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El Levante no cae en el embrujo del Girona

En un duelo eléctrico y magnético, con sucesión de ocasiones en ambas porterías, el equipo de Paco López logra arañar un empate en Montilivi

Jordi Quixano
Aday y Pedro López, durante el encuentro.
Aday y Pedro López, durante el encuentro.Robin Townsend (EFE)

El Levante, equipo efervescente desde que llegara Paco López al banquillo hace tres jornadas, no sucumbió al seductor embrujo del Girona que a tantos rivales ha dejado en la cuneta. Cosa rara en Montilivi, donde el conjunto de Machín sumaba seis triunfos consecutivos, pero lógica si se atiende a la intensidad y gazuza del contrincante, quizá también por la presión local de luchar por Europa –así lo admitió el entrenador en la rueda de prensa previa al duelo- o quién sabe si por el denominado Virus FIFA, porque hasta siete jugadores debieron acudir a la llamada internacional de sus selecciones. Por lo que el encuentro, acaso por el más estricto sentido divino de la justicia porque ambos se dejaron el alma en el intento, acabó en tablas.

La llegada de Paco López al banquillo del Levante ha sido mejor que un Prozac porque el equipo se ha reanimado de lo lindo, con dos triunfos previos –sobre el Getafe y el Eibar- y una imagen de homogeneidad que no ofreció durante toda la primera vuelta. No es que sea un fútbol de virguerías y aliños, sino que es pragmático a más no poder. Así, el Levante juega con las líneas muy juntas en la fase defensiva, también intenso y atosigante, para recuperar el balón y practicar un fútbol sin enredos, con pases directos que buscan las segundas jugadas. Edén para Lerma, que con sus zancadas ocupaba casi toda la zona media; y jauja para Boateng, que con sus carreras y rupturas desde atrás descuajeringaba a la aseada zaga del Girona. Le bastó un pase de Roger para pisar el área, acomodar el cuerpo y soltar un disparo con el interior del pie que el poste acabó por escupir hacia afuera. O una pared con Morales que completó de forma defectuosa porque chutó al bulto, a las manos de Bono. Incluso asustó con una escapada por la banda izquierda que Maffeo corrigió a tiempo al tirarse al suelo y rebanarle el esférico cuando el delantero ya armaba la pierna.

La electricidad del Levante, sin embargo, no amedrentó al Girona, por más que no supo destilar su fútbol habitual. Pero que se las ingenió para presentarse con peligro en el área rival. La estrategia fue tan rudimentaria y primaria como efectiva, pelotazos desde los costados de la retaguardia que encontraban a Stuani y a sus peinadas para las llegadas de Portu, que le hizo el lío de forma permanente a Coke porque le ganó la espalda sin remisión. Valió ese despeje de Maffeo que el uruguayo prolongó con la cabeza y que Portu recogió y condujo hasta el vértice del área grande, terminado con un disparo que acabó en córner. Un calco de la siguiente jugada, de nuevo concluida en un saque de esquina que, por una vez, no hacía daño al rival, con la voluntad y los centímetros necesarios para imponerse en la batalla aérea.

La clase la pone Granell

La persistencia de Portu incomodaba al Levante pero no le hacía añicos, más preocupado por las apariciones ocasionales de Aday por la banda contraria, la izquierda. El carrilero, con problemas y hasta cierto punto torpe para jugar en su campo, se desataba en el contrario. Como en esa ocasión que recortó desde el balcón del área y probó un disparo con rosca que Oier despejó con las uñas; o como ese otro en un lanzamiento de falta que hizo la folha seca y que acabó por impactar en la base del poste y después en el cuerpo del portero. Pero para chute, el de Granell. Con el duelo abierto, un correcalles de lado a lado que originaban ocasiones que sobresaltaban a las dos aficiones, llegó la clase y elegancia del capitán del Girona. Fue tras un saque de banda de Maffeo que acomodó Portu para dar un pase hacia atrás, para conectar con Granell, que buscó la rendija, se perfiló y lanzó un obús de 25 metros que se coló por la escuadra y que hizo inútil la estirada de Oier. Un golazo de arrea que pareció el reconstituyente idóneo para el Girona, que apenas un minuto más tarde dejó a Stuani ante el portero, pero su remate salió torcido porque le dio más con el tobillo que con el interior de la bota. Solo lo pareció.

Ocurrió que en un encuentro sin pausas, donde hubo mucho más espectáculo que fútbol porque los ataques se impusieron a las defensas, Morales halló la X en el mapa del tesoro. Aunque antes de eso, Boateng [siempre Boateng] firmó un lanzamiento desviado tras un pase interior de Lerma y un cabezazo a la salida de un córner que imitó al de Bernardo en el primer acto porque la pelota saludó al poste por fuera. Pero el botín se lo llevó Morales, que penalizó la apuesta arriesgada del rival de situar la zaga bien adelantada, que aprovechó un pase al hueco de Lerma –estaba en fuera de juego por milímetros-, que recortó a Bono y que acabó con un pase a la red. Era el primer tanto que recibía el Girona en los últimos siete partidos en Montilivi. Suficiente, en cualquier caso, para quitarle dos puntos. O, más bien, tras un duelo tan espectacular, para darle uno a cada equipo. Por lo que el Girona sigue con la mirada al frente y anhelos europeos al tiempo que el Levante ya no se inquieta tanto por lo que ocurre por el retrovisor.

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