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Las Palmas pierde el norte ante el Girona

El equipo de Jémez, tan atrevido como imprudente, se deshace en el segundo acto frente a un Girona maduro y de gran pegada

Jordi Quixano
Mojica protege el balón ante Toledo.
Mojica protege el balón ante Toledo.Robin Townsend (EFE)

Pretendió Las Palmas jugar con las mismas armas que el Girona y se dio un topetazo morrocotudo, incapaz de imponer su fútbol en el encuentro y su ley en las áreas hasta el punto de que también acabó por perder la fe y un duelo que les sacó de nuevo los colores porque encajaron seis tantos y una derrota que le atornilla una jornada más como colista de Primera. Festejo del Girona, que argumentó con firmeza que la madurez puede con el atrevimiento, que un equipo hecho y derecho no palidece frente a una mala imitación.

Con el equipo hundido en el fango de la tabla, falto de fútbol y de intenciones, horrible en defensa y débil en las áreas, Las Palmas decidió reivindicar su identidad para recuperar el juego. Así, desatendió a las debilidades pasajeras que no pudieron reparar Manolo Márquez ni Paco Ayestarán desde el banquillo para reescribir su historia desde los orígenes, con un técnico que reivindique los versos libres de la isla, genéticamente dispuesta a tocar la pelota por abajo y con buen gusto por el juego asociativo. Se aventuró con Paco Jémez y ya en Girona explicó que su lógica va a contracorriente porque apostó por una defensa de tres centrales. Propuesta que propugnaba por la salida limpia de la pelota con fútbol de entrelíneas y que poblaba de efectivos el lado contrario, pero que también concedía espacios en la retaguardia de los costados -por donde Mojica irrumpía con velocidad y quiebros para sacar centros- y sobre todo planteaba un duelo de tres zagueros antes dos puntas. Y eso, frente a un Portu y Stuani (también Olunga) que están de dulce, resultó ser una temeridad que les acabó por pasar factura.

Aceptó el Girona con gusto ser el protagonista del duelo, cómodo con el 3-5-2 que Machín practica casi desde que llegó al club hace ya cuatro temporadas. Un sistema que se conocen al dedillo al revés que el Las Palmas, que ya probó la táctica con Ayestarán con idéntico y fatídico desenlace. Así, Mojica percutía por la banda izquierda y Aday por la derecha al tiempo que Granell, Pons y Borja García imponían su fútbol en la medular y conectaban con la última línea, donde Portu se peleaba hasta con su sombra y Stuani aguardaba a su oportunidad para poner la puntilla. Lo intentó con un remate de cabeza desviado igual que Borja García, que estrelló su disparo ante la maraña de piernas rivales. Dominio territorial que acabó de fraguar en la jugada más insospechada. Fue tras un robo de Granell, que recibió y reclamó la falta. Acto seguido, los jugadores de Las Palmas se detuvieron en seco protestando la acción al tiempo que Portu, avispado y travieso, exigió la ley de la ventaja y cogió el esférico parar arrancar en un eslalon imponente que tras descontar a dos rivales acabó con el delantero besando la lona en un claro penalti que Stuani, el cazarrecompensas, envió a la red. Terrible fatalidad de Las Palmas que penalizó a la grande el Girona.

Con Stuani abatido unas jugadas más tarde, Olunga tomó el relevo en el segundo acto y argumentó que también vale para el incordio, como en ese robo en área rival que prosiguió con un recorte estupendo y un disparo espantoso que pareció más un pateo de rugby. Minutos de desespero para Las Palmas, que entró en refriegas –Viera con Pons, por ejemplo- y entradas reprobatorias como una de David García que fue amarilla pero que pareció naranja. Edén para el Girona, que recuperó su fórmula a tiempo para descascarillar a un rival que con el paso de los minutos perdió la fe y también la dignidad. Y, de paso, la organización porque a cada contra temblaba toda Las Palmas. Así, tras un saque de falta en corto enlazaron con Mojica, que se marcó un baile con la pelota para driblar a dos contrarios y poner un centro tenso al primer palo, donde Olunga apareció como un búfalo y puso el interior del pie para marcar el segundo tanto del conjunto catalán, la gran revelación del curso. Lo aclaró después Borja García en una contra, ya con el equipo de Jémez con las líneas estiradas, con un remate cruzado que besó las mallas. Pero la tonadilla seguía sonando y, de nuevo, con dos ataques al abordaje, Portu y Olunga volvieron a alimentar la goleada. Todo un desaguisado que redondeó Olunga -tras un rechazo al cabezazo ed Douglas Luiz- con un sensacional hat-trick y que acabó por humillar al equipo de Jémez.

Olvidado los batacazos seguidos frente al Eibar y el Valencia, el Girona coquetea de nuevo con los puestos europeos y mantiene el sueño de atender al frente antes que al retrovisor. Exigencia que redobla Las Palmas, colista y en búsqueda de una personalidad que no supo encontrar en Montilivi y que más le vale hallar a tiempo si no quiere dar con sus huesos en Segunda.

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