las 24 Horas de Le Mans una semana antes no hace más que subrayar el contraste con la tendencia negativa que sigue la segunda escudería con mejor palmarés de la historia de la Fórmula 1.

La 16ª posición que el español ocupó este domingo en el arranque y la 18ª de Vandoorne les complicaban mucho las cosas de entrada, y el galimatías que se formó en la primera curva y que dejó al asturiano a la cola del pelotón aún le empinó más el camino. Finalmente, Alonso abandonó en la última vuelta cuando circulaba el último, tras romper la suspensión trasera izquierda de su prototipo. Su vecino de taller terminó el 12º a más de una vuelta de Lewis Hamilton, el ganador, sin que aparentemente tuviera más problemas que la falta de pegada de su monoplaza. En tres días, tanto él como el ovetense se darán cita en Austria, donde se disputará la segunda cita de las tres consecutivas que el calendario de este año contempla por primera vez, y los motivos para la esperanza de la hinchada de McLaren brillan por su ausencia en la misma proporción que aumenta la presión para sus responsables.

En Paul Ricard, Éric Boullier, el director de la división de carreras de la compañía, fue sometido a un tercer grado por parte de la prensa británica desplazada, en el que poco menos que se le invitaba a dimitir por su mala gestión. “No voy a dimitir. Tengo cierta responsabilidad y el coche no está donde queremos, pero he conseguido victorias en todos los equipos en los que he estado y eso no se me puede quitar. Estamos en un proceso de aprendizaje con Renault y nos quedan muchas alternativas técnicas por explorar”, respondió Boullier.

A la espera de acontecimientos, con un presupuesto menguante desde la marcha de Honda, no existe haber ningún truco que el ejecutivo pueda sacarse de la chistera si no le dan medios. Desde que rompió su relación con Mercedes como su proveedor de motores en 2014, su trayectoria ha seguido un declive que no parece detenerse. El ejemplo Williams, otro símbolo histórico del Mundial en sus horas más bajas, es un precedente de aquello que puede terminar siendo McLaren. Romper su contrato con Honda a finales del curso pasado supuso, además de tener que recomenzar el proceso de entendimiento con Renault –fabricante con el que nunca se había aliado–, la pérdida de los alrededor de 100 millones de euros que inyectaba el constructor japonés al proyecto.

En estas circunstancias, con un presupuesto que ronda los 250 millones de euros cuando el de Mercedes es de 450 millones y el de Ferrari, de 430, no existe una fórmula mágica que vaticine una recuperación a corto o medio plazo, sino más bien todo lo contrario. A esto se suma la amenaza latente de que Alonso decida dejarlo, algo que empieza a no parecer descabellado, y que ha hecho que McLaren empiece a tantear a Ricciardo.

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