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El pasillo fue de Kovacic

Zidane recurrió al croata para obstruir a Busquets y perseguir a Messi, tarea que cumplió hasta el punto de dejar una autopista libre a Rakitic en el primer gol del Barça

Kovacic persigue a Messi.
Kovacic persigue a Messi.STRINGER (REUTERS)

La pizarra de Zinedine Zidane se descosió a los 54 minutos del clásico. Justo en el instante en el que Rakitic encontró una autopista en campo madridista para lanzar un contragolpe que acabaría con el tanto de Luis Suárez, el primero del Barcelona. Mateo Kovacic, preocupado por atender a su condición de especialista en el marcaje de Messi, no acudió al cruce y permitió a su compatriota avanzar sin oposición. El pasillo del clásico fue finalmente el suyo.

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El croata fue la primera sorpresa del clásico. Entre mantener en el once a Isco, uno de sus mejores hombres en lo que va de curso, o volver a recurrir a Kovacic como antídoto de Messi, Zidane optó por lo segundo. Pero esta vez, el volante, además de perseguir la sombra de Leo, debía vigilar la salida de Busquets. Obstruir al pivote en campo contrario y no despegarse del rosarino en el propio. Un campo de trabajo de más de 40 metros por delante donde maniatar a las dos piezas clave del engranaje del fútbol del Barça. Esa era su misión. Una quimera.

Mateo empezó bien. Fresco, recuperado de una lesión que le dejó fuera de septiembre a finales de noviembre, se ocupó primero de Busquets. Como máximo exponente de la presión alta que planteó de inicio el Madrid, Kovacic torpedeó el trabajo del pivote hasta el punto de que a la media hora de partido Busquets tan solo había acertado el 69% de sus pases. Algo insólito. Más atrás le esperaba Messi, que de primeras no le dio mucho la lata. El croata, incansable y certero, se movió entre ambos de manera exitosa durante la primera mitad.

Sin embargo, cada vez más castigado por una tarea que exigía un derroche físico descomunal, Kovacic, fatigado, retrasó su posición. Desatendió a Busquets y se instaló en campo propio, pegado a Messi. Ni diez minutos aguantó en pie la estrategia. Justo el tiempo que tardó el cinco azulgrana en pivotar a su antojo y lanzar una contra que resultó letal. Lo fue porque, por el camino, Rakitic se cruzó con Kovacic y este a su vez atisbó por el rabillo del ojo a Messi a su derecha. Y entonces el dilema. Una décima de segundo para decidir y dos opciones: salir al paso del primero o perseguir al segundo. Cumplir el mandato de Zidane o actuar atendiendo a la lógica. Fue lo primero. Se apartó, abrió pasillo a su compatriota y segundos después Suárez puso patas arriba el Bernabéu.

El gol terminó por deprimir a un Madrid que se empezó a tambalearse al tiempo que la gasolina de Kovacic ya no daba para Busquets y Messi. Uno ya había tomado las riendas del juego y el otro ejercía de gobernante absoluto. El madridista, perdido, se fue diluyendo hasta que Zidane le retiró un cuarto de hora después. Esta vez, su baza, tan exitosa en agosto, terminó en naufragio.

Lo cierto es que nadie podría haber imaginado que una expulsión por doble amarilla de Luka Modric en la vuelta de la Supercopa de España en 2014 tendría efectos tan trascendentales para la pizarra de los clásicos de 2017. Aquella segunda amarilla en el Calderón dejó a Modric fuera de la ida de la Supercopa de este verano y metió en un lío a Zidane. Sin su mejor centrocampista y hostigados los blancos continuamente por Messi, el técnico acudió a su pizarra decidido a encontrar una estrategia para neutralizar a La Pulga. Allí encontró la solución de Kovacic, un volante rápido y de fulgurante arrancada. Pero este sábado no funcionó la fórmula. Cuando el croata observó de reojo el avance de Messi abrió paso a Rakitic. Y el Barça aprovechó su pasillo, rompió el clásico y desmontó a Zidane.

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