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El vendaval Diego Costa no cesa y el Atlético arrasa al Getafe

El delantero se reencuentra con su afición, marca y le expulsan en un partido estelar del conjunto de Simeone

Ladislao J. Moñino
Diego Costa celebra su gol con la afición, lo que le costó la expulsión al ver la segunda tarjeta amarilla.
Diego Costa celebra su gol con la afición, lo que le costó la expulsión al ver la segunda tarjeta amarilla.OSCAR DEL POZO (AFP)

El fútbol siempre fue de los futbolistas y su disfrute de la grada, que suele comenzarlo con la lectura de la alineación de su equipo. La que dispuso Simeone invitaba al optimismo al primer ojeo. Carrasco, Correa, Griezmann y Diego Costa. Mucha y variada artillería en ataque. Un extremo, dos ratones y una flecha. Velocidad, desborde, improvisación, brega, batalla y remate. Un once muy ambicioso, en la línea de crecimiento que se le demanda al entrenador rojiblanco cuando juega en casa ante rivales inferiores. Todo ese muestrario dispuso para tratar de desmontar al Getafe, un equipo que se desfigura poco. Uno de esos bloques sólidos que tantas veces se le han atragantado por jugar con cuatro mediocentros. Esta vez no porque primó el desequilibrio sobre el equilibrio. Le costó cerrar el encuentro al Atlético, pero no hubo agonía alguna mientras imperó el 1-0 en el marcador.

Fue Costa el que terminó por sellar el triunfo, de nuevo en estado puro, de nuevo, como en Lleida, estelar, ofreciéndole al equipo todas sus virtudes. Culminó una contra de libro, enganchando otra curva envenenada de Vrasljko, que últimamente sale a platanito por partido. La emoción le castigó con el reglamento en la mano. Se fue a abrazarse con la hinchada y el colegiado le enseñó la segunda amarilla. Poco antes la había visto por afilarle el codo en la cara a Djené. El desconocimiento y el entusiasmo acortaron el reencuentro del ídolo con su afición.

Este es otro Atlético, con el Costa guerrillero de siempre. Compareció mandón. Autoritario. Instalado en ese estado de optimismo que le ha insuflado el retorno de su delantero fetiche. Su regreso parece haber desatado un vendaval de autoestima en todo el equipo, que le buscó desde el primer pase. La primera pelota en línea recta que recibió de espaldas ya le sacó una falta a Djené. La segunda fue una rosca desde fuera del área que se escapó un par de palmos por encima del larguero. A ese inicio arrollador del Atlético también enseñó los dientes el Getafe. Intuyendo que la última línea del Atlético jugaría en campo contrario, a la primera recuperación desplegó una contra que Ángel quiso culminar con una vaselina sobre Oblak a la que solo le faltó potencia. Ni ese rasguño ni otro par de ocasiones más o menos claras de Amath metieron en dudas al Atlético.

Decidido sobre ese molde tan ofensivo, bajo el criterio y la dirección de Gabi y Koke en el medio supo mezclar en corto y en largo. Sobre esta última faceta también parece haberse instalado en los futbolistas de Simeone la completa seguridad de que a cualquier pelota en largo Costa, de una u otra manera, le dará continuidad. Gabi le lanzó una que dejó muerta de cabeza para la llegada desde atrás de Griezmann, que este empaló mordida. El gol llegó por la vía del pase raso y rápido tras una pérdida del Getafe. Griezmann recibió en la mediapunta, habilitó a Correa y este superó al debutante Emi García con una definición intuitiva de alta escuela. Un toque curvo con el exterior de su pierna derecha para superar la salida del sustituto de Guaita, que va camino de la Premier.

La vuelta de Costa da para muchas lecturas ofensivas. Más allá de que Simeone juegue con la figura de su acompañante, primero fue Correa, luego Griezmann, con su presencia hay una liberación de espacios que beneficia a todos los atacantes. Koke y Gabi siempre tuvieron muchas opciones de pase para hacer daño. También se atisbó cierta democratización de los protagonismos en Correa, Carrasco y Griezmann. Los tres supieron aguardar pacientes sus momentos para intervenir en el juego. Bajo esa piel de equipo atrevido, el Atlético redujo al Getafe a esa buena estructura ordenada que también maneja con oficio el juego subterráneo. Ahí, el colegiado le miró mejor a la hora de sacar tarjetas y eso alteró tanto al equipo local, a Simeone y a su hinchada,

El descanso trajo la calma, pero no la intención del Atlético de seguir con ese guion de equipo dominador. Costa tuvo el 2-0 a la hora de juego. Otra vez una pelota larga, una disputa con Damián, que no calibró con quien metía el hombro. A bote pronto, el delantero de Lagarto lanzó su bien peleado voleón alto. Ante el dominio sin ampliación de ventaja, Simeone sentó al trabajador y menos individualista Carrasco para meter a Thomas. Ahí, quiso mudar el Atlético a su piel más clásica, a su seña de identidad, el contragolpe. Y lo cazó con el manual de Luis Aragonés en la mano. Otra recuperación, la pelota corriendo de izquierda a derecha, del lado fuerte al lado débil de la defensa del Getafe. Correa, Vrsaljko y el nueve flechado al corazón del área para finalizarlo al primer toque. El éxtasis y la expulsión. El vendaval Costa no cesa.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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