El heredero Alaphilippe supera al maestro Valverde en el Muro de Huy
El murciano termina segundo en la Flecha Valona en la que luchaba por una quinta victoria consecutiva insólita en una gran clásica
“No es un mal día para entrar en la historia”, dice Alejandro Valverde por la mañana ya soleada de Seraing, en la Bélgica antaño minera. Solo unas horas más tarde, y el sol todavía fuerte, en lo alto del Muro de Huy comprendió el ciclista murciano, que aplaudió deportivo en el podio al ganador del día, Julian Alaphilippe, la dificultad de conseguir eso que cuesta tan poco pronunciar.
Para entrar en la historia, Valverde solo habría necesitado volver a ganar la Flecha Valona. Si lo hubiera conseguido se habría convertido en el primero que nunca se hubiera impuesto cinco veces en una clásica. Ni Merckx ni Coppi ni Hinault ni Anquetil ni De Vlaeminck ni ninguno de los más grandes lo ha conseguido nunca. Valverde, por ahora, no ha logrado algo que ellos no tengan.
Y fue seguramente su espíritu, el alma de todos los grandes del pasado, o la ley intangible que regula la creación de mitos y leyendas ciclistas, el que impulsó en los últimos metros el sprint de Alaphilippe, un francés de Montluçon, donde Walkowiak y los bosques de roble de Allier, el mejor para las barricas de vino. Como una señal más de justicia poética, a Valverde le ganó el ciclista que mejor había trabajado para merecer su herencia. El maestro, de 37 años, por una vez no pudo remontar a los más jóvenes y acabó segundo.
Alaphilippe tiene 25 años, 12 años menos y un perfil de ciclista similar al de Valverde, quien le había dejado segundo en las Flechas de 2015 y 2016: ligero y escalador aunque sin el fondo y la paciencia del murciano para las largas escaladas, y muy rápido en finales en cuesta. Y cuenta para lanzarse con uno de los mejores equipos del mundo, el Quick Step, que en las cuestas valonas el miércoles jugó con el Movistar de Valverde, al que desarmó con la ayuda, involuntaria, de Vincenzo Nibali, un ciclista con una voluntad de grandeza tal que se niega a pasar inadvertido hasta en las carreras que intuye que no puede ganar.
A falta de 45 de los 200 kilómetros de la Flecha, cuando el primer encadenamiento de las cuestas de Ereffe y Cherave, el Tiburón siciliano se coló en una escapada que rompió la calma. Un golpe de genio del ciclista que ha encontrado en los ataques inesperados y valientes su marca distintiva. Se juntó con media docena de ciclistas voluntariosos y generosos que durante más de 40 kilómetros mantuvo un pulso intenso con el pelotón, un grupo numeroso cuya fuerza de impulso se reducía a dos piernas, las de Mikel Landa, el último gregario con que contaba Valverde en el Movistar. Landa, solo, mantuvo una distancia que se redujo a nada al pie de la tercera y definitiva ascensión al Muro de Huy los 1.300 metros más duros de cualquier clásica, cuando los demás equipos entraron en la pelea, cuando el Quick Step, justamente, comenzó a descolocar a Valverde. Bob Jungels y Peter Serry aceleraron la ascensión. Alaphilippe, a su rueda, dispuesto a tomar la iniciativa y no a esperar a remontar como cuando sus derrotas. Valverde perdió su rueda. Alaphilippe esprintó contando con unos metros de ventaja. Valverde se rindió.
La mañana del próximo domingo, que se sigue esperando soleado y caluroso en la Bélgica minera y siderometalúrgica, Valverde levantará el brazo durante la presentación de la Lieja-Bastogne-Lieja, el último monumento de la primavera, y con la misma sonrisa simple declarará que tampoco es un mal día para entrar en la historia. Este es el nivel de las victorias conseguidas en su carrera por el murciano, que seguirá siendo favorito de una clásica en la que le espera alcanzar el récord del único Eddy Merckx con la que sería su quinta victoria.
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